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Nuria Estalayo
Aguilar
Lunes, 13 de enero 2020, 07:20
La Montaña Palentina siempre supone una buena opción para cualquier época del año. Sus atractivos son numerosos, incluyendo el amplio patrimonio que atesora cada una de sus pequeñas y grandes poblaciones. Esta comarca de 1.310 kilómetros cuadrados cuenta con un enorme valor natural, paisajístico, ... faunístico y botánico que le granjeó su declaración como parque natural en el año 2000.
Su hechizo es indudable y los visitantes, cuantiosos. La forma más común de recorrerla es en coche, aunque el autobús, la motocicleta, la bici, caminando, a caballo, o incluso en ciclo-raíl, son diferentes medios que se han utilizado o se utilizan para descubrir sus encantos.
No obstante, a todo esto hay que añadir otro medio de transporte que permite transitar por esta comarca natural del norte palentino. Y esta otra alternativa no es otra que viajar en el popular tren de La Robla. Este emblemático tren de una vía estrecha que está quedando relegada al olvido, pero que ofrece al viajero una oportunidad increíble de recorrer la Montaña Palentina de forma plácida y deliciosa, además de barata, y que permite además disfrutar en toda su plenitud del paisaje que envuelve este vasto y bello territorio.
El ámbito geográfico donde operan los Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha (Feve) se extiende por las comunidades autónomas de Galicia (provincias de La Coruña y Lugo), Principado de Asturias, Cantabria, País Vasco (provincia de Vizcaya), Castilla y León (provincias de Burgos, Palencia y León) y Murcia. Feve es la red ferroviaria de vía estrecha más extensa de Europa, con 1.192 kilómetros y casi 400 estaciones y apeaderos. Y de estas estaciones y apeadores, ocho, se encuentran en la Montaña Palentina. Esta travesía por tierras palentinas tiene una duración de una hora, aunque como uno va saboreando las panorámicas, la reducida velocidad del tren permite recrearse en el paisaje, y ofrece la particualar sensación de que el trayecto dura escasos minutos.
Las primeras estaciones que se encuentran en territorio palentino son Guardo (cuando el tren viaja hacia Bilbao) y Cillamayor (cuando el tren circula en dirección a León). A ellas, se añaden el apeadero de Guardo, Santibáñez de la Peña, Villaverde Tarilonte, Castrejón de la Peña, Vado-Cervera, y Salinas de Pisuerga. Por esta vía circulan dos trenes diarios (incluidos los fines de semana y festivos), con destino y origen, León y Bilbao, y al revés. Y es por la tarde cuando uno puede coger este ferrocarril. El convoy que parte de León llega a Guardo a las 16:36 horas y a las 17:37 horas tiene la llegada a Cillamayor. Si se desea hacer la ruta inversa, podrá coger el tren en Cillamayor a las 18:18 horas y estará en Guardo a las 19:20 horas.
Este aparato no dispone de grandes lujos (los asientos no son los más cómodos, no hay servicio de cafetería ni máquinas expendedoras, el baño suele estar estropeado), pero uno puede caminar libremente por el tren, disfrutar de la simpatía y de la buena conversación de los interventores, y sobre cargarse de buena energía disfrutando de la hermosura de los campos, bosques y pueblos que atraviesa. Y todo esto por solo 4,30 euros que es el precio del billete para atravesar de lado a lado la comarca palentina, coste que ascenderá a 8 euros si saca billete de ida y vuelta. Los billetes se obtienen en el tren. Otra opción es adquirir la tarjeta FEVERail.
Desde el asiento o de pie se pueden apreciar sus afamadas cumbres, sobre todo Peña Redonda se muestra majestuosa desde el interior del tren. Pero también están la flora y la fauna que se puede ir descubriendo en el trayecto. Sin olvidar además otros monumentos como algunas iglesias románicas que se alzan esplendorosas en el camino y algunos de sus viejos edificios y curiosas construcciones que desvelan el pasado minero que tiene este territorio. Un pasado marcado por el negro carbón que sirvió de excusa para la instalación de esta vía de un metro de ancho.
Las vías atraviesan bosques de robles y desde el tren es posible echar el ojo a esas especies que viven en las entrañas de esta zona montañosa. Su riqueza faunística (oso, urogallo, venados, jabalíes, lobos, zorros, gatos monteses, corzos, rebecos, águilas reales, buitres leonados, entre otros) a veces aparece a la vista del atento pasajero, pero son sobre todo ciervos y corzos los más fáciles de localizar viajando en el tren. Del mismo modo, en el trayecto se revelará con la visión de algunos de sus edificios y viejas construcciones ese pasado minero que tiene este territorio. No importa en qué estación se desee viajar, la Montaña Palentina, con toda su magia y esplendor, no decepcionará aquel que decida montar en La Robla y hacer este recorrido de una hora. El viajero se inundará de la grandeza de su paisaje y de su historia, y sobre todo aquellos que les apasione los trenes, quedarán prendados y desearán repetir el trayecto en diferentes épocas del año.
El ferrocarril de La Robla constituye la línea de vía estrecha más larga de Europa Occidental, con 335 kilómetros, comprendida entre La Robla (León) y Bilbao. Desde 2012 es gestionada por Renfe Feve, división de Renfe.
Su tramo principal, entre La Robla y Balmaseda, fue inaugurado e 11 de agosto de 1894. Su objetivo principal era acercar la importante producción carbonífera de las cuencas mineras leonesa y palentina a su consumo en la poderosa industria siderúrgica de Vizcaya. La constructora y operadora fue la Sociedad del Ferrocarril Hullero de La Robla a Balmaseda, que a partir de 1905 pasó a denominarse Ferrocarriles de La Robla. En 1972 la sociedad entró en quiebra y la empresa pública Feve se hizo cargo de la línea. Bajo su gestión la situación no sólo no mejoró, sino que sus resultados empeoraron extraordinariamente. En 1991, cesó su utilización para el tráfico de pasajeros –restringido solo al de mercancías–, pero, gracias a distintos convenios con la administración pública, en 2003, se reanudaron distintos servicios entre León y Bilbao.
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