Almudena Álvarez
Palencia
Lunes, 31 de octubre 2022
Personas mayores que comparten su casa con estudiantes. Una buena fórmula para quien busca ahuyentar la soledad con la compañía de un joven estudiante, que a su vez encuentra un alivio económico mientras cursa sus estudios en la Universidad de Valladolid. Es el programa ... de convivencia en alojamientos compartidos que desarrolla la Universidad de Valladolid en colaboración con la Gerencia de Servicios Sociales de Castilla y León y los ayuntamientos de Valladolid, Palencia, Segovia y Soria, en estas cuatro ciudades.
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Un programa humano, solidario, que facilita la convivencia y el intercambio intergeneracional entre jóvenes y mayores y que enriquece a las dos partes. De hecho, este programa, que cumple 25 años, es resultado de la suma de dos necesidades, la de vivienda y compañía, aunque requiere de otros ingredientes para que la convivencia funcione, como explica el coordinador del programa César Vega.
Desde sus inicios, en 1997, el programa ha facilitado 413 convivencias en la Universidad de Valladolid, 29 de ellas en el campus de Palencia. Aquí se puso en marcha en el curso 2000-2001 (tres años después de hacerlo en Valladolid) y desde entonces ha mantenido una media de dos convivencias anuales. «De hecho, desde el año 2013 se han mantenido ininterrumpidamente dos convivencias cada curso en Palencia», asegura César Vega. Las últimas han sido dos mujeres de 96 y 81 años que compartían casa y vida con dos estudiantes de Educación procedentes de Galicia y de un pueblo de León. Eso fue el curso pasado, en el que el programa estuvo parcialmente suspendido debido a las restricciones de pandemia, y solo se mantuvieron las convivencias que ya se habían iniciado en cursos anteriores. Sin embargo, por causas ajenas al programa no se han podido renovar este curso en que la vuelta a la normalidad está siendo complicada para las personas mayores después de una pandemia mundial que lo trastocó todo y contribuyó a que miedo y desconfianza arraigaran a partes iguales entre los mayores.
La información para participar en el programa se encuentra en los centros de mayores, en la universidad y en la Gerencia de Servicios Sociales, pero son los servicios sociales de la UVA los que se encargan de tramitar y realizar los procesos de selección, además de difundir la existencia del programa entre todos los alumnos, incluidos los de nuevo curso.
El procedimiento es muy sencillo. El alumno interesado tiene que rellenar un cuestionario para entrar en la bolsa y después participar en una entrevista personal. De la misma manera la persona mayor ha de rellenar un cuestionario y se le hace una entrevista en su domicilio para comprobar las condiciones de habitabilidad de la vivienda antes de pasar a una bolsa de personas mayores.
«Luego hacemos un proceso de selección emparejando a las personas que tengan características compatibles», resume Vega. La última parte del proceso es una entrevista presencial en casa de la persona mayor sin ningún tipo de compromiso donde se explica los puntos de encuentro y los puntos que tendrán que negociar antes de la convivencia. Después hay un periodo de prueba y si se produce la adaptación se inicia el periodo de convivencia definitivo hasta que acabe el curso y que se puede renovar tantas veces como deseen las dos personas. «Si no hay adaptación se vuelve a iniciar el proceso con otra persona», añade Vega.
En los 25 años del programa son muy pocas las parejas que no han funcionado, asegura Vega, porque el primer filtro lo ponen ellos y cuando dan el paso y se han animado a participar es porque se ven capaces de convivir con otra persona, borrando de la ecuación la palabra intergeneracional y teniendo muy claro que la convivencia nunca es cosa fácil. También es cierto que hay situaciones ajenas a la propia convivencia que pueden ponerle fin como puede ser el fallecimiento de una persona o que el estudiante abandone los estudios. Y en los casos en los que se rompe la convivencia, como sucede en los mejores matrimonios, esta se disuelve, pero sin tener que pasar por las dificultades y desencuentros de un divorcio. «El porcentaje de rupturas por circunstancias asociadas a la convivencia no llega ni al 5%, por eso estamos muy satisfechos con los resultados», sostiene Vega.
«Este año no hemos conseguido emparejar ninguna convivencia en Palencia», se lamenta el coordinador. Tampoco en los campus de Segovia y Soria, y solo Valladolid mantiene vivo el programa con seis experiencias este curso, muchas menos que otros años. «Es una pena, porque siempre nos ha parecido un programa muy interesante, ya que favorece el contacto intergeneracional y contribuye a paliar la soledad no deseada», afirma la concejal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Palencia, Raquel Martín. Sin embargo, los resultados no son lo esperado a pesar de que la soledad es una de las quejas más repetidas por las personas mayores. «La soledad es mala, pero parece que la desconfianza puede más», afirma Martín.
Y aquí las personas mayores de Palencia no son diferentes de las personas mayores de otras provincias, como apunta Vega, mientras defiende este programa como «una solución válida para las personas mayores y para el alumnado», además de ser un programa público que no tiene coste para las partes. Sí, hay que tener en cuenta las particularidades de Palencia y la de su campus con Valladolid, lo que hace que no exista una necesidad de alojamiento por parte de los estudiantes tan numerosa como en otros campus. Así como el hecho de que las carreras del campus palentino también se oferten en los otros campus, lo que reduce la necesidad de desplazamientos y residencia fuera del hogar.
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En cualquier caso, el hecho s que este curso es el primero en 22 años en los que no sale adelante ningún alojamiento compartido en la ciudad. Las causas son diversas, o pueden serlo, porque no hay ningún estudio que lo corrobore, pero lo cierto es que este año hay menos alojamientos compartidos que antes de la pandemia en los cuatro campus y no por falta de estudiantes que los busquen, sino por falta de personas mayores que les abran la puerta de su casa.
Puede ser porque las personas mayores desconozcan esta posibilidad o que no se hayan renovado las convivencias anteriores porque los centros de mayores, donde se difundía este programa, han estado cerrados durante la pandemia. «Puede ser que las personas mayores se hayan vuelto más miedosas y desconfiadas», señala la concejal de Servicios Sociales del ayuntamiento de Palencia. O que la pandemia haya acomodado la soledad de otra manera. O que haya agudizado el miedo a compartir o a «meter a alguien en casa», añade Martín, que también apunta el hecho de que incluso se haya acabado interiorizando cierta idea de fragilidad de las personas mayores y de criminalización de los más jóvenes. Puede ser también porque la sociedad está evolucionando y las personas mayores de 1997, cuando se inició el programa, no tuvieran nada que ver con los mayores de hoy en día, más activas, sociables e independientes. Puede ser también «que las personas mayores están más acompañadas gracias a las tecnologías o que vivimos más tiempo en mejores condiciones y eso retrasa la sensación de soledad», apunta César Vega.
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Conjeturas aparte, lo cierto es que «hay muchos más estudiantes en la bolsa esperando una convivencia que personas mayores». De hecho, solo en Palencia hay seis estudiantes demandando una convivencia y ninguna persona mayor ofreciéndola. Por eso el programa sigue abierto a lo largo de todo el curso académico, por la experiencia de que siempre puede surgir alguna persona que se anime a experimentar una convivencia separada por varias generaciones y poder recuperar la tendencia que había antes de la pandemia.
Por otra parte, hay factores nuevos, como la escalada de precios de la luz y el gas o el encarecimiento de la vida y la inflación que pueden suponer un impulso para este programa, ya que los mayores pueden encontrar en él un alivio al incremento de gastos. «Aunque esa nunca ha sido la motivación principal (la económica) de las personas mayores, que siempre han visto en este programa una forma de mantener a raya la soledad», afirma Vega.
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Y es que, aunque las personas mayores y los estudiantes comparten los gastos de la casa al 50% (salvo que ambas partes acuerden otro porcentaje), Vega asegura que tradicionalmente los mayores no han participado en el programa por dificultades económicas, ya que normalmente tienen casa propia y una rutina que les permite afrontar sus gastos diarios sin necesidad de recurrir a programas como este. «Hasta ahora esa nunca ha sido la premisa fundamental para participar en el programa. Pero quién sabe, quizá con el incremento de costes el perfil vaya cambiando», sostiene César Vega.
La mayoría de las personas mayores que solicitan el programa de convivencia lo hacen por una necesidad de compañía y en un porcentaje que supera el 85% son mujeres, aunque también hay hombres e incluso matrimonios que no están solos «pero quieren ser solidarios y facilitar el alojamiento a un joven para que pueda continuar sus estudios», explica Vega. De hecho, hay un 20-25% de personas mayores que participan por altruismo y solidaridad intergenaracional: «tienen una habitación libre, no necesitan compañía porque son independientes, pero quieren ayudar a un estudiante a que saque una carrera», explica Vega.
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Sin embargo, entre los estudiantes las solicitudes se acercan a la paridad con un 60% de mujeres y un 40% de hombres. Aunque todo depende de lo masculinizado o feminizado que está cada campus en función de los estudios que se imparten. O lo que es lo mismo, donde hay más ingenierías las solicitudes para participar son mayoritariamente masculinas al contrario de lo que sucede en los campus donde priman otros estudios más feminizados. «Por eso, en Palencia, donde los estudios de Agrarias son los que más estudiantes de fuera atraen, tenemos un porcentaje de estudiantes varones más alto que en otros campus», añade.
Entre los estudiantes también se dan otros perfiles que nada tienen que ver con las necesidades de vivienda. Estudiantes de carreras sociales que quieren tener una experiencia con personas mayores o que quieren hacer algún voluntariado.
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Además se está incrementando el número de solicitudes de estudiantes latinoamericanos, cada vez más atraídos por los grados de la UVa y porque en esos países el concepto de familia sigue teniendo mucho peso. «Antes teníamos un perfil únicamente nacional ahora es más internacional y hay muchos latinoamericanos que viene a hacer especializaciones y másteres o doctorados y que por tanto son más mayores», señala Vega.
También, el perfil de las personas mayores ha evolucionado desde los inicios del programa y ahora son mucho más activas, sociables, que únicamente necesita compañía por la noche.
Pero, como insiste Vega, las parejas responden mayoritariamente a la necesidad de vivienda y compañía, aunque nunca como única premisa, porque además de necesidad siempre tiene que haber otros factores y motivaciones que garanticen una buena convivencia.
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