«No sabía si podríamos llegar desde Tennessee»
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Beatriz Morales y su hija Sara ya están disfrutando de Palencia, después de un vuelo directo desde Nueva York hasta Madrid sin apenas asientos vacíosCompró el billete en junio, un mes antes de volar, sin ni siquiera saber si podría llegar a su tierra, a Palencia. «Lo cogí cuando lo vi tan barato, aún sin saber si podíamos viajar. Sí que ponía que si se suspendía por el coronavirus, devolvían el dinero o daban otro vuelo», rememora la palentina Beatriz Morales, desde casa de su abuela, donde está de visita, ya en su ciudad. La incertidumbre es el jarro de agua fría que ha salpicado a todo y a todos por la pandemia. Beatriz llevaba meses dándole vueltas a si podría venir este verano a Palencia desde Nashville, la capital del estado de Tennessee. «Todo ha sido tan raro este año que no sabía si podríamos venir y aterrizar. Estados Unidos estaba bloqueado y sí que tuvimos días de incertidumbre. Escribí un correo electrónico al Consulado de España en Nueva York y me dijeron que todos los españoles podían entrar en el país», afirma la palentina.
Lo que la covid-19 ha hecho, por primera vez en quince años, es que no pueda venir su hijo mayor, Liam. Al joven le caducaba el pasaporte en junio y cuando fue Beatriz a renovarlo, le dijeron que no llegaría a tiempo para volar a España. «El sistema para renovar allí es del año 'catapún'. Tienes que enviar tu pasaporte y suelen tardar entre cuatro y seis semanas de manera normal. Fui corriendo, y hasta me puse a llorar, porque me dijeron que ahora con el coronavirus tardan de tres a cuatro meses», recuerda con pesar. Liam podría haber entrado en España sin problema, porque tiene los dos pasaportes, el problema habría llegado a la hora de volver a Estados Unidos, donde no le habrían dejado pasar. Por este motivo se ha quedado con su padre en Nashville, mientras que Beatriz y su hija Sara están en España estos días de vacaciones.
Aunque ha variado el itinerario del vuelo. «Me han cancelado el viaje de vuelta que era directo de Madrid a Nueva York. Me dicen que ahora va con escala en Londres y que si quiero ir directa, tengo que volar varios días antes. Todavía está muy reducido el tema de los vuelos», argumenta Beatriz, que, tras estudiar Publicidad en la Complutense de Madrid, aterrizó en Nueva York para aprender inglés y ya nunca se fue del país. «Me apunté a unas clases en la universidad estudiando como 'second languaje' y trabajando por las tardes en un restaurante y justo conocí a mi marido. No pensé que me fuera a acabar quedando, pero estas cosas no se planean», argumenta la palentina, que se casó hace dieciocho años.
La pandemia en Tennessee ha tenido unas restricciones similares a España. «Lo más diferente es que allí nunca hemos tenido prohibición de no salir. Las tiendas cerraron y a los restaurantes podías ir a recoger la comida, solo para llevar. Llamabas y te la hacían para que fueses a buscarla. Y también cerraron los gimnasios, centros de yoga, colegios, todo eso también cerrado. Pero si querías ir al parque en bicicleta, sí que podías. Cada uno con su familia, eso sí. También a pasear con el perro, a cualquier hora. La gente en Tennessee sí que se lo ha tomado todo en serio», analiza Beatriz. «Los colegios fue lo primero que cerraron. Y las mascarillas ahora se empiezan a ver. En los supermercados te advierten de que tienes que llevarla. También te toman la temperatura en las peluquerías, no puedes ir acompañada de nadie... Cada negocio tiene sus reglas», agrega.
«En Estados Unidos hay focos aún muy fuertes, con algunas zonas muy mal, como California o Florida. Hay muchos casos también, porque allí hay mucha gente. Y los estados tienen independencia para decidir y algunos han querido abrir todo antes y por este motivo hay muchas críticas entre ellos», afirma Beatriz, que lo que más echa de menos –más allá de su familia, que es lo que más– es poder ir andando a los sitios. «Es la típica vida de las películas, que todo se hace en coche, ya sea para ir al colegio, a la compra... Nashville ciudad es para la gente joven y donde te acercas para ir a conciertos, pero las familias suelen vivir más en los alrededores, en casitas con jardín para los niños. Echo de menos el tener todo cerca y hacer todos los recados en veinte minutos», reconoce.
Otra cosa que echan mucho de menos –ella y los niños– es la comida. «Cuando vienen mis hijos a España es 'abuelita, abuelita, prepáranos unas croquetas, por favor'. Eso, sobre todo, y la tortilla de patata», afirma sin dudarlo. Las escapadas a Santander es otro de los placeres de los que está pudiendo gozar con Sara durante estos días.
La vuelta al colegio en Tennessee –ya este mes– aún es un poco incógnita. «Los públicos de momento han informado de que hasta el 10 de septiembre será 'on line'. Mis hijos están en colegio privado y estamos esperando porque si pasa Nashville a la fase 3, abrirán para ir en persona. Si nos quedamos en la fase 2, va a ser por Internet todavía», cuenta.
Beatriz había comenzado a trabajar enseñando español justo un par de meses antes de que saltase la pandemia. «Había empezado a dar clases en un instituto en enero y en marzo se acabó todo», argumenta, ante una nueva oportunidad. «Poca gente habla español en Nashville y tienen mucha necesidad, así que, si todo va bien, cuando vaya comenzaré en un colegio privado», añade.
Para llegar hasta Palencia y disfrutar de un verano en su tierra y con su familia, madre e hija tomaron un vuelo directo desde Nueva York hasta Madrid. «Se notaba que había menos vuelos, no los había diariamente como antes, y el avión iba prácticamente lleno. Eso de que dejan filas es mentira porque quedarían cuatro o cinco asientos libres», rememora. «Las comidas sí que eran distintas, venían todas en una bolsa de papel cerrada y te daban toallitas desinfectantes cuando subías al avión para limpiar un poco la mesita o las manos. Y eso sí, todo el viaje con mascarilla. La gente fue muy respetuosa», concluye la palentina, que está disfrutando de la comida, de la familia y de los paseos –sin coche– y de perderse en la Huerta de Guadián, que tanto le gustaba a su padre.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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