Javier Gutiérrez, actor
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Javier Gutiérrez, actor
«Cuando voy a Palencia, me encanta callejear por la ciudad»Jose Rojo
Palencia
Jueves, 5 de septiembre 2024, 07:48
Asturiano de nacimiento, Javier Gutiérrez Álvarez (Luanco, 53 años), se crió en la ciudad gallega de Ferrol y hoy es uno de los gigantes interpretativos de nuestro país. Este actor, afincado en Madrid, arribará el sábado, 7 de septiembre, a las ocho de la ... tarde, al teatro Ortega de Palencia, junto a otro grande de la escena, Luis Bermejo, con la comedia negra 'El traje', que pone el broche final a la programación que ha diseñado la familia Margareto –regente del emblemático coliseo capitalino– de cara a las fiestas patronales en honor a San Antolín. Esta obra, firmada y dirigida por Juan Cavestany, ya fue interpretada por estos mismos actores en 2013 en la capital del Carrión, aunque en el Teatro Principal, con motivo de su presentación a nivel nacional un año antes. Un texto que se remonta a una década atrás, que ha sido revisado y que está presente en la cartelera teatral de numerosas ciudades de nuestro país en la gira de su reestreno, que arrancó en septiembre 2023.
Por otro lado, Javier Gutiérrez, aplaudido por sus interpretaciones en ficciones como 'Los Serrano', 'Águila Roja', 'Estoy vivo' o 'El caso Asunta' y en un extenso listado de filmes ('Campeones' o 'Pájaros', amén de otros títulos), hará doblete en el Ortega, ya que el día anterior a la representación del citado montaje se estrenará en las salas de cine de nuestro país la película de terror 'Estación Rocafort', dirigida por Luis Prieto y protagonizada por este ganador de dos Goya ['La isla mínima' (2014) y 'El autor' (2017] y de la Concha de Plata ('La isla mínima') al mejor actor, entre otros galardones, junto a Natalia Azahara y Valèria Sorolla.
–¿Cómo luce 'El traje' en esta gira con respecto a la de 2012?
–De alguna forma, diferente, porque han pasado los años y, por desgracia, le sigue sentando bien porque siguen sucediéndose casos de corrupción. Las cosas en España no van como desearíamos, pero el texto ha envejecido estupendamente y eso es bueno para este proyecto teatral que encargamos –él y Luis Bermejo– a Juan Cavestany en 2011 para que abordase la corrupción política en España cuando estuvieron tan en boga los trajes de Camps y todos los casos de corruptelas que salpicaron a la Comunidad Valenciana. Hoy, la corrupción es un mal generalizado al que nos hemos acostumbrado y sigue vigente. Temas que nos preocupaban entonces y que estaban medio agazapados en el texto ahora cobran sentido: la deshumanización de la sociedad, la soledad del individuo y la brecha generacional entre padres e hijos. Juan ha tenido que retocar muy poco el texto, apenas unas pinceladas; ha cambiado cosas del final, quedando mucho más redondo.
–En el tiempo transcurrido entre un estreno y otro, los dos actores habéis pasado de ser cuarentones a cincuentones…
–Y esperamos seguir sumando (risas). Esa circunstancia le da una pátina al espectáculo mucho más interesante para el público, que ve sobre el escenario a dos tipos cincuentones bregándose en escena. Es una lucha física y, por momentos, circense porque hay mucha comedia, mucho humor negro y mucha retranca no sólo verbal, sino momentos físicos muy descacharrantes. Y prueba de ello es el trabajo que hace Luis Bermejo, uno de los actores más geniales de nuestro país, que domina el 'slapstick' –comedia física, en español– y que tiene una forma de moverse en escena peculiar y muy poco habitual.
–¿Qué entraña mantener ese intenso pulso interpretativo con Luis Bermejo?
–Un desgaste físico y mental porque el texto va a una velocidad vertiginosa en la que casi hay que hacer un ejercicio de funambulismo, de confianza ciega en el otro, para que no caiga la pelota y esté siempre en el aire con el fin de mantener la tensión y el interés del espectador. Es un gustazo trabajar con gente que te enriquece, de la que aprendes y que ama el oficio igual que tú. Es un espectáculo que siempre está vivo y que está creciendo desde su estreno en Avilés en septiembre de 2023.
–Elogia la profesionalidad de su compañero de reparto, pero, tras esa década, ambos actores os habéis posicionado en la cima de la interpretación española.
–Para mí posicionarme en esa cima es seguir trabajando, que un trabajo retroalimente el otro y poder ejercerlo en diferentes medios. No hay mayor premio que mantenerse en un oficio como el nuestro, en el que sólo el ocho por ciento podemos vivir de ello. El trabajo de actor es una carrera de fondo, donde uno no sabe lo que va a pasar dentro de tres meses, aunque, hoy por hoy, estoy en el saco de los privilegiados al poder vivir de él y vislumbrar proyectos de futuro. La gente joven que comienza en este oficio debe tener muchísima ilusión y, sobre todo, trabajar muy duro, aunque siempre hay una pequeña porción de suerte. Trabajo, pasión y amor por el oficio es la fórmula del éxito de un actor.
–¿Qué destacanría de trabajar con Juan Cavestany, autor del libreto y director de la obra?
–Juan Cavestany es un autor de cabecera de la ya desaparecida compañía Animalario, creada a finales de los 90 por Alberto San Juan, Willy Toledo y Nathalie Poza y a la que se sumaron muchas actrices y actores, como Luis y yo, creándose una factoría a la hora de hacer que formaba parte de su marchamo y de la que fue director Andrés Lima, uno de los grandes directores de escena de nuestro país. Y ahí se produjo una sinergia entre todos, una suma de fuerzas desde la dirección, la interpretación y la escritura, como Juan Mayorga y Juan Cavestany. Y qué puedo destacar de Juan, que también tiene una dilatada trayectoria en cine y televisión, pues que más que compañero es amigo y un gran profesional.
–¿Cortaron 'El traje' entre los tres?
–La idea fue de Luis y mía, pero quien confeccionó 'El traje' y lo hizo a nuestra medida fue Juan teniendo en cuenta la clase de actores que somos cada uno y conociéndonos a la perfección.
–A pesar de ser una crítica social mordaz en formato de comedia negra, el espectador no pierde la sonrisa.
–No siempre. Yo creo que, al finalizar el espectáculo, al espectador se le queda una mueca en la cara y acaba preguntándose qué le mueve a sonreírse cuando se aborda la deshumanización, la soledad y la polarización social a la que nos han conducido los políticos. El ser humano está abocado a entenderse, pero parece que no queremos hacerlo; a mí particularmente se me hace difícil la convivencia en una ciudad como Madrid. En estos momentos –finales de agosto–, estoy rodando en un pueblo de Galicia y en él se respira otra forma de estar, de caminar y de relacionarse con la gente; todo lo contrario que en las grandes ciudades, donde la toxicidad a veces se torna insoportable. Y eso se refleja en el espectáculo, donde dos tipos están en las antípodas y, al final, se dan cuenta de que se necesitan mutuamente.
–La gira no le impide, entonces, embarcarse en otros proyectos…
–La mayoría de las funciones se programan los fines de semana, por lo que nos queda tiempo para dedicarnos a otros proyectos. Luis y yo somos dos actores educados y curtidos en el teatro y el cine y la televisión nos llegaron mucho después. En la medida de lo posible, hago todo el teatro que puedo por salud mental y porque no es lo mismo colocarse delante del público donde el actor es dueño y señor del proceso creativo que hacer cine, donde, tras el guion y el rodaje, todo se cocina en la sala de montaje. Y con respecto a las series de televisión, en los rodajes se trabaja a un ritmo vertiginoso y muchas veces el actor se encuentra muy solo. Yo estoy a favor del actor creador, es decir, del que sabe dirigirse y mejorar lo que está escrito en el guion.
–¿La calidad del actor se mide en el teatro?
–No tiene por qué. Hay compañeras y compañeros fantásticos que nunca han pisado un escenario y son actores de primerísimo nivel, ahí está Javier Bardem y todos ellos me merecen todo el respeto y admiración. Aunque yo creo que el teatro proporciona más armas a un actor a la hora de enfrentarte a un personaje.
–¿Qué es lo que más le reconforta de subirse a las tablas?
–Batirme con el público, sentir su respiración, la energía, el suspiro… El público es algo impagable y una cámara no es lo mismo que un espectador. Lo que se recibe del patio de butacas no tiene parangón. Momentos antes de salir a escena, la adrenalina se me sube por las nubes y me pongo cachondo (risas). No hay nada que más guste del teatro que los accidentes que suceden sobre el escenario, desde que alguien se quede en blanco hasta solucionar un entuerto. Los espectáculos están vivos y nunca se representa la misma función. El teatro es un estado de alerta permanente para los actores.
–¿En qué rodaje está metido en ese pueblo gallego?
–Todavía no se pueden dar muchos detalles porque estamos en plena fase de rodaje. Te puedo adelantar que se trata de una película sobre un pesquero gallego que naufraga en altamar y cómo el pueblo de donde son los marineros desaparecidos afronta el día a día. Por otro lado, el 6 de septiembre se estrena en los cines la película de terror 'Estación de Rocafort', dirigida por Luis Prieto y protagonizada Natalia Azahara, Valèria Sorolla y yo mismo.
–El 7 de septiembre se sube con Luis Bermejo al escenario del teatro Ortega de Palencia para representar 'El traje'.
–Hace años representamos en Palencia 'El traje' en su primera temporada. Con la representación de 'El traje' ya hemos vuelto a más de una ciudad y los espectadores que la vieron la primera vez y han presenciado el reestreno se sorprenden de lo bien que ha resistido el montaje con el paso del tiempo y hacen lecturas diferentes.
–¿Le da tiempo a callejear y conocer un poco más a fondo aquellas ciudades donde actúa, como es el caso de Palencia?
–A Palencia ya he ido varias veces y de lo que más disfruto cuando voy de gira es precisamente de callejear las ciudades donde presentamos la función. Me encanta recorrer nuestro país cuando viajo con cualquier proyecto teatral. Otra de las cosas que me mueve a hacer teatro es que, humildemente, somos portadores de cultura. Es un aliciente ir con un espectáculo a las grandes ciudades, pero cuando llego a lugares más pequeños, le da más sentido a mi oficio y me genera una enorme responsabilidad y un compromiso tanto con el público como con mi profesión.
–Amontona una lustrosa colección de premios. ¿Se acuerda del Águila de Oro que le entregaron en la edición de 2018 del Festival Internacional de Cortometrajes de Aguilar de Campoo?
–Guardo un gran recuerdo de ese momento, aunque fue fugaz porque en esa ocasión estaba de aquí para allá. Tengo mucho cariño al Águila de Oro. Además, considero que el cortometraje de nuestro país merece un gran reconocimiento y un mayor protagonismo.
–¿Los dos Goya y la Concha de Plata son sus premios más apreciados?
–Los premios no sólo son premios, te dan prestigio y te colocan en un lugar diferente. También tengo el premio Max de las Artes Escénicas por 'Argelino, servidor de dos amos', que ha sido uno de los más bonitos a la hora de recibirlo porque ese espectáculo aborda la inmigración y ha sido muy importante para mí. También guardo un buen recuerdo del Ondas por la serie 'Estoy vivo', del productor Daniel Écija, una de las personas que más ha confiado en mí y uno de mis grandes apoyos a la hora de hacer televisión. Los premios siempre van de la mano de personas importantes en mi vida a nivel profesional y personal.
–¿Qué tiene en cuenta a la hora de escoger un guion? Que supongo que le lloverán un montón…
–No creas que tantos… Aunque no me puedo quejar porque tengo propuestas encima de la mesa. Y a la hora de elegir un guion busco que pueda aportar algo más al personaje y a la historia y doy mucha importancia a los compañeros, desde quiénes están en el reparto hasta quién lo dirige, porque estar bien rodeado, al fin y a la postre, es lo que cuenta; y, también, tengo en cuenta el lugar donde se va a rodar porque tengo familia y procuro que se haga lo más cerca posible de casa.
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