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Lola Villar | Abogada
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Lola Villar | Abogada
«En un juicio tienes que ser el que más sabe de la 'película'»Será la primera mujer del Colegio de Abogados de Palencia, del que tiene el número 96 como colegiada desde que se tituló en 1979 por ... la Universidad de Deusto (Bilbao), que recibirá la Medalla al Mérito de la Abogacía de Castilla y León. Será este viernes en el Parador de Cervera de Pisuerga como reconocimiento a una carrera de más de cuatro décadas que ha desempeñado con la satisfacción del trabajo bien hecho y el agradecimiento de sus clientes. Lola Villar fue la primera mujer que abrió un despacho de abogados en la Montaña Palentina. Abogada, hija y madre de juez, lleva 45 años ejerciendo de forma ininterrumpida en su despacho de Cervera de Pisuerga.
--No es fácil resumir 45 años como abogada en ejercicio, pero, ¿cómo recuerda sus orígenes?
-No tengo conciencia de que fueran unos orígenes especialmente difíciles, aunque yo tiendo a acordarme solo de lo bueno. Aunque fueron inicios con pocos recursos económicos, en una buhardilla sin calefacción y con sala de espera muy modesta, empecé con muchísima ilusión y nunca la he perdido. Nadie me ha discriminado por ser mujer; al contrario, creo que por eso mismo, por mi forma de hablar y por ser menuda, a la gente le gustaba hablar conmigo. Primero empecé con un compañero, luego me quedé sola. Ya nacidos mis hijos, mi marido me animó y compré el piso que es hoy mi despacho. Ha habido asuntos que se han torcido, pero no ha sido una andadura negativa, el balance final es positivo. Además, me ha permitido dedicar tiempo a mis aficiones, como escribir y pintar. Me sigue gustando mucho mi profesión y me da pena terminarla, pero todo tiene un principio y un final, y hay que saber cuándo acaban las cosas.
-Entonces, ¿ser mujer en aquella época le supuso ventajas?
-No por ser mujer, pero sí por ser alguien joven, aparentemente indefensa, aunque no tenía pelos en la lengua cuando me sentaba en un juzgado. Pero los compañeros eran más mayores, más serios, más formalistas, y creo que a mí se me miró con más simpatía.
-¿Cómo ha cambiado la profesión?
-Los medios materiales. Antes se escribía a máquina, se utilizaba un papel cebolla amarillo en los juzgados, no había correctores. Para buscar jurisprudencia había pocas fuentes, yo tenía un libro que me regaló mi padre y aún conservo, tenía otro ejemplar que se lo di a mi hijo, que, como mi padre, también es juez.
-¿Los progresos tecnológicos son lo más destacable en la evolución de su trabajo?
-Las nuevas tecnologías y la digitalización te facilitan el trabajo, pero se ha perdido un trabajo más cercano con los profesionales y lo veo como una pérdida de calidad, el no tener a todos los profesionales presentes en un juicio. Ahora hay una facilidad enorme de acceso a la información, pero si no va unida al trabajo no sirve de nada. El abogado tiene que escuchar sin parar y preguntar. Cuando te sientas en un juzgado debes ser el que más sabes del asunto, de la vida de tu cliente y sus circunstancias. Esta es la clave para ganar un juicio, estudiar todo en su conjunto, tener una visión global de todas las cosas y estar convencida de lo que estás diciendo, creer en ello.
-¿La base de respetar la ley y hacerla respetar y hacer justicia es la misma o la sociedad tan convulsa en la que vivimos ha tergiversado algunos principios?
-Los tiempos hoy son complicados. Creo que hay una especie de adolescencia psicológica donde todo el mundo analiza todo, todo el mundo es maniqueo, es mucho más inquisitorial. Ojalá el mundo fuera diferente, pero las personas no somos perfectas y hay que entender que puedan hacer algunas cosas mal. Concibo que es una época de tránsito y que se llegará a un momento mejor. Quiero pensar eso porque soy una persona optimista.
-Le corría el Derecho por las venas por tradición familiar y la ha transmitido... ¿Qué es lo que más le enorgullece de su profesión?
-Esta profesión es muy dura y mi padre no me creía capaz de llevarla a cabo. Estuvimos mucho tiempo sin comentar ningún tema que yo llevaba, pero luego ya sí. Lo que más me enorgullece es las veces que he conseguido convencer a un juez de algo en lo que yo creía, de lograr que alguien acusado de alguna cosa muy grave no fuera a la cárcel al poder demostrar que no era culpable, de las veces que he ayudado a hacer el mundo de las personas un poco mejor.
-¿La ha vivido como un servicio público? ¿Y a veces como una oenegé?
-Muchas veces, y más cuando, como yo, conoces a mucha gente con quien creas un vínculo y se convierten en tus clientes-amigos. Y cómo voy a cobrar a un señor que ya he cobrado, que es amigo mío, que me ha ayudado por ejemplo a transportar algunos libros… Sí, a veces te conviertes en una medio oenegé. A nadie que ha entrado por la puerta que ha necesitado ayuda y me ha dicho o sé que no tiene dinero, jamás le he cobrado porque sé que es algo que le debo a la vida.
-¿Es diferente ejercer en un entorno rural que en una ciudad?
-En esta zona norte éramos muy pocos abogados y había menos competencia. Para mí, poder vivir aquí es un premio. Estar en la montaña tiene muchas ventajas, escuchas el canto de los pájaros y los grillos, hueles a aire limpio, puedes sacar a la perra por el campo. Aunque antes, con las grandes nevadas, también hemos vivido momentos complicados. Nuestras minutas son mucho más pequeñas que en la ciudad. Si viviera en una ciudad seguro que tendría 'pelas', pero creo que el entorno urbano te deshumaniza y la relación con tus clientes es más fría.
-Si volviera a empezar, ¿sería abogada?
-Cuando empecé la Universidad vivíamos en Bilbao, donde mi padre era juez, y si tuviera que empezar en el mismo lugar, en Deusto donde estudié porque había Derecho, volvería a ser abogada. De las opciones que había era la que más me encajaba. Yo soy de letras, menos de números. Me hubiera gustado ser periodista porque siempre me ha gustado escribir, he escrito cuentos y un libro de poemas. Pero allí no había Periodismo, tendría que haber ido a San Sebastián, pero éramos cuatro hermanos y el sueldo de juez no era grande.
-Y a los que ahora empiezan, ¿qué consejos les daría?
-Es una carrera preciosa para ejercer, pero lo primero te tiene que gustar. Es una profesión que tiene muchas ramificaciones y te puedes especializar en alguna de ellas. Aunque nosotros aquí somos más abogados multiusos, lo único que yo no llevo es laboral y fiscal, las otras materias sí las trabajo. Lo más bonito es el ejercicio de la profesión, todo ese conocimiento que tienes lo puedes volcar. Pero hay que trabajar y trabajar, e insisto en que tienes que ser el que más sabe de la 'película' cuando estés en un juicio. Creo que es una profesión muy completa que enriquece mucho, en la que das mucho y recibes mucho.
-¿Cuáles son los problemas a los que se enfrenta ahora la abogacía?
-Creo que el despacho unipersonal está en crisis pero por la coyuntura, no porque un abogado no pueda asumir el ejercicio de la profesión él solo, aunque sea limitado a determinadas materias porque no puedes estar en todo. Aunque en un entorno pequeño creo que es más fácil que en una gran ciudad. En las ciudades se trabaja mucho en grandes despachos y cuanto más grande es el despacho, más insignificante eres y se deshumaniza el ejercicio profesional.
-Los ingresos no serán proporcionales a los quebraderos de cabeza que implica la profesión... Y menos los del turno de oficio, tan mal pagados...
-Yo he estado en el turno de oficio muchos años, creo que lo dejé hace unos ocho años. Cuando llegamos éramos dos abogados, te tocaba siempre. Honradamente, está muy mal pagado, además estás más condicionado y por muy bien que lo quieras hacer, siempre hay mucha más complicación en la relación con tu cliente.
-¿Y cuáles son los retos de futuro?
-Hay que aprovechar más los medios y mejorarlos. No llevamos mucho con la digitalización y a veces falla el sistema, pierdes mucho tiempo en acceder a la información y a la documentación que te llega; tiene que haber más calidad de la que hay ahora. Pero sobre todo tiene que haber una justicia más cercana, una mayor comunicación del juez con los letrados.
-¿Qué supone para usted recibir la medalla al Mérito de la Abogacía de CyL?
-Es un orgullo, me honra y me siento muy halagada. Aunque hay muchos compañeros y compañeras que también se lo merecen. ¿Por qué yo? ¿Por ser una de las primeras mujeres abogadas? Pues sí. ¿Por qué he tenido un despacho unipersonal? Pues sí. ¿Por qué he sido valiente? Yo creo que sí, pero no sé muy bien por qué me dan a mí la medalla. Me gustaría haber sido un referente, sí. En lo del pacto, el acuerdo, en tender la mano. Tú mismo ser parte de la justicia y ayudar a llegar a un acuerdo sin que tenga que intervenir siempre la sentencia del juez. He podido ser un referente de trabajar mucho. El secreto de que no te salga mal un juicio, porque se pueden dar muchas circunstancias, está en que tú seas la que más sepas de todos de lo que se va a desarrollar, eso te da una fuerza interior. Y luego hay que ser muy valiente y tener ese instinto que te dice que algo va bien o no va bien, porque hay asuntos que se tuercen y debes saber cómo y cuándo terminar con ellos.
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