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Marta Martín y sus hijos posan en el puente de Isla Dos Aguas, delante de San Miguel. Manuel Brágimo
«Es una suerte que hayamos podido venir a Palencia»

«Es una suerte que hayamos podido venir a Palencia»

La palentina Marta Martín y sus dos hijos llegaron desde Mexico a su ciudad, donde veranean todos los años, después de un viaje de diez horas con el avión lleno

Lunes, 13 de julio 2020, 09:27

Nueve mil kilómetros separaban a Marta Martín y a sus hijos, Carlota y Bruno, de su destino. Todos los años viajan dos veces a Palencia, en Navidad y en verano, aunque en esta ocasión todo estaba mucho más complicado por la covid-19. «Sinceramente, no creí que lográsemos venir, es una suerte. Yo lo veía muy irreal e inviable», afirma la palentina Marta Martín desde su ciudad, desde Palencia.

Hace unos días, por fin, pudo embarcar en un avión –lleno– desde Ciudad de México hasta Madrid, pisando suelo español después de diez horas de vuelo. «El aeropuerto de México estaba a la mitad de la mitad porque están saliendo muy pocos vuelos. Una medida de seguridad es que no se puede llevar equipaje de mano, más allá de un bolso o las mochilas de los niños. Maletas pequeñas ya no están permitidas», argumenta Marta, que tuvo que rellenar un formulario donde se pregunta si tienes síntomas o si has estado con alguien que lo tenga.

«Antes de pasar el control, muestras tu formulario de salud y te toman la temperatura uno por uno para poder acceder», señala. Al otro lado, solo había dos cafeterías abiertas, donde también tomaban la temperatura a todos los que se sentaban en sus mesas –separadas, por supuesto– a tomar algo mientras esperaban su vuelo. Y es que cuando la palentina embarcó, rumbo a Palencia, aún estaba Ciudad de México en rojo, en su semáforo de desescalada, por eso permanecía todo prácticamente cerrado.

«En el vuelo y tanto en el aeropuerto de México como en el de Madrid muy controlado todo, muy profesional. Pero es muy fácil porque no había casi vuelos ni pasajeros, a ver si consiguen controlar estas medidas con un flujo de viajeros mucho más alto», argumenta Marta, que trabaja en Zimat, una agencia de comunicación y de estrategias políticas. Durante las diez horas de vuelo era obligatorio llevar la mascarilla todo el tiempo, salvo para comer, y estaba prohibido hacer cola para ir al baño, solo estaba permitido levantarte al aseo cuando estaba libre. Eso sí, el avión iba sin un asiento vacío y dejó a 36 personas en tierra.

«Llevaban dos semanas o así sin haber este vuelo, así que mucha gente había concentrada que quería volar», explica Marta, que tenía cogido los billetes para el día 3 de julio y le llamaron para ofrecerle el 28 de junio o el 5 de julio como alternativa porque ese día no había vuelo.

Otra cosa que es distinta, si subes a un avión, es la comida, que ahora está toda envasada individualmente por seguridad. «Nos daban bolsitas para cada uno cerradas y con fuet, pan o ensaladas individuales», rememora la palentina, que estaba deseando poder salir a la calle a dar un paseo tranquilo y sin prisas en Palencia.

Marta Martín vive en México hace diez años, junto a su marido Vicente –que se ha quedado trabajando allí– y sus dos hijos. «Mis padres y los niños están emocionados, están muy felices de estar juntos, claro. Pero es que mis hijos no han visto a nadie en tres meses, a nadie», señala la palentina, sobre la cuarentena que han vivido en México, que aún tiene un alto número de contagios y muertes. Hace unos días superó a España en el número de fallecidos por covid-19 y aún no está controlada la pandemia en el país latinoamericano. «En el colegio de los niños es voluntario volver el 10 de agosto, las clases del próximo curso arrancan a finales de ese mes y yo creo que, al principio al menos, van a ser virtuales porque no vamos a estar aún con el semáforo en verde», argumenta Marta Martín.

Cuando el avión aterrizó en Madrid, todos los viajeros tuvieron que permanecer sentados en sus asientos –lejos de las frenéticas imágenes de todo el mundo levantándose antes de tiempo para coger los primeros su equipaje de mano– hasta que te permitían levantarte y bajar, iba por turnos. «Cuando te avisan, sales y subes a un autobús en la pista, ya no funciona el tren de la T4. Los autobuses también están a la mitad de capacidad y allí te llevan hasta las aduanas», rememora. «Antes de salir del aeropuerto, te vuelven a tomar la temperatura con una especie de escáner y ya, ya por fin estábamos en España», añade.

Y hasta el 11 de agosto aquí se quedarán. Disfrutando de los paseos, de la familia, de los amigos y de la tranquilidad de Palencia. Y también de salir a correr por la Dársena del Canal. «Necesito ir a darme un paseo con mis padres y con mis hijos», reconoce instantes antes de apagar el ordenador –el teletrabajo es posible con 9.000 kilómetros de distancia– y salir de casa para gozar del estío palentino.

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