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Olleros de Pisuerga volvió a reunir este domingo a gran cantidad de comensales para celebrar una nueva edición de la Gran Paella Ollerense, y ya van 44. Una cita gastronómica, recreativa y festiva que fue declarado de Interés Turístico Regional en el año 1993 y ... que no pierde adeptos.
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Más de 1.500 raciones, siete paelleras al fuego (lento), 250 kilos de arroz, 250 kilos de pollo, 220 kilos de marisco (cigalas, langostinos, gambas, berberechos, anillas de calamar y mejillones), guisantes y pimientos fueron preparando a lo largo de la mañana los 14 cocineros que trabajaron junto a los braseros sin miedo a las altas temperaturas, que no dieron tregua en la jornada de ayer, para ofrecer un año más la deliciosa paella ollerense.
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Esta festividad que lleva desarrollándose desde 1978 está organizada por la asociación de la Gran Paella Ollerense y la junta vecinal de la localidad, que cada año luchan por su continuidad. Un importante logro es el relevo generacional de sus cocineros, ya que en los últimos años han conseguido que se cuelguen el delantal nuevos y jóvenes aprendices culinarios. «Hace tres años se sumaron cinco nuevos miembros y el año pasado, otro más», comentaba José Enrique Cabria, presidente de la asociación.
Y todos los cocineros son hombres porque, como explicaba Enrique Cabria, «se trata de que este día no guisen las mujeres, darles un descanso de la cocina, aunque lo cierto es que no paran porque se encargan de poner las mesas, de la venta de tiques y también nos preparan unas ensaladas», agregaba el presidente, que agradeció a todos los colaboradores y asistentes su apoyo para que la fiesta siga en el calendario año tras año.
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El cocinero más veterano es Balbino Cabria, que no ha faltado ni un vez durante estos 44 años de celebración de la paella ollerense. Él reconoce que la fiesta funciona porque gusta mucho a todos tanto organizadores como visitantes, pero sabe que lo más complicado siempre es obtener la ayuda económica de las administraciones. «Todas quieren que siga celebrándose esta fiesta y nos manifiestan su apoyo, pero llega muy poco dinero en subvenciones», aseguraba, aunque, por otro lado, resaltaba que todo el esfuerzo que realizan en su organización tiene su satisfacción en el buen ambiente y el gran compañerismo que hay entre todos los participantes. «Esperemos que los jóvenes continúen con esta fiesta con unión y más apoyos», reclamaba.
Del mismo modo, el más joven de los cocineros, Diego Cabria, es un entusiasta de esta fiesta y disfruta de ella desde que era niño. «Es un día en el que nos juntamos todos los del pueblo y lo pasamos muy bien», comentaba, aunque reconocía que la falta de experiencia entre fogones pasa factura al día siguiente. «Como no estás acostumbrado tienes agujetas el día después», decía.
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Pero no todo en esta festividad es lumbre y paella (esta, como en los últimos años, se adquirió a 5 euros la ración, más un euro con cazuelilla). Este año se organizó un bingo tras la sobremesa. Además, como años anteriores hubo dianas, pasacalles y dulzaineros; unaa exhibición de tiro al arco del Club Aguilarco, y las cómicas trovas de Miguel Cadavieco. También baile popular en la campa e hinchables para los más pequeños. La mañana acogió, igualmente, la tradicional misa en la impresionante iglesia rupestre en honor a los patronos Santos Justo y Pastor.
La fiesta continuará hoy en esta pedanía de Aguilar de Campoo, cuyos 50 habitantes invitan a probar su tradicional pollo a la ollerense, disfrutar de su maratón de tortillas y participar en su divertido baile de la patata.
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