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Sus temas han hecho un pacto con Mefistófeles para vivir una eterna juventud, por más que en la melena de Álvaro Urquijo los cabellos empiecen a contarse ya unos a otros. Parafraseando a Francisco de Quevedo, Ramón Arroyo, que tiene (o tenía) familia política en ... Herrera de Pisuerga, continúa a una guitarra pegado, cuasi disecado. Nada es igual, salvo para Los Secretos. Todo es igual menos la ausencia de Enrique, uno de los mejores compositores del país a quien 'la movida madrileña' le pasó una factura impagable. 'Agárrate a mí María' es parte del legado de ese genio de la música. Igual que 'Déjame', 'Pero a tu lado' o 'Quiero beber hasta perder el control'. También otro tema con una singular historia (Joaquín Sabina le pasó a Enrique Urquijo las primeras estrofas de una canción en una servilleta y cada uno continuó la composición a su manera: Sabina, con 'Y nos dieron las diez', y Enrique, con 'Ojos de gata').
En esas versiones de composiciones míticas, no faltó 'Échame a mi la culpa', una de las canciones románticas de Albert Hammond que ha entrado en la nube de la memoria de Los Secretos y con la que en la noche del sábado deleitaron a los palentinos tras empezar el concierto con 'Solo ha sido un sueño'.
Palentinos 'sesenteros' y 'setenteros', pero también de otras generaciones devotas de este grupo que sopla cuarenta velas pero siempre actual, evidenciaron que están en el cuadro colgado de los Urquijo. Y que no querían que amaneciera, que tocaran mientras durara la noche, y después perderse por la calle del olvido, tarareando sus éxitos.
En su casa también ha podido ver a Los Secretos Leticia Martín, a través de los vídeos que le hacía llegar su hermana Viva. En esos vídeos, los componentes del grupo aparecían con una de las camisetas que esta palentina de 39 años ha pintado durante su convalecencia en el módulo de aislamiento de un hospital luchando contra la leucemia, unas camisetas con mandalas (representaciones simbólicas espirituales y rituales del macrocosmos y el microcosmos, utilizadas en el budismo y el hinduismo) que diseñaba mientras se recuperaba. «Cada vez que pintaba era un pasito adelante», comentaba Viva en el 'backstage', mientras una camiseta colgada en uno de los amplificadores del escenario en el que tocaba su grupo favorito significaba el agradecimiento a Ascol, una asociación de ayuda a las familias de enfermos de leucemia de Salamanca que tanto les ha apoyado a Leticia y los suyos.
Los Secretos siguieron tocando, eternos en su estrechón de manos con el diablo, insuflando fuerzas a Leticia. Y mientras, alguien creyó ver a Mefistófeles tomando una caña en El Chaval del Lorenzo.
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