Aleksandra sonríe cada vez que ve la cámara. Lo hace desde que le tomaron fotos para hacerle la documentación. A sus cuatro años, disfruta comiendo un churro, sin entender qué hace aquí o por qué su madre y su hermana mayor están tan calladas y ... tristes. Su guardería en Nikolaev ya no existe desde hace un par de días, un misil ruso la transformó en un amasijo de hierros y restos, con algún dibujo infantil. La ucraniana Valentyna Neprokina, que ayuda como traductora de Cruz Roja, ha abierto las puertas de su casa de Palencia para acoger a su prima Olesia y las cuatro hijas de esta (Olena, Sofia, Milana y Aleksandra), que lograron salir de la guerra a través un corredor humanitario hasta Rumanía. Valentyna pidió ayuda económica el pasado 4 de marzo durante la concentración contra la guerra para ir a buscar a su familia a Ucrania, pero su madre tiene miedo, más por su hija que por ella misma, y no quiere que entre al país.
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Olesia y sus hijas consiguieron salir del horror de milagro. «Iban dos hileras de autobuses y la segunda sufrió un ataque», explica Valentyna, sin dejar de mirar a su prima, pendiente siempre del móvil. «Es una heroína, ha salido del país con sus cuatro hijas sola y ha viajado durante una semana para llegar hasta aquí», señala. En Bucarest, les ayudaron unos curas, quienes costearon su viaje en autobús a España, concretamente a Alicante. Hasta allí se desplazó Valentyna. Un vídeo inmortaliza el reencuentro, aún siguen llorando cuando ven esas imágenes, ellas y los familiares que aún permanecen en Ucrania.
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Desde el pasado 2 de marzo no tiene noticias de su pareja y padre de las niñas, que sonríen con timidez y ya dicen 'Hola, ¿qué tal?'. El miedo y la incertidumbre hace que duerman mal, sobre todo Olesia y la hija mayor, las que entienden todo lo que ha pasado y han tenido que dejar atrás. «Tengo muchas ganas de volver a casa, no he venido aquí para quedarme sino por necesidad», argumenta Olesia.
Valentyna conoce a más ucranianos que buscan huir y venir, pero denuncia que aquí falta una organización que lo regule todo. También cree importante contar con una sala o un lugar con juguetes para que se reúnan los niños ucranianos y «se sientan como en casa». Agradece de corazón toda la ayuda recibida de particulares, de compañeros de trabajo (Fasa) y del colegio Santa Clara de Asís para su gente y su país.
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