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Cuando en las casas palentinas, allá por los albores del siglo XX, se comía mucho caldo y poco sólido, igual que en las del resto de España, en sus comedores podía dar buena cuenta el viajero de manjares como langosta en salsa tártara, perdices en su jugo, pollo asado con berros o tarta de crema. «La cocina es inmejorable, tanto por la condimentación de los alimentos como por la calidad de estos», recogía en notas de viaje La Correspondencia de España el 26 de junio de 1914. «El propietario del Hotel Samaria, Rafael Alonso, en su deseo de montarlo a la altura de los de mayor fama de España, ha visitado los mejores de las más importantes capitales de Europa, adoptando todas aquellas reformas que pudieran contribuir al bienestar y comodidad del viajero. Este, a su llegada a la estación, dispone de coches propiedad del hotel, que está situado en lo más céntrico de la población y en el que no falta el menor detalle de lujo y confort. Hay en el hotel calefacción central a vapor, luz eléctrica y timbres en todas las habitaciones, cuartos de baño, sala de lectura y piano, cámara oscura (técnica utilizada para crear composiciones fascinantes en las habitaciones de los hoteles), garaje y habitaciones amplias, ventiladas y elegantes. Por tanto no es extraño goce de la fama que tan justamente ha alcanzado», añadían esas notas de viaje de la época al referirse al Hotel Samaria, un hospedaje mítico de la capital palentina de cuya ubicación inicial hay pocas certezas hasta que, posiblemente en 1917, se trasladase a la calle Don Sancho, ocupando lo que hoy en día es el asador-gastrobar Lucio.
Hasta esa fecha debió estar en la calle San Juan, la actual Valentín Calderón, y al menos desde 1907 su dueño fue Rafael Alonso Buzón, que falleció en 1920. Con posterioridad pasó a propiedad de Emilio Franco (está documentada su propiedad en el Boletín Oficial de la Provincia de Palencia del 19 de agosto de 1925), y hasta finales de los años 60 siguió abierto, siendo su dueña la hija de Emilio Franco, Jacinta Franco Pérez (está documentada su propiedad en el Boletín Oficial de la Provincia de Palencia del 15 de mayo de 1968).
La Acción, periódico maurista que se editó en Madrid entre 1916 y 1924, reflejaba el 29 de agosto de 1921 en sus páginas el glamour que rodeaba al Hotel Samaria y daba fe de que su propietario era Emilio Franco.
«Si Palencia no hubiera alcanzado ya el grado de esplendor que por su laboriosidad le corresponde, es buen seguro que el Gran Hotel Samaria sería la mejor demostración de que aquella hermosa ciudad es una de las que pueden figurar a la cabeza de las más importantes de España. Porque el Hotel Samaria dice, como ningún otro, de confort y buen gusto. Se halla instalado en magníficos salones de la calle Don Sancho, en los números 1 al 7, con vistas a la calle Mayor. Posee hermosas habitaciones, calefacción central, cuartos de baños, salón de exposiciones y de fiestas y dos soberbios comedores, uno reservado. El Hotel Samaria goza de envidiable reputación, pues a la comodidad de sus habitaciones, une un trato exquisito y una cocina ejemplar. Los huéspedes más distinguidos acuden al nombrado hotel. Cuando estuvieron en España los príncipes de Inglaterra, en él se hospedaron. En la actualidad, se están realizando obras de ampliación, dotando al repetido hotel de nuevas habitaciones, amuebladas con suma elegancia. Es propietario del Hotel Samaria el culto y dignísimo procurador de los tribunales don Emilio Franco, persona que por sus nobles cualidades goza de la consideración y el respeto de cuantos le conocen. Por todas estas razones, a nadie puede extrañar que el Hotel Samaria figure a la cabeza de los más acreditados de España», recogía La Acción.
Del Hotel Samaria ya se da razón en el Noticiero Salmantino el 28 de septiembre del año 1898, cuando se detalla la generosidad del dueño y su ayuda al prójimo más necesitado, que desde luego no venía cantando de Cuba, a pesar de lo que se perdió allí. «Procedente de Vigo pasó anteanoche por la estación de Palencia un tren hospital conduciendo 70 repatriados enfermos. La llegada del tren se supo con poca anticipación y ello fue causa de que hubiera alguna dificultad para proporcionar a los enfermos los auxilios necesarios. Afortunadamente, el dueño del hotel Samaria se prestó gustosísimo a enviar una abundante y buena sopa a la estación con la cual pudieron remediarse los enfermos. El dueño del hotel se negó a recibir cantidad alguna por el auxilio prestado a los repatriados», se informaba.
Los que sí que buscaban dinero, todo el que se pudiera en una época de tanta apreturas, eran los médicos o comerciantes que se alojaban en el Hotel Samaria y que hacían uso de los salones del establecimiento para ofrecer sus remedios o enseñar sus muestrarios, previo anuncio en el periódico, como uno que aparece en el del 11 de noviembre de 1909. «Hernias (quebraduras) de todas las clases. Curación radical en ambos sexos y todas las edades con el nuevo procedimiento Radium-Compresor-Medical-Resolutivo del gabinete de estudio Profesor Aparicio, herniólogo moderno (único en España) en Madrid. Un profesor médico clínico de la casa se encontrará en el Hotel Samaria los días 15, 16 y 17 de noviembre, donde recibirá a los enfermos que deseen hacer uso de dicho procedimiento curativo», se publicitaba en dicho anuncio en prensa.
«Antes de ser el Hotel Samaria se llamaba Grand Hotel, hay un cartel en el que se indica que fue un edificio construido de nueva planta exprofeso para hotel, que fue inaugurado en septiembre de 1909 y que su dueño era Federico García Sahagún, que fue propietario durante 16 años del Hotel Continental, establecido en el Patio del Castaño», señala Lucio Pastor, que en su asador-gastrobar de la calle Don Sancho conserva en uno de los salones el emblema del Hotel Samaria y piezas de vajilla, cubertería y cristalería.
«Había mucha competencia entre el Samaria y el Continental, ambos se robaban los clientes en la estación de trenes. Toda la vida social de la clase burguesa se hacía en esos dos hoteles, las recepciones de políticos... Pero el Samaria tenía mayor status», comenta por su parte el economista Luis Sendino, que colecciona como un tesoro postales de la época no solo del Hotel Samaria, sino de toda la ciudad. La primera postal antigua que compré fue a raíz de un estudio que quise hacer sobre mi bisabuelo, Hermógenes Sendino, que tenía un almacén de coloniales que surtía a gran parte de la provincia. Empecé a buscar el resto de la serie, y a partir de ahí intento coleccionar todo lo que son postales de las tres primeras décadas del XX, aunque también facturas, membretes... Mi afición son las postales circuladas y viajadas, escritas y selladas», hace hincapié este palentino dedicado a finanzas y marketing, que tiene desde hace seis años esta afición a las postales. «Igual tengo mil postales, las compro por Internet, en librerías de viejo, en mercadillos, a veces me hago con ellas por intercambio. Muchas de las postales antiguas de Palencia están en Cataluña y Europa», afirma Luis Sendino, que lleva tres ediciones del libro 'Imágenes postales de Palencia (1899-1930)', que puede comprarse en la librería Iglesias, Librería del Burgo y Mentor. «Estoy con el libro de postales fotográficas enviadas a toda Europa por Albino Rodríguez Alonso, el fotógrafo de la gárgola de la catedral», concluye.
Es testigo vivo de la notoriedad y fama de la que gozó el Hotel Samaria de Palencia, pues Fabiola Frisella es nieta de Emilio Franco, uno de los propietarios que tuvo el establecimiento hotelero, e hija de Jacinta Franco, que rigió el hotel con posterioridad. Fabiola Frisella, fruto del matrimonio de su madre con Domenico Frisella, un militar italiano que se hospedó en el hotel cuando vino a España en la Guerra Civil, nació en 1956 en el Hotel Samaria y allí vivió hasta los 13 años, cuando cerró sus puertas.
«El hotel, desde el número 7 de Don Sancho, daba toda la vuelta hasta lo que era antes el comercio de Lobato. Sufrió tres reformas, yo conocí la última, mi madre conoció todas. Recuerdo que en un periódico de 1961 venía un artículo en el que hablaban de mí, de la sorpresa que tuvieron en el hotel Samaria con la fiesta de sobremesa. Ponían que la iniciativa corrió a cargo de la hija del hotelero, una saladísima chiquilla de unos 6 años llamada Fabiola que de pronto apareció en el comedor vestida a lo andaluz y dio una serie de recitales de canto, poesía y baile que arrancaron nutridos aplausos entre los comensales. Era yo, claro», explica Fabiola. Por cierto, ese día en la fiesta estaban Los Xey, un grupo de San Sebastián que alternaron en su tiempo con los mejores artistas mundiales del género y cantaron ante presidentes como Miguel Alemán (México), Sánchez Videla (Chile), Eisenhower (Estados Unidos) o Batista (Cuba), que no tuvieron más remedio que corresponder a la admiración de la pequeña Fabiola.
«En el hotel estuvo hospedado el rey Alfonso XIII, Valle-Inclán, Unamuno, Pemán, Marañón...», afirma Fabiola, que fue testigo de una anécdota en el hotel que fue todo un escándalo en la época.
«En frente del cine Avenida había un club, el Gran Vía, y una de las chicas que actuaban estaba hospedada en el hotel. Una noche fue un comisario de Palencia a ver la actuación de paisano y la debió tocar donde no debía y comprobó que no era una mujer. Entonces se informó de que estaba hospedada en el hotel Samaria y que, aunque se hacía llamar Teófila, era Teófilo. Yo la conocí, era una mujer altísima, siempre iba con un pañuelo, sería por la nuez, era muy educada y un pedazo de mujer. Fue al hotel la Policía, la detuvo y la llevaron a la cárcel, y registrando la habitación encontraron uñas postizas, pelucas... Fue un escándalo para la época», rememora Fabiola, que tiene para llenar un libro con las anécdotas del Hotel Samaria.
«Contaba mi madre que en el hotel se hospedaron también Lola Flores y Manolo Caracol y que el servicio se escandalizaba cuando llamaban a la puerta y salían a abrir los dos en pelotas», añade jocosa Fabiola, no tan sonriente cuando habla de Franco.
«Las veces que vino Franco a Palencia, nos obligaban a poner las banderas en el balcón y allí estaba toda la Policía y la Guardia Civil en el hotel. Mi abuela me decía que no se me ocurriera decir la palabra Franco, que me llevaban a la cárcel, porque ella le tenía mucho asco. Durante tres años estuvieron los militares hospedados por la cara, y la confiscaron un montón de casas que tenía por la orilla del río. Mi abuela fue siempre republicana», afirma Fabiola, que se emociona al hablar de su abuelo, Emilio Franco.
«Era una bella persona, a la gente sin dinero les ayudaba. Mi abuela me acuerdo que se quejaba de lo que nos robaban. Yo creo que cogió el hotel por darle un capricho, por tenerla entretenida», asegura Fabiola.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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