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Nuria estalayo
Aguilar
Sábado, 27 de enero 2018, 20:04
«Todos los periodos de sequía tienen importantes consecuencias para el medioambiente, la agricultura, la ganadería, la salud o la economía. En el caso de un pantano puede afectar a la biodiversidad, sobre todo a la acuática». Así lo afirma la bióloga Conchi Pérez Santiago, ... profesora del instituto aguilarense Santa María la Real, que esclarece que «si hay poco agua, habrá pocos nutrientes y poco oxígeno, con lo que los seres vivos que se encuentran allí pueden ir desapareciendo».
Y es que el prolongado estiaje de este año ha afectado en gran medida a la flora y fauna del entorno, pero sobre manera se ha visto perjudicada una especie que llama mucho la atención por su forma y tamaño: las almejas de agua dulce o náyades. Estos moluscos bivalvos se hallan en estos momentos a centenares fuera de su hábitat, varados –y muertos la mayoría de ellos- en la orilla del embalse de Aguilar de Campoo donde vivían resguardados. La demoledora sequía que ha sufrido la comarca este año los ha expuesto y conducido al ocaso. Al quedarse fuera de la protección de las aguas del río Pisuerga se quedan indefensos a la vista de los depredadores. Principalmente, las gaviotas se han dado grandes festines a su costa en esta zona del norte palentino durante estos últimos meses del 2017.
Y se trata de una especie que hay que proteger y ayudar, puesto que es tremendamente beneficiosa para el entorno donde reside. La presencia de náyades en el lecho y riberas de los ríos es una garantía de la calidad de las aguas, del equilibrio del ecosistema. Estos moluscos viven generalmente formando grandes colonias enterradas o semienterradas en el sustrato, desde donde filtran el agua, y remueven y oxigenan el fondo de los cauces.
Desempeñan, por tanto, un importante papel como depuradores de aguas y fondos, ya que la capacidad de filtración de una náyade adulta puede alcanzar los 20 litros de agua al día, o incluso más. Esta cualidad beneficia al resto de la comunidad biótica acompañante, como son entre otros, los peces, con los que mantienen una estrecha relación para la reproducción.
«Nos encontramos pues ante uno de los elementos faunísticos que mayores servicios ambientales proporciona al ecosistema en el que habita», enfatiza Pérez Santiago, subrayando que «las náyades son también bioindicadores de la calidad de las aguas, y de las fluctuaciones del cambio climático». Las alteraciones de temperaturas y contaminación afectan a la estabilidad de las poblaciones de estas almejas de río. Del mismo modo, la profesora del instituto de Secundaria afirma que «forman parte de las especies más amenazadas del planeta, y se tienen que tomar medidas porque la extinción de estos pequeños depuradores naturales supondría un fuerte impacto en los hábitats acuáticos».
Las náyades son especies antiguas. Su origen se remonta al período Devónico (entre 410 y 360 millones de años atrás), según el registro fósil. Las rayas que tienen en la concha son marcas de crecimiento que estampan los años. Su concha se ha utilizado para hacer mangos de cuchillos; y la especie Unio Pictorum se llama así porque servía como paleta a los pintores.
Estas almejas se pueden comer sin perjuicio para la salud, pero para el fogón no son nada recomendables ya que la carne se mantiene dura y poco apetitosa dure lo que dure el proceso de cocción. Su forma de reproducción es muy curiosa. La hembra inhala por su sifón de entrada el esperma expulsado al agua por el macho, fertilizando los huevos en su interior. Más tarde, expulsa las larvas por su sifón quedando éstas suspendidas en el agua a la espera de encontrar algún pez, al que adherirse a sus branquias, escamas o aletas.
El período transcurrido en el cuerpo del hospedador es variable según la especie de náyade que se trate, pero el ciclo se desarrolla del mismo modo hasta convertirse en ejemplares juveniles. En el pez se enquistarán como si de un parásito se tratara, y sufrirán una metamorfosis hasta completar su desarrollo. Pese a lo que pueda parecer, durante este período el pez huésped no resulta dañado por ello. Pasada esta etapa estos, quistes se desprenderán cayendo al fondo donde comenzarán su vida adulta.
«Para su recuperación es muy importante mantener sanas las poblaciones de peces asociadas a cada especie», defiende la bióloga palentina, quien aboga asimismo por el control de la contaminación de las aguas dulces, el estudio detallado de las poblaciones y la ecología de estas especies; así como de los factores que ponen en riesgo su supervivencia. También recuerda que es primordial evitar el abuso en la utilización del agua para regadío.
«Son las diosas del agua», asegura Conchi Pérez. Pues su nombre hace referencia a las ninfas de la mitología griega que guardaban las corrientes de agua, las ninfas que protegen los misterios de ríos, fuentes y cursos de agua. «La tradición mitológica griega las llama náyades y a ellas se atribuyen éxitos y fracasos, tiempos de bonanza y catástrofes», relata.
La concienciación social sobre la necesidad de proteger a estas especies de invertebrados es la única forma de salvarlas, según la profesora. «Ha de ser iniciada desde actividades de educación y difusión ambiental, en las que se destaquen los beneficios aportados a los biomas. Es básico hacer llegar a los diferentes colectivos sociales y administraciones relacionadas con los hábitats fluviales, la información precisa sobre el delicado estado de conservación de estos animales y del valor ambiental derivado de su mantenimiento, que repercutiría, no solo en la calidad de un bien tan necesario para los humanos como es el agua, sino en el resto de la comunidad biológica dulceacuícola», añade.
En los últimos años se han puesto en marcha diferentes proyectos que tratan de garantizar la conservación de algunas poblaciones de náyades ibéricas, prestando especial atención a algunas con poblaciones muy escasas. Quien pasee por el pantano aguilarense o cualquier otro, si se tropieza con estas almejas aún vivas y fuera del agua, que no dude en lanzarlas al interior del embalse y contribuir así a la salvación de estos bivalvos, tan valiosos para el ecosistema.
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