José Sanchís Sinisterra | Dramaturgo, autor de 'Los desiertos crecen de noche'
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José Sanchís Sinisterra | Dramaturgo, autor de 'Los desiertos crecen de noche'
«Una obra no es sólo patrimonio de los creadores y actores, también del público»El Festival de Teatro 'Ciudad de Palencia' inaugura oficialmente cada edición con la entrega de los galardones concedidos por el público al mejor actor, actriz, dirección y escenografía del año anterior y en este cuadragésimo quinto cumpleaños rinde tributo a los autores contemporáneos vivos, entre ... ellos, a uno de los genios de este gremio, José Sanchís Sinisterra, que firma el texto de la obra que abre el certamen este lunes 16, 'Los desiertos crecen de noche', y a quien se le concederá el Premio de Honor. Este dramaturgo, pedagogo y director teatral valenciano, de 84 años, se ha convertido en uno de los más laureados y representados y en maestro para las nuevas generaciones y directores de escena.
–Su carrera le ha reportado, entre otros galardones, el premio Max de Honor y el 16 de septiembre el 45 Festival de Teatro 'Ciudad de Palencia' le hará entrega de otra condecoración honorífica.
–¡Es una conspiración! Yo digo que este tipo de reconocimientos son una especie de homenajes póstumos que los hacen con anticipación para no poner caras serias antes de que llegue el día. La verdad es que me hace mucha ilusión porque, a veces, uno tiene la sensación de que está como un topo cavando túneles subterráneos, dejándose la piel en el trabajo y nadie se entera. De ahí que estos premios no me molesten para nada, sino que me ayudan a seguir peleando. Además, en el caso del premio de Palencia, me dará la oportunidad de conocer la ciudad, una parte de España que desconocía. O sea que voy a tener que documentarme sobre Palencia para no ir a pelo.
–Dice que hay veces que no se reconoce el trabajo, pero no es su caso porque usted está considerado el dramaturgo más laureado y representado del teatro español contemporáneo.
–Eso lo metió alguien en 'wikipedia' sin hacer ningún tipo de verificación y ahora se repite en todas partes. Y en el supuesto de que sea uno de los más premiados y representados es porque llevo muchos años en el oficio. A finales de los años 50, con 17 años, empecé ya a dirigir y a escribir teatro. Y de lo que me di cuenta es de que mi territorio no era la actuación cuando inicié mis primeros pasos como actor, sino estar en las trincheras. Una profesión que he podido compaginar con mi trabajo como profesor de instituto y de universidad. En ese sentido, no he tenido que vivir exclusivamente del teatro, lo cual probablemente me ha dado mucha libertad a la hora de escribir. Muchas veces digo que me considero un escritor amateur porque no vivo del teatro.
–Su hija Clara nació en Teruel…
–Yo hacía teatro en la Universidad de Valencia y allí fundé el semanario de teatro. A mí siempre me ha interesado combinar la práctica teatral con el estudio y la enseñanza del teatro. Yo estaba en la universidad como profesor ayudante y pensaba desarrollar mi trayectoria en Valencia, pero había que mantener una familia y no me quedó más remedio que hacer una oposición y la plaza que me tocó más próxima a mi ciudad fue el entonces instituto Ibáñez Martín de Teruel, donde aterrizamos –él y su mujer, la actriz Magüi Mira, de la que lleva separado varios años– con mi hija mayor Helena y allí nació Clara.
–A Sanchís Sinisterra también se le reconoce como el gran renovador de la escena española.
–Soy uno de los renovadores de mi propio teatro. Me conformo con ese título porque no me estimula repetir dramaturgias que ya conozco; me gusta indagar en lo que puede ser el teatro y en lo que quizás deba ser y no es sólo un mero entretenimiento. Esa mezcla de estudio, investigación y creación la sigo practicando ahora y trato de que una obra no se parezca a las anteriores, aunque a lo mejor estoy escribiendo siempre la misma obra y no me he dado cuenta (risas). Con respecto a mi propio proceso de escritura y puesta en escena, trato de explorar nuevos campos.
–De hecho, se han publicado estudios sobre su forma de hacer teatro.
–Algunos hay por ahí…, que, por cierto, me van muy bien porque así aprendo mucho sobre los vericuetos de mi trayectoria. En ese sentido, no me puedo quejar.
–De sus aportaciones al arte dramático, ¿cuáles destacaría?
–Hay una característica que, quizás, da unidad a mi trabajo estético y técnico en el teatro: intento no dar al público lo que espera. De la misma forma que procuro que la obra me sorprenda a mí mismo, que me cuestione certidumbres y rutinas y que cambie la perspectiva sobre lo que el teatro puede llegar a provocar en función de cómo va cambiando el mundo, la sociedad y la sensibilidad de la gente. Y ahora, como ya no me preocupa tanto que se conozca lo que hago, escribo de una manera caprichosa y arbitraria. No me interesa hacer lo que ya sé hacer y quiero seguir aprendiendo.
–¿Hoy, se siente más libre a la hora de escribir?
–Sí, sí, me siento mucho más libre, incluso demasiado, y, a veces, tengo que tirar de las riendas y decirme dónde vas porque en el teatro siempre tiene que haber interacción con el público y evitar textos intragables.
–'¡Ay, Carmela!' es su trabajo más aplaudido, pero atesora más de 60 títulos, entre originales, adaptaciones y dramaturgias…
–Y también he escrito más de 50 obras cortas. De hecho, la obra que se representará en Palencia, 'Los desiertos crecen de noche', se basa en esas piezas, un conjunto de textos que escribí en una época en la que necesitaba salir del teatro demasiado políticamente claro, inequívoco y confirmador de las expectaciones del público. Por cierto, es uno de mis montajes favoritos, y no sólo por el hecho de que mi hija Clara esté ahí, sino porque cuando lo he visto, me gusta percibir la reacción del público, que es bastante positiva. Me hace mucha ilusión que se represente en Palencia esta obra experimental, que no es realista ni mimética y que está escrita en clave de humor; estaré pendiente de la reacción del público. Estas obras menores las escribí para librarme del didactismo que, a veces, tenemos los autores de querer explicarle al mundo cómo tiene que ver las cosas; esos textos me hicieron sentir que estaba evolucionando y la reacción de sorpresa del público me hace pensar que todavía no estoy muerto.
–¿Entiende el teatro como un vehículo transformador de la sociedad?
–Pregunta difícil, pero creo que sí. El teatro no sólo es entretenimiento, sino que tiene que ser una especie de experiencia de la que el espectador tiene que salir, aunque sea levemente, transformado o modificado con respecto a sus convicciones, a sus creencias o certezas; así entiendo yo el teatro. No hay que dejar al público en una situación de pasividad. En una representación teatral tenemos que conseguir que la obra no se diluya cuando salga del teatro, sino que siga trabajando en la mente de los espectadores, que salgan discutiendo, dudando, haciéndose preguntas…, a eso lo llamo prolongar la vida de la obra. Una obra no debe terminar cuando cae el telón.
–Es un escritor comprometido y siempre ha mostrado interés por el mundo marginal.
–A mí me gusta mucho asomarme y compartir con los lectores y espectadores los personajes vencidos, los derrotados por la vida, la historia, la política. Quizás, eso se deba a que soy hijo de padre republicano que tuvo que levantar la cabeza y a la familia en pleno franquismo. Esos personajes que, a pesar de todo, siguen existiendo y teniendo voz me parecen más atractivos que el discurso del vencedor.
–Como director escénico, ¿qué papel cree que tienen asumir los actores cuando suben al escenario?
–En primer lugar, los actores y actrices tienen que tener ganas de compartir con el público aquello que han estado asimilando durante el proceso de ensayo porque creo que el teatro fundamentalmente es un lugar de encuentro, es decir, que tanto los creadores como el público deben estar latiendo al unísono durante la representación. La gran felicidad y la gran aventura del teatro es que los actores y actrices cocrean la obra y ésta no es sólo patrimonio de los creadores, sino que tiene que provocar vibración y estremecimiento entre el público; ese vínculo efímero, que deberíamos intentar que fuera duradero, sólo lo da el teatro. En la televisión no veo series, sólo informativos y reportajes; no cultivo mucho la condición de televidente. Por lo que respecta al cine, he visto muchas películas en mi época universitaria, sobre todo, ese nuevo cine europeo y americano que asomaba en la etapa franquista, aunque últimamente he de reconocer que no voy mucho a las salas por falta de tiempo.
–¿Nunca le tentó hacer guiones de cine o dirigir películas?
–De motu proprio, no, pero tuve una experiencia cinematográfica cuando viví en Barcelona. El director Jaime Camino, que tuvo mucha relevancia en aquel momento tras rodar 'Dragon rapide', la primera película que se hizo en democracia sobre el golpe de Estado de Franco, me propuso escribir el guion de 'Luces y sombras', acepté y lo escribimos juntos, pero la película no tuvo mucha repercusión, a pesar de que tenía un reparto excepcional. Ésa fue mi primera y última incursión en el cine y ya me dije «zapatero a tus zapatos».
–¿Qué trama está urdiendo en estos momentos?
–En lo referente a la escritura, tengo tres obras en marcha, una de ellas ya está prácticamente terminada. Sigo en el territorio de explorar en el teatro lo que me perturba, me inquieta y me estimula de esta realidad tan esquiva y, a menudo, tan decepcionante. Pero, además, estoy intentando abrir en Madrid un espacio similar al que abrí en su día en Barcelona, la Sala Beckett, un pulmón donde combinar formación, experimentación, creación, producción y exhibición. A ver si consigo sacar adelante el próximo año esta nueva aventura y última salida de Don Quijjote, como yo la llamo.
–Sus dos hijas están ligadas a la escena, Clara como actriz y Helena como diseñadora de vestuario, y sus dos nietos también están vinculados a este mundo.
–Mi nieto Lucas, el mayor e hijo de Helena, trabaja en la parte técnica del cine y de las series de televisión y Diego, el hijo de Clara –y del actor Juan Diego– está estudiando biotecnología en el Imperial College de Londres, ya que consiguió una beca, y allí hace teatro y participa en el coro, por lo que también ha heredado el venenillo de la familia. Me hace mucha ilusión que mantengan ese vínculo con el teatro.
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