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María Teresa Álvarez estudió en Valladolid e hizo su residencia en Madrid. Después de trabajar en distintos lugares, hace un año llegó al Centro Sociosanitario ... Hermanas Hospitalarias en Palencia, donde trabaja en tres áreas distintas: mayores, discapacidad intelectual y salud mental. Junto a ellos, junto a los residentes, ha vivido la pandemia, el confinamiento y todo lo que eso conlleva. Cree que hemos aprendido mucho y tenemos herramientas para afrontar otro –en caso de que llegue– de la mejor manera posible.
–¿A qué cree que se tiene más miedo, a un nuevo brote o a un nuevo confinamiento?
–Creo que tenemos miedo a ambas cosas. En esta época lo que pueden resurgir son los sentimientos que ya tuvimos la otra vez. Miedo, miedo a la soledad, inseguridad y abandono. También ahora se puede juntar el enfado y la frustración, un poco por el desgaste por la prolongación en el tiempo de la enfermedad. Hay que valorar que en este tiempo también hemos adquirido una serie de herramientas como un mayor conocimiento de la situación, de la experiencia que nos ha dado, de confianza de que de este brote ya hemos salido y que de otro también podemos salir. Todos esos recursos que hemos adquirido nos pueden ayudar a sobrellevar un nuevo confinamiento.
–¿Sería un derrota o un paso atrás?
–No, considero que, en rasgos generales, sabíamos que esto era una carrera a largo plazo y que del primer brote habíamos salido, pero también se nos había advertido que hasta que no hubiera una vacuna o una cura definitiva la posibilidad del segundo brote iba a estar ahí.
–¿Ha existido también el miedo a desconfinarse?
–Sí, hemos visto mucha patología ansiosa, depresiva y miedo en los momentos de desescalada, al tener contacto con personas por miedo a un contagio. Sobre todo también, personas que ya han padecido la enfermedad y saben cómo se pasa o lo han visto en familiares, tienen mucho miedo todavía a contagiarse.
– ¿Y cómo nos afectaría que nos volviesen a confinar?
–Es previsible que vuelva a aumentar el malestar piscológico y la sintomatología ansiosodepresiva como pasó en un confinamiento anterior.
–¿Saber que hay un final, porque ya lo hemos vivido, nos ayuda a afrontarlo?
–Efectivamente, la capacidad para comprender que esta situación tendrá un final nos ayuda a tolerar la incertidumbre, cosa que en el primer confinamiento no sabíamos absolutamente nada. No sabíamos cómo iba a evolucionar la pandemia. Ahora al tener más datos, aunque sean inestables, nos puede ayudar a manejar la ansiedad que nos genera la incertidumbre. También, el acompañamiento que se puso en marcha en el primer confinamiento, ahora va a ser una continuidad.
–¿Los balcones, las músicas... son un punto de apoyo?
–Sí, creo que en todos los ámbitos eso y el tema de la comunicación a distancia, con videollamadas, cartas..., lo hemos trabajado mucho. No es la soledad del principio, que nos pilló desprevenidos.
–¿A quién podría afectar más un nuevo confinamiento?
–En principio, creo que todas aquellas personas que padecen la enfermedad son los grandes afectados. Los que pierden a un ser querido por la covid o los que tienen una vulnerabilidad previa, ya sea a nivel social, económico o psicológico, pueden ser las grandes afectadas. Todos los profesionales que se han encontrado cara a cara con la tragedia, también, junto con los niños o adolescentes que no estaban acostumbrados a este tipo de situaciones o de normas.
–Los profesionales que han trabajado delante de la pandemia también han sufrido mucho...
–Se han visto tasas elevadas de ansiedad y depresión en todos los profesionales que han estado cara a cara con el virus, ya fueran sanitarios o de otros gremios.
–¿Volverá la crisis del papel higiénico y de la harina?
–Creo que las cosas que han funcinado en un anterior confinamiento son las que hay que tener en cuenta. De toda esta situación desfavorable, hemos aprendido muchas cosas. Situaciones que no sabíamos si íbamos a soportar y lo hemos hecho con mucho ingenio. Eso lo hemos hecho en el centro y también lo hemos llevado a cabo aquí con nuestros pacientes. Todo lo que ha funcionado hay que volver a ponerlo en marcha y mejorar las cosas que no hicimos tan bien en el pasado.
–¿Cómo llevaron el primer confinamiento los pacientes de allí?
–Cada colectivo vulnerable es distinto y cada persona también es diferente. No es lo mismo una discapacidad grave con un problema de conducta grave con una discapacidad leve. A la hora de afrontar una situación de confinamiento, los recursos cognitivos son fundamentales. La capacidad de entender lo que está pasando, lo que va a pasar, ver escenarios futuros, todo eso es muy importante. Los pacientes que tienen menos recursos cognitivos tienen más dificultad para entenderlo.
–Las salidas y las visitas serían fundamentales para ellos...
–Han sido meses muy duros porque tuvimos que restringir las visitas y las salidas. Ha sido mucho tiempo separado de la familia. Son meses difíciles para ellos porque han perdido la rutina de las visitas o de ir a comer a casa. Luego las familias también, el saber que no podían ver a sus seres querido, que estaban lejos. Hemos hecho un esfuerzo en el centro y ha sido importante el tema de las videollamadas, sobre todo para los pacientes que no tienen comunicación verbal. Los residentes han demostrado una fortaleza increíble, y han dado el 100%.
–¿Y cómo afectaría a los niños no volver al colegio?
–Las personas necesitamos relacionarnos y en épocas de formación, en la infancia y adolescencia, aún más para adquirir una serie de valores y de roles que solo se pueden adquirir cuando tienes una experiencia y una relación. Hay que volver a hablar del concepto de temporalidad y de reinventarse, como han hecho con las clases 'on line'.
–¿Cree que a largo plazo puedan tener secuelas los más pequeños?
–De las experiencias siempre hay un aprendizaje y no tiene por qué ser malo. Incluso en las situaciones más catastróficas, hay personas que pueden salir reforzadas. Puede haber la misma situación estresante para dos personas y una salir triunfante de ella y la otra tener dificultad y que necesite ayuda.
–¿Y el resto?
–Hay varios estudios al respecto, pero uno de ellos realizado por Balluerka, señala que el 3% de la población ha solicitado asistencia psicológica durante el estado de alarma. Y de aquí un 75% ha pedido ayuda por sintomatología de ansiedad y estrés, y un 56% por sintomatología depresiva.
–¿Su trabajo aumenta durante el confinamiento y después?
–Efectivamente. Nosotros durante el periodo de confinamiento tuvimos que suspender las consultas presenciales, pero hay determinados pacientes a los que tienes que seguir haciendo un seguimiento y eso lo hemos realizado de forma telemática. Cuando cesó el confinamiento, hemos visto que hay nuevos casos de ansiedad por la angustia durante el confinamiento como la angustia posterior, unido a un nuevo contagio. Familiares de personas que han fallecido, porque no han podido hacer un duelo unidos. También hay cuadros de separación porque el confinamiento lleva al roce de muchas familias.
–Con un nuevo confinamiento, volverá el estrés con el teletrabajo sobre todo a las familias con niños....
–Sí, es importante organizar los tiempos y los espacios. Pero entiendo que en un piso de 80 metros cuadrados es complicado hacer todo a la vez, aunque lo deseable sería poder dividir el tiempo y el espacio, para que no se prolongue la jornada. A lo mejor antes la hacías en cuatro horas y ahora, como es interrumpida, la haces en siete. El estrés y la ansiedad que genera te rompe el ritmo de trabajo, la concentración, pero hay que hacer un esfuerzo por organizarlo en la medida de lo posible.
–¿Y cómo se puede acabar con ese estrés?
–Es importante buscar espacios para el autocuidado personal. Creo que a veces nos olvidamos y en el tema del confinamiento hay que tener pautas para el ejercicio. Cada uno sabe qué cosas les relaja, a algunos hacer yoga a otros la lectura, pero hay que encontrar momentos para ti, siempre. Y si se está mal, pedir ayuda, ya sea a gente cercana o a profesionales.
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