Adriano Maté, en el despacho del Juzgado de Paz de Villarramiel donde ejerce. Manuel Brágimo

Los juzgados de paz de los pueblos de Palencia resuelven más de 10.000 asuntos cada año

Solucionan asuntos menores de Derecho Civil en los municipios donde no hay Juzgado de Primera Instancia, todos menos la capital, Carrión y Cervera

Almudena Álvarez

Palencia

Domingo, 12 de diciembre 2021, 11:51

La provincia de Palencia tiene 12 Agrupaciones de Secretarías de Juzgados de Paz en torno a las que se articulan los jueces de paz que hay en cada municipio. Una figura con dos siglos de historia que podría desaparecer si sale adelante el anteproyecto de ... Ley Orgánica de Eficiencia Organizativa del Servicio Público de Justicia en que trabaja el Ministerio de Justicia.

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Los nombra el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León para un periodo de cuatro años, aunque generalmente los ha elegido previamente la corporación municipal, y son servidores públicos, pero no pertenecen a la carrera judicial ni tienen por qué saber de leyes. Son los jueces de paz, una figura que tiene casi dos siglos de antigüedad y los días contados de salir adelante el anteproyecto de Ley Orgánica de Eficiencia Organizativa del Servicio Público de Justicia en que trabaja el Ministerio de Justicia.

Lo suyo es resolver asuntos menores de Derecho Civil en todos los municipios donde no hay juzgado de primera instancia, que en Palencia son todos menos la capital, Carrión de los Condes y Cervera de Pisuerga. También son los encargados de velar por que nadie se quede fuera del registro civil, ya sea para nacer, morir o casarse, tramitando los expedientes de fe de vida, de nacimiento o defunción, e inscribiendo matrimonios civiles o religiosos que se hayan celebrado en el municipio que acoge el Registro Civil. Son los últimos en irse a casa en cada convocatoria electoral, porque tienen que llevar personalmente toda la documentación a la Subdelegación del Gobierno. Y, en muchos casos, porque eso ya depende de la voluntad de cada persona, se afanan para facilitar la vida a sus vecinos mediando en algún que otro desencuentro, para evitar problemas mayores, siguiendo al pie de la letra la máxima de que 'más vale un mal acuerdo que un buen juicio'.

En la provincia de Palencia los juzgados de paz están agrupados entorno a doce Agrupaciones de Secretarías de Juzgados de Paz situadas en Baltanás, Paredes de Nava, Guardo, Osorno, Villoldo, Barruelo, Herrera de Pisuerga, Aguilar de Campoo, Saldaña, Venta de Baños, Villada y Astudillo, y en 2020 resolvieron 2.383 asuntos civiles (ningún juicio verbal, 56 actas de conciliación y 2.288 exhortos civiles) y 7.805 asuntos penales, 10.188 en total, según los datos publicados por el Consejo General del Poder Judicial. O lo que es lo mismo, una media de 28 asuntos resueltos al día. Una cifra que está por debajo de las registradas en los últimos años: 13.454 asuntos civiles y penales resueltas en 2017; 11.389 en 2018, y 13.206 asuntos resueltos en 2019, que refleja la situación excepcional que se vivió el año pasado en todos los ámbitos a causa de la pandemia y la declaración del Estado de Alarma.

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En cuanto a sus cometidos, hasta 2015 los jueces de paz resolvían también juicios de faltas mediante conciliación, pero, desde entonces, solo les queda la resolución de juicios civiles de hasta 90 euros y los trámites del Registro Civil. Y podrían desaparecer si sale adelante el anteproyecto de Ley Orgánica de Eficiencia Organizativa del Servicio Público de Justicia, que pretende dar respuesta a las necesidades organizativas, procesales y estructurales de la Administración de Justicia y sustituir a estos juzgados de paz por las nuevas oficinas de justicia, donde centralizar y digitalizar todos los trámites y procesos burocráticos.

«Una pena», afirma Javier Lozano, que, cuando se apruebe la Ley, tendrá «el honor de ser el último juez de paz de Saldaña», asegura, mientras defiende el papel que prestan a los ciudadanos, aunque el suyo sea el servicio más sencillo dentro de la compleja administración de Justicia. Por «la cercanía y la confianza» que dan a los vecinos. Sobre todo, a las personas mayores, que son las que engrosan la pirámide poblacional en el medio rural. «Casi somos confesores», añade Adriano Maté, el juez de paz de Villarramiel, que reconoce que actualmente apenas tienen competencias, pero sí un gran componente humano y eso en los pueblos es un plus que pesa mucho. Maté es un jubilado de la banca que lleva seis años ejerciendo de juez de paz en Villarramiel, donde le conoce todo el mundo y la gente confía en él porque ya ha demostrado que sabe guardar secretos durante los cuarenta años que ha trabajado en una de las sucursales bancarias del pueblo. Por eso cada vez que hay una desavenencia entre dos vecinos, acuden a él, que también ha demostrado tener una buena capacidad para tomar decisiones. «Tienes que oír a las dos partes y tratar de solucionar el problema para que no vaya a mayores», explica, satisfecho por haber evitado algún que otro juicio y muchos dolores de cabeza a más de un vecino. Como aquella vez que logró poner de acuerdo a dos vecinos sobre la división de una medianía de una finca rústica. O cuando evitó que una denuncia por ofensa e intimidación se materializara en el juzgado.

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Generalmente son cosas menores, de poca importancia, asegura. Que si un árbol ha crecido más de la cuenta y molesta al vecino, que si la cañería del agua de un vecino ha causado una humedad al otro, que si uno molesta al otro por el ruido, alguna factura de albañilería o que el inmueble que se ha vendido mide más o menos de lo acordado en la venta cuando llegan al catastro. «Lo peor es cuando hay que intermediar entre hermanos por problemas de herencias», reconoce Adriano. «También, cuando eres amigo de las dos partes y es complicado decidirse», añade. Aquí es mejor buscar la opinión de un tercero para ver las cosas con más objetividad, asegura. Y muchas veces, no hay forma de arreglar el asunto y «no queda otra que tirar la toalla», asegura Adriano, que reconoce que no puede evitar llevarse los problemas de los vecinos de Villarramiel a la cama para desdicha de su mujer. Pero sobre todo «la inmensa satisfacción personal» que siente cuando consigue arreglar cualquier problema, por pequeño que sea.

Aquí, Javier Lozano, que lleva desde 2014 como juez de paz en Saldaña, apunta que solo se puede arreglar algo cuando las dos partes tienen ganas de arreglarlo y ponen de su parte. «Si no, no hay nada que hacer», afirma, por propia experiencia, porque, en los pocos casos en los que él ha intervenido, un par al año, no ha habido avenencia. Y porque ve, que cada vez son menos los vecinos que acuden al juez de paz y prefieren tirar de abogado y de otras instancias superiores. Lo confirma Santiago Recio, decano del colegio de Abogados de Palencia, cuando dice que muchas veces las demandas de conciliación se presentan ante los jueces de paz para ver si consiguen algo, «pero la mayoría de las veces no se consigue nada», por lo que su tarea se circunscribe prácticamente al Registro y, casi testimonialmente, a la mediación. Claro está, dice Recio, que todo va en función de cada juez de paz, porque los hay que se limitan a firmar el acta y otros que tratan de mediar, y como todo en la vida, va en función de las personas. «También es importante que el juez de paz sepa mediar y animar a llegar a un acuerdo. Y, aun así, es muy difícil que consigan algo», asegura.

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Señala Cándido Blanco, el juez de paz de Meneses de Campos, que él no ha tenido que intervenir en muchos asuntos importantes, y asegura también que la tendencia es que «cada vez la gente opta más por denunciar y por ir directamente al juzgado». Pero es que, además, en este pueblo de 122 habitantes no se da guerra ni en el registro. De hecho, en los últimos cinco años, desde que él es juez de paz, solo ha nacido un niño. «Defunciones si ha habido unas cuantas, pero nacimientos solo el de Anis», relata este agricultor que dedica parte de su tiempo a «echar una mano a los vecinos», hasta donde llega, claro. Y siempre con el apoyo técnico de la secretaria de Villada, porque lo suyo no son las leyes.

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