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Las obras suelen causar molestias en los barrios. Ruidos, suciedad y problemas en el tráfico son problemas que van añadidos a la presencia de las máquinas en las calles pero, pese a todo, en el Cristo se ha recibido con los brazos abiertos a los ... operarios que trabajan desde noviembre en el barrio. Y es que su presencia culmina una demanda histórica: la propiedad de la instalación del gas ya no es de la asociación de vecinos y, tras pasar a manos de Gas Natural, se está eliminando el obsoleto entramado de tuberías y ha comenzado el soterramiento de los conductos de suministro por lo que, tras una larga lucha vecinal, la empresa se está haciendo cargo no solo de las redes, sino también de las conexiones necesarias a las instalaciones receptoras de cada vecino.
Toda esta problemática se remonta al año 1993, cuando un acuerdo entre el Ayuntamiento de entones con los vecinos del Cristo y Gas Natural permitió que este servicio llegase al barrio con la condición de que fuesen los vecinos los que se encargaran de la canalización, tal y como explica Miguel Ángel Lacarra, uno de los miembros de aquella junta directiva de la Asociación de Vecinos del Cristo que vivió la negociación en los 90. «Se firmó un acuerdo con el Ayuntamiento, que dio 10 millones de pesetas a Gas Natural para que hiciese la acometida, pero la empresa solo se comprometía a traer el gas a las esquinas de las calles. De las esquinas a cada casa, lo pagamos los vecinos. Fue una especie de regalo a Gas Natural por llevar este servicio al barrio. La empresa no estaba dispuesta a llevar el servicio a cada vivienda y en una asamblea se decidió que cada vecino que quisiera el servicio tenía que pagar una cantidad para que las tuberías llegasen de la esquina de la calle hasta su casa», recuerda Lacarra, que asegura que esa fue la única fórmula posible para que en aquella época llegase este servicio al Cristo. «Si no llegamos a tomar esa medida, Gas Natural hubiera tardado diez o quince años en llevar este servicio al barrio», añade.
Aquella decisión permitió que los vecinos tuvieran gas en sus casas en los 90, pero llevó aparejados un sinfín de inconvenientes para la asociación de vecinos, que se tuvo que encargar de gestionar la instalación y los permisos como si fuese una comunidad de vecinos. «Eso ha generado una cantidad de trabajo y de protestas enormes. Tres personas se han dedicado en cuerpo y alma a esta tarea, por su puesto sin cobrar un euro, pero hace ocho años se comenzó a pelear porque esta tarea dejase de llevarla a cabo la asociación y la asumiera Gas Natural, pero la empresa se resistía a asumir que era de su propiedad, pero al final acabó cediendo en un asunto que era de justicia social», explica Lacarra.
Un problema del siglo pasado. La asociación de vecinos se encargaba desde los años 90 de tramitar los enganches a la red suministradora, ya que Gas Natural no se hizo cargo de toda la instalación del barrio.
Soterrado parte del barrio. Gas Natural comenzó en noviembre el soterramiento y el sector de las Américas es el primero que no tiene tuberías en sus fachadas.
Ahora que Gas Natural ha asumido las competencias de las que se encargaba la asociación, la empresa se está encargando del soterramiento de la instalación y ha comenzado por la parte más alta del barrio, en el sector conocido como las Américas –en los entornos de las calles Perú, Venezuela, Costa Rica y Panamá–. Esa zona ya tiene toda la canalización bajo tierra y ahora la actuación se está centrando en la calles Menorca y Lanzarote para continuar por las calles Las Palmas y Tenerife. «La idea es que en verano esté todo acabado», apunta Lacarra, que reconoce que estas obras son todo un triunfo de la lucha vecinal. «Ha sido una pelea histórica que después de mucho trabajo por parte de los vecinos se ha conseguido. Ahora toca luchar por otras cosas, como el acerado, que no cumple con los criterios de accesibilidad», concluye Lacarra con su reivindicativo discurso.
Corren tiempos complicados para el movimiento asociativo vecinal palentino. Mientras ciertos sectores de la sociedad tachan a estas agrupaciones de 'chiringuitos' poblados por personas con claros objetivos políticos, el presidente de la Asociación de Vecinos del Cristo saca pecho de la fuerza que pueden tener estas organizaciones para mejorar la vida de los vecinos y recalca que el barrio del Cristo está comenzando a soterrar las instalaciones del gas gracias a la presión que son capaces de ejercer los vecinos cuando reman en la misma dirección.
–Por fin se lleva a buen término una de las demandas históricas de la asociación...
–Pues sí. Es una satisfacción y lo tomamos como la consecución de un logro de lo que sigue significando la lucha vecinal, a pesar de los ataques que estamos recibiendo. Han sido más de siete años en los que todos los vecinos del Cristo, no solo la asociación, nos hemos partido el pecho para que esto saliera adelante, para dejar de ser propietarios de algo que no es nuestro y que era injusto que tuviéramos que mantener. Tras siete años de lucha vecinal, hemos conseguido demostrar que las asociaciones no estamos para hacer las fiestas, ni para ser satélites de nadie, ni para ser chiringuitos, ni pedigüeños. Estamos para solucionar los problemas y para mejorar las condiciones de vida de los vecinos.
–¿Esa alusión a los chiringuitos es un 'recadito' para algún partido en concreto?
–El que quiera entender, que entienda. Nos están tratando de poner la etiqueta de que nuestra misión es vivir de las subvenciones cuando en ningún momento es así. Nosotros vivimos de nuestro trabajo y lo que hacemos es una labor voluntaria. Después de desempeñar nuestra profesión, perdemos nuestro tiempo de ocio con una idea en la cabeza: mejorar la vida de los vecinos y de la gente de nuestro entorno. Así lo hemos hecho y a la vista está que se consiguen cosas. Cuesta, se nos ponen muchas trabas y encima se nos acusa de cosas que no son reales. Esto hubiera salido con cualquier equipo de gobierno. No estamos para bailar el agua a nadie, sino para defender a los vecinos.
–¿Qué ha significado para los vecinos el inicio de las obras?
–Esto sirve para que el Cristo se ponga en el siglo XXI, al menos en lo que se refiere a la recepción de gas. No cabía en ninguna cabeza con dos dedos de frente que soportásemos ser propietarios de unas instalaciones de algo que es de uso necesario para cualquier vivienda de hoy en día, como puede ser la luz, el teléfono o el gas. Ha sido un alivio.
–Pero si no hubiera sido por esta gestión vecinal, el gas hubiera tardado mucho más tiempo en llegar. ¿Lo que sonaba muy bien en 1993, es una locura en 2020?
–En los años 90, el Cristo tuvo gas porque la asociación de vecinos se partió el alma para que llegara. A la empresa no le interesaba económicamente subirlo y ahora hemos tenido que volver a pelear para que esto se adaptase a una normativa y que estuviera acorde a los tiempos, para no recibir el gas por unos tubos anclados a una fachada.
–¿Qué más le falta al Cristo para entrar en ese siglo XXI que dice que ahora se atisba desde el barrio?
–La mejora de la accesibilidad es un punto fundamental. Tenemos un barrio con unas aceras estrechas y obsoletas, con cincuenta años de antigüedad y hechas por los propios vecinos. El plan de acerado lleva suspendido desde el año 97, tenemos aprobada y pagada la expropiación de un paso de peatones en el cruce de la calle Covadonga con Virgen del Brezo que aún no se ha ejecutado y el paso acaba en una fachada sin una acera por la que continuar. El abastecimiento de aguas está obsoleto y todos los inviernos tenemos reventones. Son cosas muy básicas que afectan al día a día de los vecinos.
–El color del Ayuntamiento cambia y las demandas siguen siendo las mismas...
–La mayoría de las demandas vienen de los años 90. Han pasado equipos socialistas, populares y coaliciones entre tres partidos y ahí siguen los problemas. Nos sentimos los olvidados de Palencia y es por algo.
–Esa concepción del Cristo, casi como un pueblo del alfoz, tiene sus ventajas y sus inconvenientes...
–Somos el nexo entre el pueblo y la ciudad porque somos hijos de la emigración rural de los años 60 y eso tiene muchas ventajas porque todos nos conocemos y nos apoyamos. Pero también somos los olvidados, como se demuestra con este tema del gas o de las aceras.
-¿Cómo va a influir en el día a día de la asociación dejar de ser propietaria de la instalación del gas?
–Sobre todo nos vamos a quitar muchas responsabilidades que no deberían ser de nuestra competencia. No vamos atener que tramitar permisos para que un vecino pueda cambiar una fachada o darse de alta en el gas. Nosotros no somos los que debemos hacer eso y lo harán las suministradoras, que cobran por el servicio.
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