¿Qué pasó con los benedictinos de San Isidro de Dueñas?
El cisterciense Joaquín López Serra ha investigado el destino de los antiguos monjes del monasterio
fernando caballero
Palencia
Martes, 19 de septiembre 2017
Los monjes cistercienses ocupan San Isidro de Dueñas desde 1891, cuando la familia de Salamanca Sánchez Tabernero compró la finca, de propiedad particular desde la desamortización, y se la cedió a los trapenses de Santa María del Desierto, en Francia, para fundar una comunidad. Pero antes de la llegada de los trapenses, el cenobio eldanense había sido ocupado históricamente por benedictinos, que vivieron un siglo XIX tumultuoso por las tres exclaustraciones que sufrieron, que acabaron con el abandono definitivo de la abadía.
Estos tres procesos han sido estudiados por Joaquín López Serra, monje cisterciense que es archivero y documentalista de San Isidro. La investigación se ha plasmado en el libro ‘El monasterio de San Isidro de Dueñas en el siglo XIX. Las tres exclaustraciones de la comunidad benedictina (1807-1853)’ (200 páginas, 10 euros). Con 350 notas a pie de páginas y un apéndice documental, la publicación aborda las salidas de los monjes cistercienses que se produjeron en 1807 con motivo de la ocupación francesa, en 1820 tras la entrada en vigor de la Constitución de 1812 –el rey Fernando VII fue obligado a jurarla y tras la proclamación del nuevo gobierno no se tardó en legislar contra las órdenes religiosa– y la de 1835 por la desamortización de Mendizábal.
Desde la clausura del monasterio eldanense, López Serra explica que comenzó a trabajar esta investigación a mediados de los años ochenta del siglo pasado, a raíz de unas ‘notas sueltas’ de 1842 que encontraban en el último ‘Libro de obras’ de la comunidad benedictina, «que explicaban lo ocurrido durante las tres exclaustraciones». Estas notas constituyen la «fuente base» de su estudio, documental del que se conserva una fotocopia en el archivo de San Isidro. «Para profundizar tuve que investigar en el Archivo Diocesano de Palencia y también en el Archivo Histórico Provincial de la capital palentina, donde se conserva distinta documentación de la época, así como en diversos archivos parroquial de la provincia. Evidentemente también en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, donde se encuentra el mayor del parte documental del antiguo archivo de San Isidro», explica e monje cisterciense.
Joaquín López Serra destaca la aportación de este libro a l a historiografía sobre el monasterio. «La historia de San Isidro es amplia y muy compleja, todavía sin estudiar en profundidad. Los trabajos históricos sobre el monasterio han sido escasos, contando solamente con una Historia del Real Monasterio de San Isidro de Dueñas, escrita con pocos recursos por el padre Damián Yáñez en 1967, y últimamente la publicación de la colección diplomática del periodo cluniacense de San Isidro (911-1478), del doctor Reglero de la Fuente. Mi libro es un simple granito de arena de los últimos años benedictinos de San Isidro».
La primera exclaustración se produjo en 1807 debido «al intento de Napoleón Bonaparte de apoderarse de España y la consecuente Guerra de la Independencia». «Ya en el 1807 las tropas de Napoleón se apoderaron del monasterio convirtiéndolo en cuartel, y los monjes tuvieron que refugiarse en la granja de Santa Coloma, cerca de Hontoria. A lo largo de la dominación francesa se fueron sucediendo distintos decretos de restricción de los monasterios masculinos. San Isidro fue suprimido en abril de 1809, finalmente en agosto del mismo año se decretó la supresión de todos los monasterios españoles. La comunidad de San Isidro contaba en aquellos momentos con 22 monjes y 4 hermanos legos», relata.
Los monjes pudieron volver a su monasterio en 1814, «pero la inestabilidad política de España era evidente. «Desde 1812 se había proclamando la Constitución de Cádiz que el rey Fernando VII tuvo que jurar en 1920. De esta forma, el comandante liberal Rafael Riego tomo el poder de la nación y de nuevo fueron suprimidos todos los monasterios de monjes, excepto los mendicantes. Fue en este periodo cuando San Isidro perdió su jurisdicción territorial propia pasando al municipio de Dueña», señala el López Serra. En San Isidro había 19 monjes y dos legos que pudieron regresar en 1823.
La última exclaustración fue la ordenada por Juan Álvarez Mendizábal, presidente del Gobierno, por decreto del 11 de octubre de 1835. «El fin era apropiarse de todos los bienes de los monasterios para engrosar las arcas del Erario público. Esta vez se perdieron los bienes de todos los monasterios con todas sus posesiones, edificios y tierras pasando a manos del Estado y vendido a particulares», explica el autor. El 18 de octubre de este año los 21 monjes y 4 legos que había abandonaron el monasterio para siempre.
¿Qué ocurrió después de las exclaustraciones? «La primera dañó muchísimo la fábrica del monasterio, se perdieron todos los enseres y muchos documentos del archivo y biblioteca. Sin embargo se pudo recuperar parte de lo que se había perdido, pero los gastos de reparación del monasterio dejó a los monjes cargados de deudas y obligados a llevar una vida extremadamente sencilla y pobre. La segunda vez el daño fue bastante menor y pronto se recuperaron de los estragos sufridos. Entraron novicios y la economía, sin ser boyante, se fue levantando poco a poco», añade.
Entre los objetos de valor que se perdieron destaca Joaquín López Serra la urna de plata del siglo XVII que contenía las reliquias del patrón del monasterio, san Isidoro de Quíos, la cual fue destruida por los franceses, mientras que los pocos objetos de plata propios del culto se perdieron en la última exclaustración. No obstante, el cenobita reconoce que «San Isidro siempre fue un monasterio modesto y nunca tuvo objetos de gran valor, ni siquiera en la biblioteca o en el archivo».
El autor del libro considera las exclaustraciones que sufrieron los monasterios españoles supusieron «unas pérdidas irreparables que afectaron al patrimonio cultural y artístico de España y de su Iglesia». «El paso de los franceses fue devastador», asevera. «También lo fue la desamortización de Mendizábal, que provocó la desaparición para siempre de innumerables monasterios. Se pretendió eliminar la vida monástica acusándola de ser algo inútil y nocivo para la sociedad. Sin embargo, a nivel espiritual, provocó una renovación y un nuevo auge eclesial, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia de la Iglesia, siempre perseguida pero nunca vencida», apostilla.
El libro detalla el destino de los monjes benedictinos, lo que ofrece numerosas anécdotas, «la mayoría no demasiado agradables», puntualiza López Serra. Se conserva la dramática carta del último abad, Dom Bernardo, que relata la extrema pobreza en que vivía la comunidad en los últimos años. Este monje permaneció como párroco en San Isidro durante un tiempo y terminó sus días en la parroquia de San Miguel de Palencia. Otra carta la firma la tía de un monje que reclama la paga para su sobrino en la que manifiesta la falta de recursos para sobrevivir. O el caso del hermano Teodoro, enfermo mental, que finalmente fue acogido caritativamente por una familia de Dueñas. En 1844, fray Benito Fernández regresó al monasterio, pero esta vez en calidad de párroco de la iglesia abacial donde radicaba la parroquia del contorno, y falleció a los 45 años víctima de la epidemia del cólera que azotaba la población de Dueñas, al ofrecerse para ayudar al párroco de la villa. Son algunas historias que recoge López Serra del destino de los últimos benedictinos de San Isidro de Dueñas.
Con este libro, sale a la luz una capítulo tumultuoso de la historia de San Isidro de Dueñas en el final de la etapa benedictina. Sobre las lagunas historiográficas sobre el monasterio, López Serra reconoce que «siempre se puede estudiar una época o periodo de tiempo desde diversos ángulos y distintos matices». «Todo trabajo de historia es susceptible de ser mejorado y profundizando en aspectos concretos. Mi intención, al publicar este libro, ha sido el de dar a conocer toda la documentación inédita que he podido encontrar en los distintos archivos sobre el monasterio. Considero que es esta la mayor aportación de mi libro para la historia de San Isidro, pero, evidentemente, pueden aparecer aún nuevos datos y encontrar nuevos documentos que aporten más luz para profundizar, por ejemplo, sobre el priorato de Santiago del Val, cerca de Santoyo, o la Granja de Santa Coloma de Hontoria, lugares que pertenecieron a San Isidro de Dueñas», concluye.
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