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Bolsa de basura blanca y papeles de pegar de colores para crear una paleta con pinturas y hacer un pequeño pintor. O cartulinas marrones de gran tamaño con ojos y sombrero para simular ser Mr Potato, el juguete con el que todos hemos crecido. Todo parece indicar que este año sí que se va a poder celebrar el Carnaval, después de que el año pasado las restricciones –con toque de queda, hostelería cerrada...– y la alta incidencia lo impidieran. Aún con la covid presente en todo, pero ya sin medidas restrictivas y con más libertad que en 2021, se presentan unos días llenos de fantasía, de pelucas y de purpurina. En definitiva, unos días para celebrar y para disfrazarse.
Este es un año de transición, porque aún no existe la alegría de antes de la pandemia, pero tampoco es el mismo silencio y falta de motivación del año pasado. «Este año sí que se van a celebrar cosas, pero las fiestas privadas aún no se sabe si va a haber, los bares también están pendientes de la situación, aunque los niños sí que van a disfrazarse», afirma Jorge Machiñena, propietario de las jugueterías Toy Planet.
Los colegios vuelven a ilusionar a los más pequeños con disfraces fabricados en casa, a organizar fiestas en el aula el último día de clase de la semana y hasta a promover que alumnos de todo el centro salgan juntos en el Gran Desfile de Carnaval, organizado por el Ayuntamiento, del sábado por la tarde.
«El año pasado prácticamente no hubo campaña, se vendieron cuatro disfraces para casa y poco más. Pero este año ya han venido de colegios, que los niños se están disfrazando, y aunque muchos se hagan su atuendo, se venden complementos o disfraces», reconoce.
El año pasado se vendió aproximadamente un 10% comparado con los números de ventas de antes de la llegada del coronavirus. Y para este 2022, aún con muchos días por delante para comprar y sabiendo que «se suele dejar para última hora», se consideraría un buen año si se vendiera el 70%. «Modelos distintos podemos tener más de 300 y complementos, unos 500», afirma.
La campaña de Carnaval comienza a organizarse en octubre, con antelación para pedir los modelos y disfraces necesarios para abastecer a los clientes. Y los primeros que acuden a comprarse su disfraz son los más pequeños con sus padres, por si se acaban las tallas. Mientras que adolescentes y los adultos, a última hora.
Continúan triunfando los disfraces de superhéroes, siempre tienen cabida los Spiderman, Ironman o Superman, junto con los de princesas Disney. El mago Harry Potter es un habitual de estas fechas también, en las que destaca este año el Mandalorian, de la Guerra de las Galaxias. «En general, buscan todo tipo de disfraz, payasos, caballeros, un poco de todo, pero los pequeños van a por héroes y esta gama», analiza.
Los complementos por excelencia que más triunfan son las pelucas, junto con las pistolas, las espadas o los elementos de una temática determinada. Las mascarillas de un dibujo o un personaje determinado que tanto éxito tuvieron el año pasado, en esta ocasión casi no se están vendiendo. En cambio, vuelve pisando fuerte el maquillaje porque «al no estar tanto la mascarilla, se pueden maquillar bien».
«Carnavales tradicionalmente es más adulto que niño, pero está variando porque la cultura del salir ya no es como antes y ahora está costando retomarlo. Halloween, en cambio, sí que suele ser más de niños», reconoce. Estas fechas también son muy familiares, donde todos los miembros pueden disfrazarse con la misma temática, o para grupos de amigos, todos con el mismo atuendo. Es una fiesta para todos.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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