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«He vivido estos años tratando de configurar mi vida en el Señor y responder con verdad en mi servicio ministerial y así lo he tratado de vivir en mi diócesis, y en el monasterio de San Marcos, de Zamartze en Navarra, y, así, llego ... para habitar en la calle de San Marcos en Palencia. Este evangelio me persiguió un tiempo, sobre todo desde que mi hermano Alfon entró al Seminario y yo andaba debatiéndome con mi propia vocación». Así se presentó el nuevo obispo de Palencia, Mikel Garciandia Goñi tras una emotiva ordenación en la Catedral de Palencia en la que ha recibido el báculo, el anillo, la mitra y el Evangelio como símbolos de la corona de la gloria, de la toma de posesión de la Diócesis de Palencia.
«Hoy he entrado en esta preciosa catedral por la puerta del obispo, recién restaurada y quiero leer este hecho como un símbolo de nuestro tiempo. En la iglesia, necesitamos restaurar, como diría San francisco de Asís, nuestra Iglesia y nuestro enorme y maravilloso patrimonio palentino. Pero no debemos resignarnos a hacer, del arte, de las obras del pasado una especie de tanatorio. Han de ser un verdadero paritorio, lugares para despertarnos de nuestra modorra cultural, y activar la búsqueda y el deseo de plenitud que toda persona lleva dentro. Es importante que los creyentes y seguidores de Jesús abramos puertas, derribemos muros, bastiones, salgamos de nuestras trincheras y hagamos de la comunidad cristiana un hogar abierto y acogedor para todos», aseguró el nuevo obispo de Palencia de Mikel Garciandía durante su ceremonia de ordenación celebrada en la catedral de San Antolín, que estuvo presidida por el nuncio de su santidad en España, Bernardito Auza. Mikel Garciandia Goñi sucede a Manuel Herrero y se convierte así en el prelado 102 de la Diócesis palentina con la intención de conseguir una Iglesia más cercana. Se comprometió a luchar en favor de la vida humana y, especialmente, «de todas las víctimas de los abusos de cualquier tipo en el seno de la Iglesia». El nuevo obispo pidió un mayor compromiso a los fieles para servir a quienes más lo necesitan y prometió trabajar por «los enfermos, los ancianos, los que serán privados de su derecho a nacer o los descartados. Nos deben doler y movilizar de una manera tan vigorosa como creativa».
Garciandia reclamó una participación activa e hizo hincapié en la idea de «caminar juntos» como mejor manera de acabar con los «extremismos y la indiferencia». No quiso olvidarse tampoco de todos aquellos que son perseguidos y castigados, dijo, por defender el cristianismo y «difundir la palabra de Dios». Hizo un llamamiento a la evangelización como mejor herramienta para afrontar «los nuevos retos de la fe cristiana» y destacó su voluntad de unirse a la Iglesia palentina con «humildad y esperanza. Me alegra incorporarme a una diócesis que está en pleno proceso de articular una pastoral más orgánica desde los arciprestazgos y las unidades pastorales».
La ceremonia de ordenación contó con la presencia de casi una treintena de obispos y arzobispos de diferentes diócesis españolas como el actual administrador apostólico de la Diócesis de Pamplona y Tudela, Francisco Pérez; el obispo auxiliar de Toledo, Francisco César García, y el secretario general de la Confederación Episcopal Española, el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizade. También acudió el obispo emérito de Córdoba, Demetrio Fernández, y el obispo de Bilbao, Joseba Segura, entre numerosas autoridades eclesiales.
Además, a la ceremonia acudieron tres antiguos obispos de Palencia:Ricardo Blázquez, José Ignacio Munilla y Esteban Escudero. También lo hicieron cuatro mitrados naturales de la provincia como son Luis Javier Argüello, actual arzobispo de Valladolid; Gerardo Melgar, como obispo de Ciudad Real;Manuel Sánchez, obispo emérito de Santander y Javier del Río, obispo emérito de Tarija (Bolivia) y director de la Casa Sacerdotal Nuestra Señora de Lebanza.
También hubo presencia de representantes institucionales, entre los que se encontraban la presidenta de la Diputación de Palencia, Ángeles Armisén;la alcaldesa de la ciudad, Miriam Andrés;el subdelegado del Gobierno, Ángel Miguel;o el vicepresidente del Gobierno de Navarra, Javier Remírez.
Cerca de 2.000 personas, según fuentes del Obispado de Palencia, arroparon la ordenación, entre las que se encontraban un gran número de fieles procedentes de Navarra, ya que Mikel Garciandia ha ejercido durante 15 años como capellán del santuario de San Miguel de Aralar, en Huarte-Araquil. Además, tres corales acompañaron la ceremonia desde el coro. Dos de ellas de la provincia de Palencia (Capilla Clásica de la Catedral y Regina Angelorum) y una tercera, Etxarri Aranatz, del pueblo natal de Garciandia.
Con referencias a la restauración de la Diócesis de Palencia hace mil años por parte del rey Sancho de Navarra, el nuevo obispo de Palencia habló de que «en nuestro tiempo, las amenazas físicas y la persecución a los cristianos y otros credos son terribles y numerosas en muchas naciones de África, Asia y América. Pero entre nosotros, aun no siendo tan evidentes, tan externas, son también profundas, de modo que la frágil barca de Pedro sigue sufriendo los embates del mal, en primer lugar, por nuestros pecados propios y, en segundo lugar, porque el mal se establece bajo figura de bien en nuestra sociedad llevándonos de la mano de la indiferencia. Cada vez nos encontramos con más comunidades cristianas sumidas en la perplejidad y el desconcierto, necesitadas de retomar con vigor y esperanza la visión, el sueño, la causa de Jesucristo», reflexionó el nuevo obispo de Palencia.
El nuncio apostólico del Papa en España, Bernardito Auza, reconoció que para la Diócesis palentina es «un momento especial e importante» y recordó al nuevo obispo que la huella de la fe en Palencia «es de muy larga data y no puede quedar ahora esta diócesis sin ese impulso de santidad para el que todos somos llamados». «Sin duda, has de erigir la diócesis sin olvidar esa actitud de servicio, ejerciendo esa tarea de buen pastor. Te encomiendo de modo especial que dediques un particular trabajo a la formación de los nuevos sacerdotes», subrayó, remarcando que el nombre de Miguel «es una síntesis de sabiduría y buen juicio».
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