A. Míguez
Palencia
Lunes, 19 de agosto 2024, 07:31
Se ha cumplido poco más de una semana desde que 90 inmigrantes subsaharianos llegaron al centro de los Barnabitas en Palencia, gestionado por la orden de San Juan de Dios. Son personas nacidas en Mali o Senegal que ahora tienen un nuevo hogar. Llevan pocos ... días en la ciudad pero ya han adquirido una rutina. En el centro tienen cubiertas todas las necesidades vitales pero también reciben clases de español como primer paso para lograr su integración social y laboral. Cada uno de ellos tiene una historia detrás.
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A Mamadou, por ejemplo, le fascina escribir relatos y aunque todavía no domina el español, ya ha sido capaz de reflejar en un papel algunos de sus pensamientos e incluso, se atreve a leerlos en voz alta: «Hace tiempo que me gustaría viajar a la playa y me gustaría que fuéramos juntos. Sería genial tener unas vacaciones relajantes en la playa. Estaba pensando en ir a mediados de abril y estoy emocionado por el viaje», pronuncia orgulloso en un balbuceante castellano.
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Sin embargo, acudir al curso de español es tan solo una pequeña parte de su recién estrenado día a día. Desde este centro se les ayuda también a tramitar su documentación gracias al trabajo, entre otras, de Dary Cárdenas, una auxiliar administrativa que hace un año llegó a España desde Colombia, su país natal. También fue acogida por la Orden de San Juan de Dios y trabaja mano a mano con ellos. «A mí me cambiaron la vida. Conseguí el permiso de trabajo y me formaron para poder ejercer», explica Dary a la Agencia Ical. Ahora, y en base a su experiencia, quiere ayudar a quienes están pasando por su misma situación.
«Es muy satisfactorio porque yo sé bien lo que es estar en el otro lado de la historia y conozco perfectamente los momentos críticos por los que pasa un inmigrante. Son meses de miedo e incertidumbre y les tranquiliza escuchar un testimonio con final feliz. Yo les explico que les vamos a ayudar a encontrar un empleo pero que hay que ir poco a poco», relataDary.
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Todo forma parte de un sistema de atención que se forjó rápidamente para que desde el primer momento se sintieran como en casa y el centro de los Barnabitas se ha reconvertido en un hogar de integración y compañía con la esperanza de que sea un trampolín para una vida mejor. «Ha sido complicado porque ha habido que actuar con rapidez ante la situación extrema que se está viviendo en Canarias. Hemos encontrado alguna pequeña dificultad porque, al ser verano, mucha gente estaba fuera y no ha sido fácil encontrar trabajadores. Lo primero fue localizar el alojamiento y a partir de ahí, nos pusimos manos a la obra con tareas de logística y organización», explica el gerente de San Juan de Dios en Palencia, Mariano Cortés Alonso-Villalobos. «En cuanto recibimos la comunicación del Ministerio nos pusimos a trabajar. Ha sido mucho trabajo pero muy gratificante», añade.
De momento, y pese al poco tiempo transcurrido desde su llegada, los 90 inmigrantes ya disponen de tarjeta sanitaria y se está tramitando su empadronamiento en la ciudad. «Ya teníamos experiencia en este tipo de situaciones, y eso nos ha servido para actuar con rapidez», afirma Cortés Alonso-Villalobos, al tiempo que subraya cómo la orden tiene prevista la contratación de casi una treintena de trabajadores para poder ayudar en la atención de estos refugiados. «En un principio pensábamos que necesitaríamos unos 23 empleados pero nos hemos dado cuenta de que serán algunos más. Muchos de ellos ya se han incorporado a su puesto de trabajo y los demás lo irán haciendo de manera progresiva en los próximos días», incide.
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Cortés Alonso-Villalobos reconoce que la llegada de los 90 subsaharianos fue impactante. «Teníamos preparados traductores de francés, wólof o mandenká, que son los idiomas que ellos hablan, para que les resultara más sencillo», apunta. Además, en esas primeras horas estuvieron acompañados de varios compatriotas que ya pasaron por su misma situación hace unos meses con el objetivo de ayudarles en el proceso de adaptación a su nuevo hogar. «Ese fue el día de más ajetreo, pero ahora ya estamos todos más asentados», agrega.
«Se levantan muy temprano, recogen su habitación y rezan, porque la mayoría de ellos son de religión musulmana. Luego desayunan y a las 9:30 horas empiezan las clases de español. Esa es ahora mismo nuestra prioridad, porque para convivir necesitamos entendernos», señala. Una vez que terminan las clases, llega la hora de la comida y a continuación, disponen de algo de tiempo libre. Ya por la tarde, participan en actividades culturales, deportivas o de ocio. «A las 21:30 horas se sientan a la mesa para cenar. En ese momento aprovechamos para hacer un pequeño recuento ya que desde el centro tenemos la obligación de informar al Ministerio de cualquier tipo de incidente. Tenemos que confirmar que los 90 que llegaron hace una semana siguen aquí. A las 00:00 horas se apagan las luces y a dormir», relata Cortés Alonso-Villalobos.
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Su acogida se enmarca dentro de un contrato de colaboración entre la orden y el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones por un importe cercano al millón de euros para la atención a inmigrantes y refugiados. Esta residencia ya alojó a los refugiados que escaparon de la guerra de Ucrania hace dos años.
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