Varias personas reciben la indicación de aplicarse gel hidroalcohólico a la entrada del cementerio. Marta moras

La limitación de asistentes a los funerales retrasó hasta el verano muchos entierros

Numerosas familias se inclinaron por incinerar los cuerpos y aplazaron la inhumación hasta que se levantó la restricción de un máximo de tres personas

Domingo, 1 de noviembre 2020, 21:22

La covid parece haberlo cambiado todo. Desde los hábitos más comunes, como el saludarse con dos besos o con un apretón de manos, hasta los destinos de vacaciones, pasando por la costumbre de tomar un café con los amigos o hasta el modo de ... despedida de un ser querido cuando fallece. Nada en nuestra vida cotidiana parece haber quedado ajeno a las nuevas normas que impone la lucha contra la pandemia, nada, ni la muerte.

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Y eso, más que nunca, puede apreciarse estos días en los cementerios de toda España, un hervidero de gente siempre en estas fechas del puente de Todos los Santos, y que, en esta ocasión, ha derivado en un goteo continuo a lo largo de casi quince días, dadas las medidas de prevención y control de aforos que las autoridades locales han impuesto en prácticamente en todo los camposantos.

Porque no es la primera vez, desde la entrada en vigor del primer estado de alarma en el pasado mes de marzo, que se restringe el acceso a los cementerios. En aquella dura primavera de la primera ola, el número máximo de personas que podían asistir a un funeral era de tres, prohibiéndose además los velatorios.

Así, en los funerales, sin duda, uno de los momentos más duros y emotivos que deben vivirse, muchas personas se encontraban prácticamente solas, o con la imposibilidad siquiera de que todos los hijos pudieran asistir al enterramiento de un padre o una madre. La situación se complicaba, puesto que no podía tampoco contarse con los servicios religiosos que de forma ordinaria se prestan en los cementerios o tanatorios, y se quería contar con un sacerdote, esto obligaba a descontar ya a una persona de las tres que estaban autorizadas.

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La limitación era tan estricta que muchas personas decidieron entonces aplazar la celebración de esos funerales hasta que pudiesen reunirse las familias y los más allegados para ofrecer la despedida que se merecía el ser querido. Ante esta situación, la covid provocó otro cambio más en los hábitos de los españoles, puesto que se disparó el número de incineraciones, dado que muchas familias se inclinaron por conservar las cenizas de los fallecidos hasta que se rebajasen las restricciones de aforo y pudiesen volver a celebrarse los funerales sin limitación de asistentes.

Este cambio obligado en el modo de enterramiento he tenido su reflejo también en el cementerio municipal de Nuestra Señora de los Ángeles, que este año ha experimentado notables variaciones en sus registros con respecto a años anteriores. Los responsables del camposanto municipal han explicado en diferentes ocasiones que el comportamiento de los palentinos en cuanto a los hábitos funerarios es muy estable de año en año, De hecho, hasta el número de enterramientos que se producen al año apenas varía de ejercicio en ejercicio, con una media anual que se sitúa en torno a los seiscientos.

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Sin embargo, en este 2020 marcado por la pandemia, no son pocos los datos que han variado frente a los años anteriores. El más significativo es, sin duda, el aumento de enterramientos de cenizas, que ha crecido de una forma notable. Así, mientras que las inhumaciones de urnas con los restos de las incineraciones ha subido con respecto a 2019 el 31,6%, el incremento en el número de enterramientos de cadáveres (se cuentan de forma conjunta las sepulturas y los nichos) se ha limitado al 6,42%, en los datos que se cuentan hasta el 27 de octubre.

En términos globales, en lo que va de año se han enterrado en el cementerio de Nuestra Señora de los Ángeles 381 cuerpos y 129 urnas de cenizas (tanto en sepulturas, como nichos o en el columbario). El pasado año, también hasta las mismas fechas, previas a la celebración de todos los Santos, las inhumaciones de cadáveres sumaron 358, mientras que las cenizas fueron 98.

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Pero quizá uno de los aspectos más llamativos de estos cambios experimentados en relación al uso de los servicios del cementerio sea el de la concentración de una buena parte de estos enterramientos de cenizas durante los meses de verano, a pesar que muchos de los fallecimientos se hubiesen producido con anterioridad. Esto se debe, explican desde el propio cementerio, a las duras limitaciones que se impusieron durante el confinamiento de la primera ola de la pandemia en todo lo relativo a la celebración de funerales o velatorios. Estos últimos se prohibieron por completo y en cuanto a los funerales, solo se permitía un máximo de tres personas.

Por ello, muchas familias, que no deseaban celebrar el entierro de sus seres queridos en esas circunstancias tan restrictivas, optaron por la incineración de los cuerpos y guardaron las cenizas en sus domicilios, a la espera de que se levantaran las medidas de contención sanitaria. Y en consecuencia, durante la segunda quincena del mes de junio, cuando se decretó la llamada 'nueva normalidad' y se autorizó la celebración de los funerales sin ningún tipo de limitación, se abrió una riada de peticiones de enterramientos de esas cenizas, que se prolongó hasta el final del mes de agosto. Así, entre el 1 de junio y el 31 de agosto, se celebraron 54 de esas 129 inhumaciones de cenizas, lo que supone un 41,8% del total. Y solo los meses de junio y julio se llevaron 31,6% de esos enterramientos de urnas (41 en dos meses).

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