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Jacinto Calvo Gómez, con sus hijos Adrián y Katia. EL NORTE
«Mi padre sabía que iba a coger el virus, pero no me creo su final»

«Mi padre sabía que iba a coger el virus, pero no me creo su final»

Jacinto Calvo Gómez, de 59 años y natural del Cristo, era conductor de ambulancia y murió el día 8 tras un mes ingresado

Miércoles, 13 de enero 2021, 07:12

Erizaba el vello el domingo escuchar las sirenas de las ambulancias dispuestas todas enfrente del Tanatorio de Palencia, con los compañeros de Jacinto Calvo Gómez brindando un emotivo reconocimiento a este palentino de 59 años, del barrio del Cristo pero residente ahora en Villarramiel, que falleció dos días antes a consecuencia de la covid en el Hospital Río Carrión de Palencia, donde permanecía hospitalizado desde el pasado 6 de diciembre. Llevaba 28 años como conductor de ambulancia y había estado desde el primer momento de la pandemia en la línea de vanguardia de la lucha contra el coronavirus, al frente del volante. Sabía que se iba a contagiar tarde o temprano, pero nadie esperaba que un hombre sin patologías de riesgo y aún sin llegar a las seis décadas tuviera un desenlace tan trágico. Murió por cumplir bien con su trabajo, combatiendo al que es enemigo del mundo desde el asiento de su vehículo, aportando su pequeño grano de arena. Y sus compañeros se lo hicieron saber a la ciudad con el sonido que les distingue.

Jacinto Calvo Gómez, con sus hijos Adrián y Katia de pequeños. EL NORTE

Jacinto Calvo fue incinerado en el Tanatorio de Palencia un mes después de que diese comienzo la pesadilla. A principios del mes de diciembre, le comentó a su hija Katia, de 21 años, que se había hecho la prueba de covid porque estaba muy cansado y porque al día siguiente volvía a trabajar otra vez con la ambulancia, y el test le había dado positivo. «Estaba bien al principio, pero después tuvo que ir al hospital porque se encontraba mal y le ingresaron en planta el 6 de diciembre. Le pusieron oxígeno y le dijeron que tenía neumonía, empeoró y el día 12 le trasladaron a la UCI, y ya no salió de allí», comentaba Katia el mismo día que daba el adiós a su padre, rota de dolor pero con una entereza impropia en una joven de 21 años.

Sin palabras

«El hospital nos iba informando y sí pensábamos que iba a salir adelante, pero al final nos hemos quedado sin palabras. Durante todos esos días que no pudimos verle, yo estaba enfadada con el mundo y me ponía a bailar para soltarlo todo», comentaba Katia, que va a clases de baile fitness desde hace tres años en el CEAS de la avenida de Madrid (ahora no, por las restricciones por la pandemia) con la profesora que tuvo ya en extraescolares en el colegio.

Jacinto, vecino del barrio del Cristo pero que estaba viviendo ahora en Villarramiel junto a su pareja Noemí, llevaba 28 años como conductor de ambulancia, «al principio en Ambuibérica y después ya en el 112», recalcaba Katia. Antes había trabajado en una carpintería y también como camionero. «Empezó a trabajar muy joven», señalaba Katia, que vive en Palencia pero que hacía frecuentes visitas a su padre y su pareja en Villarramiel desde que le habían regalado un coche. Otras veces era su padre quien llamaba a su hija para quedar a tomar un café cuando estaba en Palencia trabajando con la ambulancia y tenía un rato libre. «Trabajaba un día 24 horas y descansaba tres», agregaba Katia, que tenía una relación «estupenda» con su padre y que define a Jacinto como un hombre «positivista, cariñoso y muy gracioso, aunque contara chistes malos». «Se llevaba bien con todo el mundo, era abierto de mente y apenas se enfadaba. Tenías que haber hecho algo muy gordo para que lo hiciera», añadía la joven.

Cada día más estresado

«Cuando nos veíamos decía que cada día llegaba más estresado y cansado del trabajo, y que tenía mucho miedo por cómo estaban poniéndose las cosas. Él lo vivía cada día. Me decía: 'Ten cuidado, no quedes con mucha gente'. Me contaba que había días en que no le daba tiempo ni a quitarse el EPI, que ya le estaban llamando para ir a otro sitio por otro caso de covid», recordaba Katia, que incidía en que su padre, cuando dio positivo, «se lo esperaba, al trabajar en lo que trabajaba, y eso que tardó tiempo en contagiarse, estando con la ambulancia desde el inicio de la pandemia».

«Estoy que no me lo creo, no sé si es un mal sueño o qué», apuntaba Katia, que en el adiós a su padre no pudo ser arropada por su hermano Adrián, siete años mayor que ella y que, debido a las complicaciones por la nieve que ha traído la borrasca 'Filomena', no pudo desplazarse a Palencia desde Barcelona, donde vive, para despedir a su progenitor.

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