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David Amor-Ical
Palencia
Sábado, 4 de mayo 2019, 19:01
La imagen de Notre Dame ardiendo ha avivado las llamas del debate de la conservación del en todo el mundo. Precisamente el proyecto castellano y leonés MHS (Monitoring Heritage System) desarrollado por la Fundación Santa María la Real para la conservación preventiva del Patrimonio, se ha convertido en una iniciativa referencial en la preservación del patrimonio histórico, dentro de una Comunidad en la que este es una de sus principales señas de identidad. La entidad del patrimonio histórico ha sido la encargada de desarrollar este sistema que se está implantando en numerosos inmuebles fuera de las fronteras autonómicas.
Precisamente, la tecnología se convertido en un elemento más que sumar a los planes preventivos, según explica la responsable de esta área, Begoña García. «Es una herramienta más con la que mejorar la conservación y tiene que complementarse con otros aspectos, como planes preventivos, además de desarrollar estrategias», señala.
Desde su sede de Aguilar de Campoo, donde se encuentra el área de investigación, un equipo de ingenieros, historiadores, restauradores y arquitectos trabajan en el desarrollo de este proyecto pionero que aplica la tecnología de forma individualizada en los edificios patrimoniales para facilitar su conservación y que nació hace más de una década, aunque las llamas de Notre Dame le hayan puesto en la actualidad.
El equipo de trabajo de la fundación es el que se encarga de desarrollar soluciones tecnológicas que den respuesta al problema planteado por los edificios, con diversas problemáticas que llevaron a generar sistemas tecnológicos propios que se adapten exclusivamente al patrimonio y, en concreto, a cada uno de los bienes sobre los que actúan de forma personalizada.
Es en ese laboratorio aguilarense donde se crean de forma casi artesanal, las tabletas de microchips de los sistemas y sensores que, posteriormente se fabricarán de forma externalizada y que servirán para medir los diversos factores que puedan poner en peligro la preservación de los edificios históricos.
Más tarde, los detectores desarrollados por la FSMR se instalan en sitios estratégicos, para medir distintos factores como la humedad, la temperatura o la presencia de xilófagos, entre otros. Todo ello, con el menor de los impactos visuales posible. Son estas células sensibles las que trasladan la información a un transmisor que dirige los datos a unos ordenadores controlados por la fundación.
A partir de ahí, los datos obtenidos dan un conocimiento real y no basado en las intuiciones y se envían alarmas a los gestores de los edificios, en el caso de ser necesario, y que son volcados en unos informes que la aplicación desarrollada por los expertos del MHS elabora de forma automática. Además, sirven al equipo para elaborar unos informes periódicos que se abordan con los responsables de los bienes.
Begoña García asegura así que el abandono de estos edificios es una de las principales amenazas que los asolan, y no otros sucesos como el fuego. «El abandono es el elemento más peligros para estos bienes», reitera la responsable de este proyecto quien también señala que en este campo la tecnología está transformando los modelos de conservación.
Finalmente, apunta que, aunque cada vez son más los edificios que confían en este desarrollo tecnológico, «estamos recibiendo muchas llamas de preocupación pero pocas de toma de decisiones estratégicas» que aboguen por una instalación.
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