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ALMUDENA ÁLVAREZ
Palencia
Domingo, 19 de septiembre 2021, 08:38
La investigadora palentina Silvia Herrero ha liderado un estudio de la UVa en el Campus de Palencia sobre la relación entre los topillos y los ... brotes epidémicos de tularemia en zonas agrícolas de Castilla y León. Una investigación clave para conocer el papel que juegan algunas poblaciones de animales silvestres en la transmisión de enfermedades a los seres humanos.
–¿Cómo surge su interés por los topillos y la tularemia?
–He estudiado Biología en León y he hecho un Máster en Ecología. Vengo de una familia de agricultores de Saldaña y tengo un interés especial en todo lo relacionado con la ecología en el medio rural. Y los topillos han estado muy de moda en los últimos años. Siempre conoces a gente que ha sufrido los problemas de las plagas de topillos. Hace cuatro años llegué al grupo de trabajo liderado por Juan José Luque Larena en el Campus de Palencia para investigar sobre este tema y continuar con el trabajo que antes habían hecho Daniel Jareño, Ruth Rodríguez y Juan Romairone.
–¿En qué ha consistido ese trabajo de investigación?
–Hemos sintetizado una década de investigación ininterrumpida sobre la interacción ecológica entre las poblaciones cíclicas de topillos campesinos (Microtus arvalis) y las de la bacteria zoonótica Francisella tularensis (agente causal de la tularemia) en hábitats agrarios de Tierra de Campos. Es decir, la relación que tienen las plagas de topillos con los brotes de tularemia. Yo he continuado con el trabajo que se había hecho antes, he recopilado toda la información obtenida en estos diez años de estudio y sintetizado en un único documento todos los hallazgos del equipo de investigación y las nuevas vías de estudio pendientes.
–¿En que zonas de Castilla y León se centra la muestra del estudio?
–Principalmente, en la comarca de Tierra de Campos de Palencia, Valladolid y Zamora, que es donde se han producido plagas de topillos y se concentran la mayor parte de casos de tularemia. También es la zona que más ha cambiado a lo largo del tiempo, ya que ha pasado de ser una llanura cerealista a tener mucho regadío. Ahora hay muchos cultivos de regadío y los topillos han aprovechado para desplazarse desde las zonas montañosas que rodeaban Castilla y León, donde tenían pastizales y hierba fresca para alimentarse, al centro de la comunidad. Aquí han encontrado alimento abundante y de mejor calidad y unas temperaturas más cálidas. De hecho, sería interesante saber por qué en las zonas montañosas no generan problemas de salud y aquí sí. Aunque puede ser que ya hubiera casos de tularemia y no se conocían porque la enfermedad pasaba desapercibida porque tiene un cuadro sintomático muy general que puede confundirse con una gripe o una neumonía. No sabemos si en las zonas montañosas no había porque la bacteria no estaba o porque no se buscaba, como se busca en Tierra de Campos.
–¿Existe algún paralelismo entre la tularemia y la covid-19?
–Claro, lo único que varía es la patología de la bacteria. Las dos enfermedades tienen síntomas parecidos, pero lo que diferencia a la tularemia de la covid es que no se contagia entre personas. Aunque habría que tener en cuenta la incidencia de esta enfermedad que se ha centrado principalmente en la Tierra de Campos palentina, con cifras importantes.
–¿Estudiar la tularemia puede servir para entender mejor otras enfermedades como la covid?
–Estamos estudiando la tularemia, pero queremos ampliar a otros patógenos. Nuestra investigación supondrá otro avance significativo en el conocimiento del papel que juegan algunas poblaciones de animales silvestres en la dinamización de las zoonosis en el medio natural. Porque saber las enfermedades que pueden tener los animales, cómo se transmiten entre ellos y en qué momento pueden contagiar a los humanos es fundamental para poder prevenirlas. El problema de la covid es que no queda muy claro cómo se han contagiado los humanos. Con la tularemia pasa algo parecido. Sabes que existe, que la gente se contagia, pero no está claro cómo.
–¿Qué avances aporta la investigación que ha liderado?
–Para empezar, que la bacteria que provoca la tularemia está en el sistema, circula en el medio y el topillo es un intermediario entre el ciclo que se produce en la naturaleza y el paso a contagiar a las personas. El topillo está contaminando el agua, a los animales domésticos, a los parásitos, el campo, es la cara visible de la enfermedad, que afecta a otros animales, pero no con la incidencia que lo hace en estos roedores. También se ha demostrado la estrecha relación que existe entre las plagas periódicas de topillos y los brotes epidémicos de tularemia en humanos desde 1997. Y que la prevalencia de la enfermedad en los topillos, es decir, la proporción de animales infectados, aumenta positivamente con la densidad del roedor. Es decir, que cuantos más topillos hay en el medio, también hay más bacterias, poniendo de relieve el importante papel epidemiológico que juegan estos roedores como agentes amplificadores de enfermedades zoonóticas. El problema es que cuando hay muy pocos topillos es muy difícil encontrar la bacteria, pero sabemos que está ahí, porque cuando hay brotes son muchos los animales contagiados. Lo que hay que encontrar ahora es el reservorio de la bacteria cuando no hay topillos en el campo, porque la bacteria tiene que estar en algún sitio, puede estar en otros animales, en el agua, en otros sedimentos.
–¿Por qué es tan importante?
–Esto es esencial para poder combatir la enfermedad y atacarla cuando está en sus momentos bajos. Y justamente es cuando no sabemos dónde está. Por eso estamos analizando aguas y sedimentos y otros animales que conviven con los topillos, como cangrejos, mosquitos y otros roedores, además de sus depredadores: aves rapaces que se alimenten de topillos y podrían expandir la enfermedad mucho más rápido, y carnívoros como visones, comadrejas o zorros que se alimentan de estos animales, ratones de campo, musarañas, pequeños mamíferos que comparten espacio y alimentación con el topillo y también podrían contagiarse. El objetivo es encontrar dónde está la bacteria cuando hay pocos contagios, porque sería el momento de hacer una gestión preventiva para evitar que se transmita a los humanos. Y saber que hay animales que podrían contagiarse o no, pero que son capaces de dispersarlo. Parece difícil que un animal tan pequeño como el topillo propague la tularemia por toda una comarca, creemos que tiene que haber otros animales que lo estén propagando y creemos que los carnívoros y las aves son unos buenos candidatos.
–¿Esta podría ser la principal conclusión de este estudio?
–Sí. A veces nos fijamos en el último culpable, en este caso el topillo. Pero no podemos tratar de solucionar un problema a partir de un solo elemento. Si solo estudio al topillo, nunca voy a entender el ciclo de la bacteria y su funcionamiento. Hay que tener una visión más amplia. Son muchos los elementos que afectan al ciclo de una bacteria y hasta que no los controlemos todos, siempre se nos va a escapar algo. El topillo es el animal visible, pero hay que hacer un estudio de todos los elementos y abordarlo desde distintas disciplinas para tener un conocimiento global de las enfermedades zoonóticas, enfermedades de la fauna que, como el covid, pueden acabar afectando a las personas.
–La revista internacional 'Frontiers in Veterinary Science' ha publicado un artículo con estos avances científicos. ¿Qué puede suponer esto para ustedes?
–Un artículo de revisión bibliográfica como este abre el caso de Castilla y León y de España a otros investigadores que estén trabajando en el mismo tema en otras partes del mundo. De hecho, el topillo es el roedor más abundante del continente, desde España hasta Rusia y llega hasta los países nórdicos. La mayor parte de los casos de tularemia se han dado en Centroeuropa y Europa del Este y en Rusia, pero nunca había habido tantos casos de tularemia en una zona mediterránea como España, hasta los años 90.
–Además de ofrecer respuestas, la investigación que ha liderado deja algunos interrogantes...
–Sí. Para empezar, tenemos que saber si los topillos que colonizaron Tierra de Campos trajeron la tularemia o bien amplificaron poblaciones preexistentes de la bacteria en estos paisajes; la virulencia y letalidad que tiene la enfermedad entre los topillos en la naturaleza y si hay animales que resisten a la infección, y dónde persiste la bacteria en el medio entre los brotes epidémicos y si coinciden con momentos de bajas densidades de topillos. Hay picos muy grandes que generan alarma social en 1997, 2007 y 2014 y entre medias otros más pequeños que no generan problemas de salud ni económicos, ni tienen la consideración de brotes epidémicos. No sabemos la densidad mínima de topillos para que salte el brote de tularemia. Pero sobre todo hay que tener en cuenta que en un momento determinado han coincidido en el tiempo un cambio en el medio, un cambio en las prácticas agrícolas y un movimiento de un animal. No sabemos si la bacteria vino con ese animal o si se ha traído de fuera y fueron otros animales los que introdujeron una bacteria que después encontró en el topillo su mejor hospedador.
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