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Ana Llavador lleva afincada en Guardo desde que tenía apenas un año, y aquí, en esta localidad, es donde desempeña un oficio artesano como es el del soplado de vidrio desde que en 1998 se instalase la Escuela de Vidrio perteneciente a la Fundación Centro Nacional del Vidrio de La Granja de San Ildefonso (Segovia).
Tras formarse durante dos años en este centro, en varias técnicas como el vidrio en frío y caliente, realizó diferentes cursos para completar dichos estudios. Desde entonces, se dedica plenamente a ello llevando a cabo tanto grabados como vidrio al soplete y diversas técnicas que requieran en cada una de las piezas.
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Esther Bengoechea
Una profesionalidad que le ha valido para proclamarse la primera española en ganar el concurso de sopladores de vidrio americano 'Ikonic Glass Competitions', una competición 'on-line' de elaboración de gnomos. Gracias a 'Guardin', Llavador logró alzarse con la primera posición después de destacar de entre el resto de los contrincantes tanto para el jurado como para el público.
Una participación que tuvo lugar de forma remota, ya que Llavador tuvo que grabarse en vídeo mientras elaboraba la pieza con especial atención tanto al comienzo como al final de ella. Una cinta que le permitió, primero, clasificarse entre los últimos cuatro finalistas para después poder ser votada por el público general.
El primer puesto le otorgó un soplete de vidrio americano valorado en más de 3.500 euros, además del reconocimiento como primera española en ganar este certamen. Llavador lleva más de dos décadas dedicada a este oficio que desempeña en Guardo, donde reside, tiene su taller y vende sus artículos en una tienda.
Toda una sorpresa para la vidriera palentina, quien se apuntó, pero sin llegar a valorar que pudiera resultar ganadora. Una victoria que, además, se va a traducir en la organización del mismo certamen en España de mano de Llavador, quien obtuvo el mayor número de votos de la historia del concurso. «Ha sido muy gratificante, de verdad», recuerda.
Viaje a Berlín
El impacto más cercano fuepoder viajar a Berlín, donde recogió de forma presencial el reconocimiento en la Conferencia de la Glass Art Society 2024. Además, tras su viaje a tierras germanas también ha contado en Guardo con la visita de un grupo de vidrieras irlandesas que viajaron hasta la Montaña Palentina para conocer su trabajo.
«Mi día a día en el oficio del vidrio es absolutamente intenso porque siempre tengo ganas de crear, de hacer e inquietudes totalmente absolutas sobre el material. Tengo pensadas muchas cosas, pero luego me apetece hacer otras. Es una estimulación continua, pero intento tener un orden», explica Ana Llavador.
Una rutina que mantiene de lunes a jueves, ya que el viernes se traslada a la tienda donde vende sus creaciones y de esta forma facilitar la adquisición de sus obras porque cuando se encuentra en el taller está completamente sola para evitar cualquier tipo de distracción. «El vidrio se trabaja en caliente y si paras se te puede estropear todo el trabajo», destaca.
Respecto a la posición de la mujer en este oficio, Llavador destaca que no es nada fácil, ya que cuando ella comenzó hace más de veinticinco años fue muy duro. «Basta que hicieras una vidriera y la fueras a colocar para que te dijeran que le estabas quitando el trabajo al cristalero. Ahora estamos algo más reconocidas, hay alguna sopladora, pero somos pocas. En Estados Unidos tienen mucho más valor y hay muchas más mujeres. No es fácil, pero como en otra profesión donde la imagen es el hombre, te exigen el doble», recalca.
Un papel que, además, en el caso de esta vidriera, desempeña en un entorno rural, algo que considera un auténtico atractivo para el pueblo, aunque muchas veces «no sea lo suficientemente valorado por las instituciones y no lo reconozcan tanto. Para mí también es un beneficio porque además de estar en la localidad donde me he criado es más barato que en la capital», concluye.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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