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Canal de Castilla a su paso por la localidad palentina de Grijota. Soraya de las Sías
Un paseo por el Canal de Castilla y la estupenda gastronomía local
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Un paseo por el Canal de Castilla y la estupenda gastronomía local

Las tres esclusas de Grijota generan suficiente fuerza motriz como para mover sus cuatro molinos

L. z. l.

Palencia

Domingo, 28 de marzo 2021, 11:48

El sol se refleja en las exclusas y en el agua mientras una ligera brisa hace que se muevan las primeras hojas de los árboles. La primavera se abre paso en el Canal de Castilla, una de las obras de ingeniería más increíbles de España, que cuenta con un tramo bellísimo en Grijota.

La historia del Canal de Castilla está ligada a la de la modernización de España. Su construcción duró casi un siglo, entre 1753 y 1849, y supuso uno de los primeros intentos de la Ilustración de conceder más oportunidades a Castilla. Más allá de su carácter navegable que debía convertirlo en una forma de transporte interior, se concibió como una gran oportunidad de modernización del territorio castellano. Pero fue especialmente importante la fuerza motriz hidráulica de sus diferentes saltos, que se aprovechó a nivel industrial

Los pequeños molinos harineros proliferaron en torno al Canal de Castilla, lo que supuso una revolución de las fábricas de harina en el siglo XVIII, que se convirtió en la principal actividad industrial de Castilla y León. Y aquí jugó un papel fundamental Grijota y su tramo del Canal de Castilla.

El Serrón, punto del que parten el Canal de Campos y el Sur, se convirtió en uno de los enclaves industriales más importante de Castilla a finales de dicho siglo. Cuenta con tres esclusas que generan suficiente fuerza motriz para mover sus cuatro molinos harineros, equipados con los mayores avances técnicos de la época y graneros para garantizar el suministro. Allí vivían y trabajan 23 familias.

Así que un paseo por el Canal de Castilla es mucho más que un día en medio de un bello paisaje, es un recorrido por uno de los momentos más vibrantes de España. El momento en el que el Reino decidió dar un paso definitivo hacia la modernidad. Y lo hizo a través del agua y la ingeniería, juntando así la inventiva del hombre y la fuerza de la naturaleza.

Lechazo asado. Ramón Gómez

Un tranquilo paseo por la ribera del Canal descubre al visitante lo titánicas que fueron las obras en pleno siglo XVIII. Hubo que movilizar toda la tecnología de la época y hay que recordar que al Canal de Castilla se le conoce como la Catedral del Agua, por la belleza de la cantería con la que se construyen las esclusas. Para salvar un desnivel de 150 metros, los ingenieros construyeron 49 esclusas, dos presas de retención, y 70 puentes y acueductos. Una obra increíble que se ha mantenido en el tiempo y que ahora permite disfrutar de un agradable paseo en familia, perfecto para descubrir la naturaleza de la zona, pero también la historia de una de las obras de ingeniería más importantes de la historia de España. Y lo mejor de los paseos es que luego abren el apetito. Y en Grijota se puede disfrutar de una gastronomía con sabor propio. Heredera de una gran tradición ligada al pan, esta localidad se ha convertido en uno de los lugares icónicos para probar el famoso lechazo asado en horno de leña. También son una buena opción las recetas de puchero, perfectas tras una caminata por el Canal de Castilla. Sin olvidar los productos de la matanza, que en Palencia tienen el sabor casero de toda la vida.

Joya arquitectónica

Y tras el paseo por el Canal de Castilla y la comida puede ser un buen momento para jugar unos hoyos de golf o acercarse para conocer la Ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, una pequeña joya en el centro urbano de Grijota.

Es un templo del siglo XIII dedicado a Nuestra Señora de los Ángeles, patrona del pueblo. La iglesia se construyó a caballo entre el románico y el primer gótico, lo que explica su aspecto tardorrománico y las bóvedas apuntadas del interior, características ya del gótico, el estilo arquitectónico que empezaba a abrirse paso en Europa desde Francia.

El templo es de una sola nave, con una capilla descentrada que se cree es de una construcción anterior. En su interior, el visitante va a encontrarse con el Cristo de la Salud del siglo XIV y otro barroco del siglo XVIII. Y como es habitual en la arquitectura palentina, en el exterior está la espadaña, que destaca desde lejos. Además luce unos bonitos canecillos y la portada de tres arquivoltas apuntadas sin ornamentación. Un templo de una sencilla belleza para descubrir.

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