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Javier Herrero posee desde el 19 de mayo dos fechas de cumpleaños. La de su nacimiento, el 18 de mayo de 1979; y la de ... su salida del Hospital Clínico de Valladolid, el 19 de mayo de 2020. Dos celebraciones consecutivas que conmemorará anualmente este palentino tras permanecer 41 días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en el Clínico. «Todo empezó con un dolor en el costado. Al principio me dijeron en el centro de salud de Pintor Oliva de Palencia que podía venir de la vesícula. Al no ver las cosas claras, me mandaron al Hospital Río Carrión, donde empezaron las sospechas del coronavirus. Acto seguido me enviaron a Clínico de Valladolid», recuerda ya más tranquilo Herrero desde su hogar en Villamoronta, donde ha iniciado su larga recuperación.
Su paso de la covid-19 por el organismo de Herrero le dañó los pulmones y el corazón, lo que propició que trasladaran a Javier Herrero hasta Valladolid. «Ha estado hasta el 14 ingresado en la UCI. Tres semanas intubado y con llamadas solo de los médicos. Además, desde el principio, fueron bastante claros. La primera vez que le intubaron la médico me dijo que si no lo hacíamos se quedaba en el sitio, pero si lo hacemos, a lo mejor también. Cómo puede ser que estuviera bien y en pocos días estar como estaba, sin saber dónde se pudo infectar», se pregunta su mujer, Cristina Patus, que ha sufrido durante más de 80 días la enfermedad de su marido desde la distancia, a la par que cuidaba a sus dos hijos, Daniela y Manuel.
Lo que al principio se pintaba de negro fue tornando la tonalidad del desenlace. Cada vez había más esperanza, hasta que Javier despertó tras tres semanas intubado. Una vuelta a la vida que dejó secuelas los primeros días. «Las dos primeras noches, tras despertarme, casi no podía ni dormir por el miedo de que me pasara otra vez algo. Hay también un trastorno mental importante. Pasaba mucha angustia. Estaba convencido de que si me dormía, me quedaba en el sitio, pero gracias a los médicos lo podemos contar», recuerda Javier, que desde Villamoronta pretende recuperar su normalidad.
Su mujer sigue de ERTE y él estará cerca de un año sin pisar la fábrica de armas de la capital palentina, donde trabaja. «Los compañeros y directivos me han llamado muchas veces y me han dicho que lo primero es la salud», apunta Herrero, que insiste, por su experiencia, en guardar precaución para evitar contagios, a la vez que felicita y agradece el esfuerzo de los sanitarios en Valladolid y Palencia.
Una salud que ha sido seriamente dañada al perder cerca de 20 kilos y cuya recuperación es tildada por el propio Herrero de «muy complicada». «No he empezado la rehabilitación médica. El corazón está muy débil y me han dejado hasta septiembre para ver si va cogiendo fuerza. Al principio prácticamente no podía mover ningún músculo y los primeros días me tenían que dar de comer. Era incapaz de mover las manos, por ejemplo», detalla el propio Javier Herrero, que ha encontrado en su pueblo un excelente hogar para recuperarse. «Me empiezo a encontrar mejor. Ando despacito, pero me defiendo con la ayuda de muletas y de mis padres y de mi mujer. En Villamoronta doy paseos por la acera de la casa y hago los ejercicios que me ha dicho el fisioterapeuta. Estoy en un proceso de alimentarme bien y coger fuerzas», concluye.
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