Pedro Casablanc
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Pedro Casablanc
El actor Pedro Casablanc –su apellido artístico es un guiño a su lugar de nacimiento (Casablanca, Marruecos, 17 de abril de 1963) y su nombre real es Pedro Manuel Ortiz Domínguez– irrumpe en el Teatro Principal de Palencia este viernes, día 5 (20:30 ... horas) con la obra 'Don Ramón María del Valle-Inclán a través de Ramón Gómez de la Serna', una producción ideada y dirigida por Xavier Albertí, que se estrenó en marzo del año pasado y que abre el telón de la Primavera Cultural del Ayuntamiento de Palencia.
–En el montaje de Xavier Albertí sobre la biografía de Valle-Inclán que firma Ramón Gómez de la Serna se convierte en un auténtico 'showman': interpreta a los dos escritores, recita, canta, baila,…
–Así es. Es la primera que me convierto en un 'showman' y era uno de los principales atractivos de esta función en la que hay música en directo. Albertí es un experto en los espectáculos inspirados en el cabaret y de entreguerras. Me apetecía mucho meterme en el papel de un 'showman' y hacer un espectáculo unipersonal porque realmente no es un monólogo, sino una especie de charla, conferencia, recitado musical, con canciones,… en el que interpreto a Gómez de la Serna contando la vida y milagros de la escritura de Valle-Inclán y algunas de sus anécdotas.
–¿Ha sido un gran reto para usted?
–Era un gran reto y una diversión. Me apetecía hacer algo divertido, aunque es un texto difícil. Tenía muchas ganas de hacer un espectáculo teatral con un pianista que hablase sobre la etapa anterior a la Guerra Civil, la España de la Segunda República y de la bohemia que vivió Valle-Inclán, contada con mucho humor y mucha gracia por Gómez de la Serna. Es la primera vez que en nuestro país se hace algo así.
–¿En esta obra se asoma el esperpento?
–Se habla del esperpento, la teoría que Valle-Inclán se inventó sobre la forma de contar una visión deformada de la España del momento que, al deformarla tanto, coincide casi con la realidad. El esperpento lo vivimos en la actualidad con los gobernantes que tenemos y que están intentando llevar la vida política de nuestro país hacia el desastre… Por otro lado, la obra no tiene nada de esperpéntica; es divertida, amena y didáctica. Pero, al hablar de Valle-Inclán, no hay más remedio que abordar lo que él pensaba que era el esperpento o por qué inventa ese teatro esperpéntico que se ve en 'Luces de bohemia', 'Los cuerpos de don Friolera' y tantas otras obras.
–¿Cómo ha afrontado encarnar a ambos genios literarios?
–Con tablas, con sentido común… Para mí no ha sido lo más difícil. Me inspiro en una grabación de Gómez de la Serna que todo el mundo puede ver por 'Youtube' haciendo una presentación en el Palacio de Cristal de Madrid. Es un tipo que tenía un gran sentido del humor y una gran facilidad a la hora de enfrentarse a grandes auditorios. En el Ateneo de Madrid eran muy conocidas sus arengas y sus conferencias surrealistas; es el inventor de la greguería. Es un personaje muy apetecible de hacer en el teatro, imitando su grandilocuencia y su mordacidad. Y a la hora de meterme en la piel de Valle-Inclán no tenemos demasiadas referencias, aunque hay algún documento sonoro. Yo he tenido la fortuna de interpretar muchas de sus obras: 'Tirano Banderas', 'El retablo de la avaricia', 'Las comedias bárbaras'… Es un autor al que permanentemente leo y releo. No tengo su físico, pero me aproximo a él con la imaginación y así se lo transmito al público.
–En esta función la música que toca al piano Mario Molina y la iluminación son determinantes para el espectáculo...
–Sí, sí. Hay un juego de luces muy variado, muy evocador, creando ambientes muy cabareteros, tengo candilejas delante y detrás, la luz cambia en función del entorno: cuando Valle-Inclán se enamora de Josefina Blanco, su mujer luego; cuando hablamos de la guerra de la Primera Guerra Mundial… La luz va adecuándose a cada momento. Y la música es importantísima en este espectáculo; sin ella, el montaje sería otro. La música acompaña al texto interpretativo, aunque hay momentos de silencio. El texto está puntuado por composiciones de Beethoven o Granados, partes de zarzuela o de cuplés, orquestadas a la perfección por Albertí y tocadas excelentemente por Mario Molina.
–Este soliloquio musical arrancó en marzo del año pasado y está recibiendo muy buena acogida allá por donde va...
–Va muy bien. Llevamos más de sesenta funciones en un año y espero seguir con él mucho tiempo más. Además, nos han seleccionado con tres candidaturas a los Premios Max –mejor actor y mejor autoría y dirección– y con dos a los Talía –mejor actor y mejor dirección de escena–.
–Se declara un enamorado del teatro, género en el que se estrenó con quince años.
–Desde entonces no me he bajado de los escenarios y tengo ya sesenta años. Hombre, con quince años hice dos funciones semiprofesionales y, luego, estuve estudiando Bellas Artes en Sevilla, pero, al cabo de tres años, ya formaba parte de compañías de teatro de estudiantes.
–Nació y vivió en Casablanca hasta los quince años, de ahí que domine los idiomas árabe y francés.
–Yo estudié en el Instituto Español de Casablanca, donde aprendí árabe y francés porque en aquella época la ciudad era aún colonia francesa, y con quince años decidí irme solo a Sevilla. Además, hablo también inglés.
–¿El teatro es su niña bonita?
–Es el más completo, el que afrontas en soledad y donde no hay ningún tipo de truco, algo que ya se ha dicho hasta la saciedad. Pero yo disfruto también mucho haciendo audiovisual. He hecho tanto teatro que para mí el cine o las series de televisión son mucho más relajantes en todos los sentidos y más fáciles de hacer.
–Resulta curioso que diga que el cine y las series le parecen más relajantes que el teatro cuando otros actores opinan lo contrario.
–A mí es que me gusta mucho llevar la contraria, me gusta mucho ir a la contra (risas). A mí, personalmente, me parece mucho más relajado el trabajo en el cine, quizás porque ruedo papeles cortos… Y quien diga lo contrario es porque no conoce el teatro y no hace giras por toda la geografía española.
–¿Sigue haciendo doblaje?
–No, ya no. Hace tiempo que intento no dedicarme a ello.
–Ha intervenido en cuatro producciones de Daniel Calparsoro. ¿Es uno de sus actores fetiche?
–Me ha utilizado para pequeños papeles prometiéndome que algún día me daría uno grande y todavía estoy esperando (risas). Luis Tosar es uno de sus actores fetiche, yo soy un mero colaborador. Participé con Calparsoro en la serie 'Todo por el juego', en la que hacía de presidente de un equipo de fútbol sin saber muy bien de qué estaba hablando porque no me gusta nada este deporte, ni me interesa ni me importa. Garci también me llamó para la película 'El crack cero', en la que tengo un monólogo larguísimo sobre una jugada de fútbol.
–No le ofrecen demasiados papeles de comedia…
–Yo suelo hacer papeles complejos, de señores de corbata desagradables, como así los llamo yo, pero he hecho comedia. He participado en las películas 'Explota explota', 'Superlópez' y otras comedias y surgirán algunas más.
–¿Tiene alguna asignatura pendiente en el mundo de la escena?
–Sí, me encantaría dirigir cine; en teatro he hecho prácticamente todo, incluso he dirigido varias obras, entre otras, 'Decadencia', con Maru Valdivielso y con la que fui a Palencia, ciudad que no me es desconocida. Y en cine he dirigido 'cortos', el último se titula 'Sacrilegio', basado también en una obra de Valle-Inclán. Dirigir cine es mi asignatura pendiente y tengo algunos proyectos para estrenarme con un 'largo', que es lo que más ilusión me haría en estos momentos.
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