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Anabel, tras recibir el alta hospitalaria junto a una pancarta de ánimo. EL NORTE
Coronavirus en Palencia: «Me han salvado la vida mis compañeros de trabajo»

«Me han salvado la vida mis compañeros de trabajo»

Anabel García Lorenzo ·

Es la supervisora de enfermería de la sexta planta del Hospital Río Carrión, donde ha estado ingresada para superar la neumonía que le causó la covid-19

Marco Alonso

Palencia

Sábado, 16 de mayo 2020, 07:37

Ponerse en el lugar del otro es fundamental para que las labores asistenciales de enfermería consigan su objetivo. Eso es algo que ha aprendido la supervisora de la sexta planta del Hospital Río Carrión, Anabel García, a lo largo de sus 40 años de experiencia, y para llegar a esa conclusión no había necesitado ocupar una habitación en un complejo hospitalario, aunque reconoce que, el haber estado ingresada 19 días en el Hospital Río Carrión en una compleja lucha personal contra la covid-19, le ha hecho llevar su empatía a una fase superlativa.

«¿Quién me iba a decir a mí que iba a ingresar en mi planta, en la sexta», se pregunta Anabel, que ha sentido en carne propia lo que ayudan a los enfermos de coronavirus los cuidados del equipo que tiene a su cargo. «Me he sentido muy arropada. El personal está muy pendiente de todos los pacientes. Antes sabía que había un equipo de profesionales de 10 en el hospital y ahora puedo decir bien alto que ese equipo me ha salvado la vida», explica esta enfermera, que ya no podrá mirar de la misma forma a las personas a las que supervisa. «El hecho de haberme mimado en este momento no les va a cortar de decirme lo que no les gusta y de reivindicar lo que crean oportuno y yo, desde mi puesto, también tendré que asumir mi responsabilidad, aunque las adoro y las quiero en el alma», recalca.

«He visto a personas fallecer por esto y saber cómo se comporta la enfermedad me hizo tener miedo»

El viernes 3 de abril fue el último día que Anabel fue a trabajar. Le habían repetido tantas veces que era una heroína que llegó a creérselo hasta tal punto que estaba convencida de que no se iba a contagiar, pero se equivocaba. «Aquel día me costó hasta llegar a casa después de trabajar. Estaba agotada, no podía respirar bien e incluso me ahogaba. Lo achacaba al cansancio y al estrés del trabajo hasta que empecé a tener fiebre y me di cuenta que lo había cogido», apunta esta enfermera, que trató de pasar la enfermedad en casa, pero el día 11 del mes pasado tuvo que ser hospitalizada. «A todos los pacientes les habrá ocurrido lo mismo. Salir de casa y dejar a tu familia es una sensación tremenda. Ellos no me podían acompañar y yo sabía que les dejaba con muchísimo sufrimiento porque eran conscientes de que estaba realmente mal», señala.

Saber los daños que causa el coronavirus en los pacientes añadió a Anabel una dosis de intranquilidad. Una pequeña mancha en el pulmón se convirtió en muy poco tiempo en una neumonía bilateral con graves complicaciones y esta enfermera, con los conocimientos previos que tenía, se temió lo peor. «Había visto que algunos pacientes se ponían tremendamente mal en muy poquito tiempo, que es lo que a mí me ocurrió. He visto a personas fallecer por esto y saber cómo se comporta la enfermedad me hizo tener miedo», explica Anabel, que en todo momento se sintió arropada por su equipo, formado por unas 25 personas entre enfermeras y auxiliares. «Entraban y me repetían una y otra vez que iba a salir y no se equivocaron. Ha sido la experiencia más increíble a la que me he enfrentado en mi vida», reconoce.

El miedo que vivió esta palentina se unió a otros sentimientos que convirtieron su estancia en todo un carrusel de emociones. «Sientes mucha soledad porque son muchas horas. Todo el personal intenta apoyarte, agradarte, pero no pueden estar en la habitación contigo permanentemente. Son muchos los pacientes a los que hay que atender y tampoco deben pasar mucho tiempo en las habitaciones porque se arriesgan al contagio», apunta Anabel a la que, como a los demás pacientes, llamó el equipo de psicólogos del hospital. «La tensión emocional es increíble. Es lo más duro que estamos viviendo. Todo este cúmulo de sentimientos nos van a pasar factura. Sin duda», incide.

Y con tanto tiempo para pensar durante el aislamiento en el hospital y tantas preocupaciones en la cabeza, esta enfermera encontró un gran alivio en la lectura. Las cartas de ánimo escritas por vecinos anónimos remitidas al hospital le ayudaron a sacar fuerzas de flaqueza. «Hay gente anónima que está escribiendo cartas de apoyo y ánimo a los pacientes y que las ha mandado al hospital. Una persona las recoge y las fotocopia para poder pasárselas a cada paciente en un taquito. Yo, que me he visto en el otro lado, las he leído. Algunas eran muy emotivas, otras eran pequeños cuentos y leerlas ayudaba mucho durante el ingreso», explica.

Anabel aún no ha vuelto al trabajo, se sigue recuperando tras las complicaciones que le generó la enfermedad y, pese a que lo que ha vivido ha sido traumático para ella y su familia, asegura que ha encontrado asuntos muy positivos en el mar de preocupaciones que ha tenido que navegar. «Estar al otro lado y ver al personal sanitario trabajar como lo está haciendo me ha producido un enorme orgullo de formar parte de este gremio», indica Anabel, que cree que la sociedad en su conjunto puede aprender mucho de las situaciones que se están viviendo. «Los pacientes nos regalan cada día una lección de esperanza, de lucha y de coraje. Ojalá estos valores nos guíen en nuestro nuevo destino tras la pandemia», concluyó Anabel, que espera volver pronto a esa planta sexta en la que le salvaron la vida.

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