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Las obras que se llevan acometiendo en la catedral de Palencia desde hace un año están permitiendo que la seo vaya engalanándose, poco a poco, para brillar con su mayor esplendor en 2021, año en el que cumplirá 700 años. Una obra en un templo ... de estas características suele ser un buen momento para descubrir tesoros ocultos. El mero hecho de mover elementos que llevaban años sin tocarse puede hacer que se descubran obras con siglos de antigüedad, y eso es lo que ha sucedido en la Bella Desconocida, que escondía en su interior obras que solo habían visto los palentinos de épocas pasadas y que ahora, 500 años después, han vuelto a ver la luz gracias a este proceso de restauración.
De todos los elementos que están siendo objeto de restauración, algunas de las bóvedas eran las que más tiempo llevaban sin tocarse y es que su ubicación, a más de 20 metros del suelo, convierten a estas cúpulas en un espacio de difícil acceso. Esa circunstancia ha hecho a su vez que los pinjantes –elementos ornamentales colocados en lo más alto del interior del templo– sean el mejor lugar para ocultar obras antiguas, que no fueron eliminadas y resistieron sin ser modificadas, pese a los numerosos cambios motivados por la modas que ha sufrido la catedral con el paso de los años.
Las obras de restauración han sacado los pinjantes de sus ubicaciones y su retirada ha descubierto lo que se escondía sobre ellos: varias pinturas medievales y claves con diferentes motivos realizados en bajorrelieve. Una de ellas, descubierta en una de las naves centrales, representa una figura antropomórfica con unas manos desproporcionadas que ha sido documentada. Pero bajo esos pinjantes no solo han aparecido estas claves, también han salido a la luz infinidad de pinturas que dotan de una policromía inusitada al templo. En estos nuevos hallazgos pictóricos se pueden ver dragones pintados sobre los nervios de las bóvedas, en los que se observan nítidamente los ojos, las bocas y los dientes de estos animales fabulosos, que se cree pudieron haber sido pintados a principios del siglo XV.
Estos elementos que adornaban el templo dejaron de ser visibles cuando se introdujo el lenguaje renacentista y se redecoró la catedral con el objeto de taparlos. Las obras han permitido ver el choque entre esos dos momentos y han permitido desvelar que la Bella Desconocida contaba con una policromía a base de rojos y azules que se tapó en el siglo XVI con una pintura blanca que trataba de dar unidad a toda la seo y eliminar la heterogeneidad que marcaba el espacio. Esa capa se fue deteriorando con el paso del tiempo y hace unos 200 años se volvió a repintar de un color gris que es el que ahora mismo preside todo el templo.
Debajo de esa pintura gris del siglo XVIII de dos tonos –uno cálido que domina los elementos labrados, las molduras y los arcos; y otro más frío que tapa las bóvedas– se encuentra el programa decorativo del siglo XVI, y bajo este último se encuentran los elementos medievales, que se han convertido en una fuente de información que puede ayudar a reformular la cronología de la catedral. Ahora, falta convertir toda esa información en conocimiento mediante un proceso de clasificación, estudio y documentación.
La más vistosa de las fases decorativas por las que ha pasado la catedral a lo largo de los años seguramente sea la medieval, ya que cuenta con una policromía en rojo y azul salpicada con esos dibujos de dragones que se ocultaron para responder a las modas de momentos posteriores. No obstante, las obras que se están llevando a cabo están permitiendo que esos colores vuelvan a aflorar en la Capilla de la Virgen Blanca, donde los dragones medievales volverán a dar la bienvenida a los turistas y feligreses, tal y como explica el arquitecto Florencio Díez. «En esa capilla la pintura gris va a desaparecer completamente y vamos recuperar el programa decorativo medieval, por lo que se van a poder contemplar los dragones», aseguró Díez.
Estos hallazgos se suman al descubrimiento de unas pinturas góticas en un fuste románico ubicado en el exterior del muro que cubre la capilla mayor, en la nave del evangelio. La aparición de esta obra bajo la pintura gris que cubre la catedral se hizo pública en julio y la imagen representa un ángel que muestra el escudo del obispo don Diego Hurtado de Mendoza y Quiñones. No obstante, no todos los descubrimientos que han sacado a luz las obras están en la piedra. Uno de los más llamativos está tallado en la silla episcopal más antigua de Castilla y León, de 1415, que al ser retirada de la gran sillería del coro mostró dos paneles trabajados muy finamente en los laterales, que estaban tapados por las otras sillas del coro. Se ha llevado a cabo una primera limpieza de estos hallazgos en madera y los visitantes de la catedral los pueden admirar durante el itinerario de la visita, tanto la de las obras como la habitual.
Ya falta menos para el 31 de diciembre, la fecha marcada para el final de las obras, pero es probable que se tenga que prolongar ese plazo, ya que se aprovechará el andamio colocado junto al retablo mayor para limpiarlo y eliminar el polvo que se ha podido acumular con el paso del tiempo, así como la suciedad adherida a las piezas por la intervención a la que está siendo sometida la seo.
Sea un poco antes o un poco después, ese momento del fin de la intervención llegará y Florentino Díez es consciente de que se juega mucho. «La gente considera la catedral como suya y de la misma forma que puede gustar o no la faena de un torero o el juego de un futbolista, cuando quitemos los andamios sabremos si hemos acertado con las intervenciones, que hemos tratado de que sean 'silenciosas'», incidió el arquitecto.
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