Un siglo que celebrar
100 velas por soplar para Natalia García Gómez ·
Nació en Mazuecos de Valdeginate y soplará este martes un centenar de velas arropada por el cariño de su familia100 velas por soplar para Natalia García Gómez ·
Nació en Mazuecos de Valdeginate y soplará este martes un centenar de velas arropada por el cariño de su familiaNatalia García Gómez nació en Mazuecos de Valdeginate (Palencia). Apenas despunte diciembre, el primer día del mes, cumplirá cien años. No celebrará el centenario en Mazuecos, ni tampoco en el barrio de San Antonio en el que viviera tantos años, en Palencia. Desde hace algo más de un año reside en Santander, con su hija María del Carmen Laso García y su yerno, Secundino Villalba. Primero sacó adelante las tierras de sus padres, y luego se ocupó siempre de su casa y de su familia. Sólo ahora se tiene que dejar cuidar un poco. La vida le ha dado dos hijos, cuatro nietos y tres bisnietos, que la describen como una mujer luchadora y con carácter: le gusta leer, siempre ha sido muy activa y «el arroz con leche le salía riquísimo», afirma su nieta, Milvia Laso González. Cuando extraña sus recuerdos, la anciana se sumerge en ellos gracias al álbum que le preparó su nieta Milvia hace unos meses. Sin duda, el mejor regalo será sumar pronto a su habitación otra fotografía de la familia al completo, cuando pase el azote pandémico y todos puedan rendir homenaje al siglo de Natalia.
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«¿Cien ya?», se santigua ella, asombrada. Todos los años le ayudan a «ponerse guapa»: banda, tarta y velas son tradición desde hace muchos cumpleaños. En el pueblo, aunque todos los otros días se trabajase, «ese día se celebraba bien», ríe Natalia. La infancia en Mazuecos no fue fácil. «Se hizo mayor antes de tiempo, su madre Engracia murió siendo ella muy pequeña y su padre, que se llamaba Teófilo, se volvió a casar con otra mujer a la que ella siempre llamó 'tía Francisca'», relata Milvia. Cuando su único hermano, Nilo, murió de meningitis, y su padre perdió un brazo, la pequeña Natalia «tiró con todo», codo con codo con Francisca, para trabajar sus tierras y cuidar de la casona en la que vivían.
Con los hombres siempre lo tuvo claro. «Anda que no he tenido yo ligues, no tengas prisa por casarte, a mí me sobró tiempo», cuenta una divertida Milvia que aconseja, «el hombre que sea, te tiene que convenir», añade. Milvia aclara que su abuela tuvo un papel crucial en la crianza de su hermana y en la suya. Es como una madre para ella. «Somos uña y carne, aunque riñamos», sonríe. Natalia García pasó por el altar a los 32 años, un 21 de febrero. A su marido, Lázaro Laso Puebla, lo conoció, precisamente, en una boda. «Primero nos hicimos amigos, luego novios», repasa la propia Natalia. Luego, en Palencia, no dejaría de ir a bailar con su amiga Rosario, ya que sus maridos no se animaban. «Ahora los jóvenes se arriman demasiado y no saben bailar», sentencia la anciana. Otras amigas que desfilan en sus recuerdos son las hermanas Leo y Angelita.
Ya casados Lázaro y ella y con dos niños, a los que llamaron Mari Carmen y Nilo, fue cuando se mudaron a Palencia por el trabajo de él, a una casa molinera de San Antonio. Pronto, Natalia se familiarizó con el barrio, tanto que, cuando se impuso un segundo cambio de residencia para que pudiera estar siempre acompañada, ella se resistió bastante: «Su casa es su casa, y a veces habla de volver a ella, además de que en general nunca le gustó demasiado viajar», explica su nieta.
En el árbol genealógico brotaron más ramas cuando por parte de Nilo llegaron Natalia y Milvia; y por la de Mari Carmen, Sara y Javier. A día de hoy, Sara tiene a una niña que se llama Ana; y Natalia (nieta) suma dos hijos más, Rubén y Paola. Este año, la celebración no les reunirá a todos, aunque no faltará de nada, ya que algunas dosis de cariño se anticiparán por videollamada o se espaciarán a lo largo de los días. En los últimos meses, las visitas a la abuela son algo difíciles: hasta la más pequeña ha tenido que aprender que «no se toca». Aunque Natalia nunca fue de muchos besos y abrazos, a buen seguro guardará alguno para cuando se pueda, así como para los que tengan que festejarla con algo de retraso. Fijo que, si no cae un trozo de tarta de cumpleaños, habrá algún otro dulce con el que brindar. Y a por los 101.
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