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fernando caballero
Palencia
Miércoles, 17 de enero 2018, 00:03
Resulta difícil resumir en prosa periodística el «nuberío» –expresión del homenajeado– de versos, palabras, imágenes, sensaciones, giros poéticos, complicidades, guiños, metáforas, de muestras, en definitiva, de amistad y de cariño hacia Marcelino García Velasco. Imposible de resumir todo ello en un artículo, imposible de reflejar ... los momentos de emoción vividos este martes, sin lágrimas –a veces contenidas–, pero momentos conmovedores, y sobre todo llenos de sinceridad y de autenticidad.
La Institución Tello Téllez de Meneses y un grupo de amigos, liderados por Julián Alonso, han organizado este acto y la edición de un libro conmemorativo no porque Marcelino García Velasco haya sufrido este verano una peritonitis que le ha tenido al borde del «otro lado de la orilla» –otra expresión que utiliza–, sino porque se lo merece: es un referente, un maestro en el polifacético sentido de la palabra: maestro de escuela, maestro de poetas, maestro de la palabra, maestro de la amistad, maestro de la bondad...
El acto se desarrolló con una sencilla escenografía: en la presidencia, Julián Alonso, el homenajeado, el diputado Urbano Alonso, Carmen Casado y Rafael del Valle, bajo una fotografía del poeta realizada por Javier Marín, un piano en el que Álvaro García Arroyo cerró musicalmente el acto con una sonata de Haynd y un atril sobre el que leyeron los amigos del protagonista.
Rafael Martínez, secretario general de la Tello Téllez y conductor del acto, lo justificó por su propia persona y personalidad: palentino, académico (desde 1996) y director en la actualidad y maestro. «Uno de los intelectuales más presentes en el mundo cultural de Palencia». «Muñidor y tejedor de lazos culturales, aquí y fuera de aquí». «Hombre culto, gran conversador, amigo de sus amigos» y «uno de los referentes de la cultura contemporánea palentina con mayúscula». Son algunas de las definiciones que le dedicó Martínez para justificar el acto, que se celebró en un salón de actos del Centro Cultural Provincial prácticamente lleno. Entre el público, amigos, familiares, numerosas caras conocidas de la vida cultural palentina y no menos palentinos anónimos.
Además de las palabras de elogio, la que fuera catedrática de Lengua y Literatura en el instituto Jorge Manrique hasta su jubilación, Carmen Casado, ofreció una lección magistral sobre la poesía de Marcelo García Velasco, sobre el papel decisivo que tuvo en el movimiento de la revista Rocamador, de la que fue subdirector, sobre el «valor testimonial de su poesía en un tiempo dramático», su dimensión social, no en el sentido de la obra de Blas de Otero y Gabriel Celaya, sino en el sentido de orientar su poesía del «yo al vosotros» y porque «lo individual viene condicionado por lo colectivo». La poesía de García Velasco surge de la «contemplación viva y andariega», dijo. Casado analizó los libros del homenajeado y los principales temas que le preocupan: Castilla, la muerte –que ha dado lugar a «escritos de gran tensión dramática»–, la vida..., para concluir que el estilo de García Velasco se hace en cada libro «más preciso, más directo y más sobrio».
A partir de las palabras de Casado, comenzaron las intervenciones, a la vez que en la pantalla se proyectaban fotografías que resumían la intensa vida del homenajeado y sus relaciones con grandes poetas de la literatura hispánica. Rafael del Valle, presidente del comité organizador del homenaje, habló de los poemas irónicos y burlescos que proliferaron en la prensa palentina en las primeras décadas del siglo XX.
Cargados de sinceras palabras de reconocimiento se sucedieron los poetas y testimonios el poeta y director de El Norte de Castilla, Carlos Aganzo; Sari Fernández Perandones, que hizo presente a su padre, el recordado José María Fernández Nieto, con un retrato que escribió del homenajeado titulado ‘Marce’ y recogido en el libro ‘Galería’ (1972); Felipe Jensen (un alumno); Beatriz Quintana Jato; Elpidio Ruiz; Sara Tovar; Julián Alonso; Gonzalo Ortega –que reclamó la edición de una antología que recogiera gran parte de la obra de Marcelino– y Miguel de Santiago. Poetas algunos y académicos de la Tello Téllez otros, además de ese alumno que dijo que su maestro, allá por octavo de EGB, le enseñó una visión de la historia dentro de la tradición cultural europea.
Esta nómina se completó con Carmen, Carmen Arroyo, la mujer de Marcelino y también escritora, que definió a su marido como «un hombre inteligente, cálido en su trato, padre bondadoso y esposo fiel», y un hombre que «inspira paz y la transmite». Además de Carmen, habló su hijo Álvaro, quien destacó las bondades de su padre y los valores que le ha transmitido, especialmente la tolerancia y el amor a la tierra. Álvaro García Arroyo contó anécdota de su padre como maestro –él también fue alumno suyo durante tres cursos–y destacó que «el silencio era la norma en su clase», y como músico que es, interpretó a Haynd.
Fue su hija Carmen la encargada de entregar a su padre la bandeja y el libro conmemorativos del homenaje, publicación en la que han participado muchos más amigos y académicos, además de pintores, escultores y fotógrafos con sus aportaciones. El reconocimiento a Marcelino García se complementa con una exposición de su bibliografía en la Biblioteca Pública.
Y cuando habló el homenajeado, el silencio imperó en la sala. Fueron bellas palabras de gratitud ante el «nuberío de emociones que me me han desbordado», gratitud «incluso a mis muertos». Nunca esperó este homenaje, dijo, porque él solo es «un maestro de escuela». Palabras de gratitud declamadas como lo sabe hacer él, con ritmo y elegancia, llegando al corazón del público, que le brindó una prolongada y cálida ovación.
El acto lo cerró la presidenta de la Diputación, Ángeles Armisén, que se refirió al homenaje como «un verdadero festival de la poesía en un acto de justicia». «Cada día nos haces más felices con tu obra», se refirió a él la titular de la institución que colabora estrechamente con la Tello Téllez.
El homenaje finalizó, haciendo gala del amor al terruño del protagonista, con una jota castellana, ‘Nuestra Señora de Garón’, interpretada por el dulzainero Juan Cruz Silva, porque a Marcelino le gustan la jotas.
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