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Ha pasado ya un año desde que Áureo López, un vecino de Alba de Cerrato que el próximo 11 de marzo cumplirá los 90, se convirtió en el primer castellano y leonés que recibió la vacuna contra la covid. «Esto es como una ... clausura, pero estamos bien, nos cuidan bien, y la situación va mejorando, esta Navidad incluso hemos podido comer todos juntos, pero todos aquí dentro», expresa con emoción en la mirada, la que se traduce por encima de la mascarilla que se ha convertido en su prenda imprescindible. Áureo López evidencia que la vacunación es ineludible, «y no adelantamos nada si no lo hacemos todos, yo fui el primero, pero esto es cosa de todos, y en esta residencia no hay nadie sin vacunar, esa es la clave», explica.
La residencia Santa Eugenia de Cevico de la Torre, en la que vive desde hace ya seis años, ofrecía ayer una estampa diferente, la de la satisfacción contenida entre sus 80 usuarios, que han superado todo lo que va de pandemia, y ya va para dos años, sin ningún positivo. Pero también siguen teniendo mucha cautela, incluso miedo, por lo que Mari Bilbao, la supervisora del centro y segunda en pincharse el año pasado tras Áureo López, se empeña en repetir que han tomado todas las medidas posibles, pero que «todas son pocas». Se erigieron en una referencia el 27 de diciembre de 2020 al ser la primera residencia en recibir la vacuna, y quieren seguir siéndolo por las barreras que han puesto al coronavirus y que por el momento ha frenado su entrada en el centro.
«Viví con mucha ilusión ser el primero, pero lo importante es que hay que vacunarse y tener mucho cuidado para combatir esta peste, a la que parece que ya habíamos vencido un poco, pero que ahora, con la Navidad, a ver qué pasa, porque mucha parte de la culpa es de la gente», afirma convencido Áureo, con una lucidez y una soltura ante las cámaras para la que ya se preparó hace un año. «Me eligieron a mí junto a Mari», dice sonriendo a la supervisora, que no oculta su particular cariño a Áureo, al que no duda en sacar del 'búnker' para atender a quienes grabar lo que ya se celebra como el primer aniversario en la residencia. «No os olvidéis de venir también el 11 de marzo, que cumplo 90 años», dice a la vez que pasea por la capilla de la residencia, la que fue aquel 27 de diciembre de 2020 uno de los primeros 'vacunódromos' de España.
Hasta entonces habían transcurrido casi diez duros meses, pero los doce posteriores tampoco han sido fáciles –la primera salida a la calle fue el 19 de febrero, once meses después del estallido de la pandemia–. «Extremamos las precauciones, no hemos dejado salir a ningún residente con su familia tampoco esta Navidad», asegura Mari Bilbao, quien también frena mucho a los usuarios en sus paseos hacia el pueblo. «Lo justo para ir a comprar lotería», apunta Alejandro Sastre, de 88 años, quien reconoce estar encantado en la residencia incluso en estos malos tiempos. «Hemos pasado una Navidad estupenda», dice. A su lado, Ana Casasola, de 92 años, que se apena un poco por no haber podido ir con ninguno de sus cuatro hijos, confiesa que hasta bailó después de un suculento menú. «Claro, de la panza sale la danza», le replica Áureo López. Son otros dos de los 84 residentes del centro, regentado por una fundación, «que permite que no nos falten epis, mascarillas y antígenos y PCR para las entradas de los trabajadores, porque seguimos siendo muy estrictos», asevera Mari Bilbao, la supervisora de una plantilla de 47 trabajadores fijos, «todos muy concienciados también», señala. Todo eso y además, tres pinchazos de vacuna ya cada uno. «La han tolerado muy bien, tienen una naturaleza muy fuerte y son todos encantadores», apunta.
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