Ni un alma más cabía en la Plaza Mayor, en la que la cola era kilométrica para hacerse con una de las ansiadas raciones de chichurro que estaban a punto de repartirse. Los puestos del mercado de artesanía y productos gastronómicos llegados desde diferentes puntos ... de España se mostraban también abarrotados, mientras, en el centro del foro principal de la ciudad, los matarifes destazaban los ejemplares de cerdo con los que se intentaba rememorar las tradicionales matanzas de invierno.
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Y así, mientras la Plaza Mayor vivía la celebración secular de las Candelas, en la Catedral, extremadamente gélida en esta ocasión, los palentinos honraban con devoción la imagen de la patrona de la ciudad, Nuestra Señora de la Calle, que previamente había sido portada en hombros por cofrades de la Virgen ataviados con capas pardas, desde la iglesia popularmente conocida como de la Compañía hasta la seo.
Arrancó la fiesta religiosa con la bendición de las candelas, símbolo de la luz que irradia la figura de la Virgen, con las que encedidas en todo momento caminaron los fieles desde un templo al otro. Una procesión plagada de trajes tradicionales palentinos, integrantes de las peñas, de los grupos de danzas y también por las llamadas autoridades, los representantes políticos de las diferentes instituciones y administraciones públicas. Y delante de todos ellos, el símbolo festivo por excelencia, el conjunto de gigantes y cabezudos que amenizan cada una de las celebraciones populares de la capital palentina.
La procesión volvió a formarse tras la misa, esta vez ya sin las candelas encendidas, en un camino glorioso de retorno a la iglesia de la Compañía, por una Calle Mayor abarrotada deseosa de contemplar el cortejo, engrandecido por la coronada figura de la Virgen de la Calle, tan morena, tan pequeña, tan venerada.
En la misa, papel protagonista compartido por las figuras del obispo, Manuel Herrero, y el alcalde, Mario Simón, ambos encargados de transmitir a la patrona el sentir de la ciudad, con mensajes dispares, uno de carácter evangélico, vinculado a la presentación de Jesús en el templo, y otro mucho más mundano, con un regidor preocupado por la salud, el paro, la subida de los precios o el éxodo juvenil. Pero en ambos casos con un mensaje compartido, la petición de gracia y merced a la Virgen para que Palencia sea un lugar de paz y prosperidad.
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