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«Soy jugador y tenemos costumbre de comprar la lotería en esta administración. Me di cuenta de que no llevaba ninguno acabado en siete y ... pedí un número por la máquina y salió este, que era bien feo y compramos tres décimos», explica Luis con un gran sonrisa, mientras brinda con su mujer, Mayte, y con los responsables de la administración de lotería. «Sandra –señala en referencia a la lotera– trae todas las semanas algún número muy feo, y yo siempre lo compro, porque me gusta comprar esos números feo. Y ya ves, tantos años persiguiendo a un feo y al final, me ha llegado», recalca.
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Mientras, Sandra Bueno, la responsable de la administración insistie, «todos los números tocan, los bonitos y los feos, por eso siempre nos gusta vender algunos de esos que no atraen demasiado a los compradores», explica, al tiempo que asegura que un premio para el 66.777 «es una lección para quienes rechazan los números feos».
Por su parte, Mayte, la otra agraciada, recuerda que la mitad de uno de los décimos es para sus cuñados de Alicante, con quien suelen compartir algún número. «Nos ha llamado antes de que nosotros hubiésemos podido reaccionar. Todavía estábamos asimilando que nos había tocado y mi cuñado ya nos estaba llamando. Nos hemos quedado ahí parados sin saber qué hacer. Si llega a ser un premio más grande, creo que nos da un infarto», explica Mayte en tre risas. «Lo peor es que nos va a ver en el periódico todo el mundo y mañana no voy a tener más remedio que pagar yo el café a todas las compañeras», apunta, al tiempo que Luis lo deja muy claro, «sí, porque mañana, a trabajar, como todos los días, aunque un viajecillo sí nos daremos».
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