Palencia festeja San Juan con el reparto del tomillo y la hoguera

San Juan es fuego, pero también olor a monte en la capital palentina. Es, por supuesto, baile, encuentro de viejos amigos y deseos que se transforman en cenizas.

Porque san Juan es, aunque muchas veces se les olvide a los propios palentinos, el patrón principal de la ciudad, ya que san Antolín, el preferido, sin duda, porque ofrece las fiestas mayores, es en realidad el patrón de la Diócesis. Y por ello, es en el despacho de la Alcaldía donde se conserva el relicario con la imagen del santo, en cuyo interior se guardan los huesos que se atribuyen al Bautista.

Y como patrón de la ciudad, el Ayuntamiento de Palencia se une todos los años a la Archicofradía de San Juan (cofradía del Santo Sepulcro) para celebrar esta fiesta desde el punto de vista institucional y religioso, mientras que son los vecinos del barrio de San Juanillo quienes se encargan del toque popular de los festejos, con las verbenas, los vermús vespertinos y, por supuesto, la hoguera en la medianoche del día 24.

Así las celebraciones oficiales de San Juan se abrieron en la jornada del sábado, con la colocación de un altarcillo solidario en la Bocaplaza, para recaudar fondos destinados a la presencia franciscana en Tierra Santa. Ayer, los actos se trasladaron a la capilla del Santo Sepulcro, desde donde, después de la misa, partió una procesión con la imagen del santo hasta la Plaza Mayor, para celebrar el tradicional reparto del tomillo.

Se trata de una costumbre que asienta sus orígenes en la distribución que antiguamente hacía el Cabildo municipal entre los vecinos de Palencia de la leña que se extraía del Monte el Viejo. Ese reparto de la madera cayó en desuso, pero el Ayuntamiento no perdió la obligación de hacer la entrega a los vecinos, aunque se transformase en una planta aromática como es el tomillo.

Dos mil pequeñas macetas se entregaron en la Plaza Mayor a cuantos quisieron acercarse hasta las puertas del Ayuntamiento. Concejales y representantes de las diferentes cofradías palentinas fueron entregando las plantas a los palentinos, hasta que no quedó ni una sobre el escenario.

Tras ello, la procesión con la imagen de San Juan y los danzantes de Ampudia regresó a la cofradía del Sepulcro, al tiempo que la fiesta se trasladaba al barrio de San Juanillo, con un sentimiento un tanto más profano.

Volvió a repartirse tomillo, un millar de plantas en esta ocasión, aunque el ingrediente principal de la fiesta era de momento el baile, con los vermús y las verbenas, a la espera de que se prendiese la gran hoguera de San Juan.

Una gran pira de madera, supervisada por los bomberos, vallada para evitar accidentes, esperaba a que llegase la medianoche para que con sus llamas se llevase los malos augurios y todos los sentimientos negativos del años, al tiempo que sirviese para conceder esos deseos tantos meses esperados y calcinase las montañas de apuntes de tantos y tantos estudiantes que al fin habían podido despedir el año académico.

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