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Pocas situaciones son más preocupantes en la actualidad para un hostelero que tener dentro de la barra a un trabajador contagiado. El miedo entre los clientes se propaga a una velocidad muy superior a la que lo hace el virus y la noticia del positivo de un camarero es capaz de dejar desierto un bar de moda en cualquier lugar del mundo.
En el Bar Sevillano de Cervera de Pisuerga saben bien la capacidad de propagación del miedo al contagio después de que uno de sus seis camareros, Ezequiel Gómez 'Zequi', arrojase un resultado positivo en una PCR el 10 de octubre. «Estaba trabajando. Abrí a las 8:00 y cuando salí a las 16:00 horas empecé a tener dolor de piernas, de brazos y luego me pasó al estómago. Me empecé a notar mal, aunque no le di más importancia y al día siguiente fui a trabajar. De 8:00 a 12:00 fui tirando, pero después estaba muy mal, hasta que a las 16:00 le tuve que decir a mi compañera: 'Marta, hija, recoge tú que yo no puedo ni poner un café», relata el propio 'Zequi', que comenzó su particular calvario en ese instante. «Marta me dijo que no me preocupara, me fui y según llegué a casa me metí en la cama sin comer. Estuve muy mal, fui al médico, me hicieron la prueba y di positivo. Estuve tres días tomando antibiótico y paracetamol, pero yo veía que cada día me encontraba peor. Me mareaba, tenía muchos sudores y me daban unas tiritonas enormes, aunque no tenía fiebre», explica este camarero de 54 años.
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Tras conocer el positivo, el jefe de 'Zequi', Diego Sardina, se extrañó de que no se pusiera en contacto con el bar ningún rastreador, por lo que decidió preguntar por su cuenta qué es lo que debía hacer. «Fui al centro de salud, salieron de Urgencias y me preguntaron si trabajábamos con mascarilla, les dije que sí y me dijeron que no me preocupara, que si teníamos algún síntoma que fuéramos. Yo les expliqué que tenía miedo de poder generar un brote si teníamos algún asintomático, pero me comentaron que no me hacían PCRhasta que algún contacto estrecho tuviera síntomas. Así que al día siguiente cerré y me fui a una clínica privada para que nos hicieran a todos los test. Cerré por mi voluntad», explica.
La noticia del positivo de 'Zequi' corrió como la pólvora en el pueblo. Y, como suele suceder en estos casos, la 'rumorología' comenzó a divulgar bulos, tal y como asegura el dueño del bar. «La gente habla mucho sin saber y se hace daño a los negocios con mentiras. Han llegado a decir que yo lo tenía y que estaba trabajando contagiado», explica Sardina, que por suerte no ha pasado la enfermedad, pese a trabajar codo con codo con un positivo.
Mientras todo eso sucedía en el bar, la salud de 'Zequi' no mejoraba. «Mi mujer me dijo que así no podía estar. Llamó a Urgencias, vinieron, me pusieron suero, llamaron a la ambulancia y me llevaron al hospital», explica el camarero, que reconoce que el tiempo que duró su ingreso fue muy duro para él a nivel psicológico. «De los diez días que estuve en el hospital, seis los pasé muy fastidiado. Estás solo, encerrado, sin que nadie te pueda ver. Aunque no quieras, empiezas a darle vueltas a la cabeza y no tienes nada con lo que distraerte. Las televisiones funcionan con monedas y no tenía ninguna para poderla poner cuando estaba un poco mejor», sentencia este padre de familia, que cree que las televisiones deberían poderse ver gratis en los hospitales durante la pandemia. «Estar tanto tiempo solo, aislado en un momento tan complicado, es muy difícil y la televisión es algo casi de primera necesidad. Gracias a unos amigos que viven en Palencia al menos las enfermeras me pudieron dar veinte euros en monedas para que pudiera distraerme algún día. Esto fue por la ayuda de estos amigos, pero no creo que todo el mundo tenga esta posibilidad y mucha gente se pasará días tan complicados como los que he pasado yo mirando al techo. Eso es muy duro», explica.
Aquellos días difíciles fueron pasando, pero las secuelas en forma de cansancio y dolor de extremidades han impedido a 'Zequi' volver al trabajo, aunque si estuviera completamente recuperado, tampoco podría trabajar. El Sevillano está cerrado hasta nueva orden porque a Diego Sardina no le saldría rentable abrir la persiana para servir tan solo en la terraza. Cervera de Pisuerga es un pueblo del norte de Palencia, en el que el termómetro acostumbra a ponerse en negativo en estas fechas, y eso complica el trabajo en la calle. Así que, a este camarero no le queda más remedio que esperar para vivir su regreso detrás de la barra, aunque mientras llega ese día asegura tener la conciencia muy tranquila. «Estoy seguro al 100% de que no he contagiado a ningún cliente. Pongo la mano en el fuego por ello porque en la cafetería en la que trabajo somos seis y todos han dado negativo. El bar es un lugar seguro. Si no se lo he contagiado a mis compañeros, que estamos todo el día en contacto, no se lo puedo contagiar a un cliente, que está cinco minutos en el bar, se toma una consumición y se va», asevera este hombre, que ha sufrido en carne propia la crisis sanitaria que ha generado la pandemia y la económica que está viviendo el sector al que se dedica.
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