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La cifra de afectados por tularemia confirmados por la Junta no deja de crecer. El primero en contagiarse este año fue un agricultor de Fuentes de Nava, y ahora ya son cinco las personas infectadas en Palencia, según la institución regional. ¿Por qué ... se ha producido este brote? ¿Cuáles son las principales fuentes de contagio? Esas son solo dos de las muchas preguntas que tratan de responder los investigadores del proyecto 'Ecotula', puesto en marcha por el Gobierno de España a través del Ministerio de Economía y Competitividad, la Universidad de Valladolid y el Instituto de Salud Carlos III con el fin de esclarecer cómo inciden las plagas agrícolas de roedores en la epidemiología de la tularemia.
François Robert Mougeot es uno de los investigadores del CSIC que forma parte de este proyecto y no duda en señalar al agua como uno de los agentes principales en la propagación de la bacteria responsable de la tularemia, la Francisella tularensis. El equipo de investigación en el que trabajan François Robert Mougeot y el doctor en biología Juan José Luque-Larena, entre otros , lleva ya cuatro años realizando muestreos ambientales y esos trabajos les han permitido llegar a una serie de conclusiones. «La gente no se contagia tocando topillos. A nadie se le ocurre tocarlos o jugar con ellos. Lo que pasa es que estos animales se infectan y, como hay muchos, esto multiplica los contagios y el número de bacterias. La gente no se infecta por los topillos, sino porque el ambiente está contaminado con la bacteria, especialmente el agua. Ahora tenemos una situación en la que hemos visto que hay muchos topillos que se mueren ahogados, contaminan el agua y eso se convierte en un problema», explica François Robert Mougeot.
Ese «problema» del que habla este biólogo e investigador se multiplica porque estos animales han muerto ahogados, en su mayoría, en canales y acequias de riego, por lo que el agua contaminada con la bacteria se está esparciendo por los cultivos de regadío. «Todos los aspersores que hay en el campo para el riego potencialmente pulverizan al aire la bacteria y la gente se puede contaminar por inhalación», afirma el biólogo e investigador.
El cangrejo de río puede convertirse en foco de transmisión de la tularemia en las zonas afectadas por plagas de topillos. Los especímenes de topillo que mueren ahogados al caer en arroyos pueden contagiar la bacteria que produce esta enfermedad a los cangrejos, que de esta forma se convierten en potenciales fuentes de contagio para los humanos.
Comer cangrejos de río pescados en lugares en los que hayan muerto grandes cantidades de topillo no entraña riesgo, ya que la bacteria de la tularemia muere a temperaturas superiores a los 71 grados. No obstante, manipularlos puede ser motivo de contagio si se tiene alguna herida en la mano o si el animal es capaz de agarrar con sus pinzas y hacer sangre a la persona que lo manipula.
Durante esta semana, personal especializado ha recogido muestras de agua y de sedimentos y ha pescado varios cangrejos de río en diferentes puntos de Tierra de Campos. Esas muestras serán analizadas en el laboratorio de la Universidad Carlos III, que determinará si estos animales portan la bacteria causante de la enfermedad. «Los resultados tardarán en salir a la luz. Pero llevamos cuatro años haciendo estos estudios y en episodios de plaga no hemos detectado aún ningún cangrejo infectado, aunque la bacteria esté en el medio ambiente», asegura el investigador François Robert Mougeot, del CSIC.
Los trabajos realizados hasta ahora reflejan una asociación directa entre casos de tularemia y plagas de topillos. Y es que, el número de personas afectadas por tularemia alcanzó máximos anuales durante las plagas de topillo en los años 1997 y 2007 –585 personas en el año 1997 y 486 personas en 2007–. En 2014, se repitió el patrón, con un número elevado de personas afectadas por tularemia y al mismo tiempo densidades muy elevadas del roedor.
El estudio lo deja claro. Los casos de tularemia se disparan durante los años de plaga de topillo, pero no solo el agua se encarga de propagar la bacteria. «Cuando hay muchos topillos muertos en el campo y pasa la cosechadora, se remueve un polvo que también puede estar contaminado», explica Mougeot, que cree que sería relativamente sencillo rebajar en el futuro el volumen de agua contaminada. Y es que, la aparición de topillos ahogados se suele dar en canales de hormigón, en los que los animales carecen de una posibilidad de salir del agua. «Sería muy útil para evitar los focos de bacterias que haya una limpieza de los topillos muertos en canales, que de momento nadie se encarga, o que haya algún sistema para que cuando un animal caiga en un canal pueda salir», añadió.
Los agricultores del sur de la provincia llevan años preguntándose por qué el campo terracampino sufre tantas plagas de topillos y la ciencia parece haber encontrado una de las claves para que esta zona sea tan proclive a sufrir explosiones demográficas de estos pequeños roedores. La UVa lleva ya diez años investigando sobre el topillo campesino gracias a tres programas y algunos de los investigadores del CSIC que han participado en estos trabajos creen que la falta de linderos que sirvan de hábitat a los depredadores terrestres y la presencia de un gran número de hectáreas de alfalfa puede ser una de las explicaciones más racionales.
Uno de los especialistas que recomienda cultivar menos alfalfa para frenar al topillo es Javier Viñuela, investigador del CSIC en el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos, que asegura que, después de los estudios realizados, ya se sabe la razón por lo que el ciclo de las plagas es más corto en Tierra de Campos que en otras zonas de la comunidad. «En el sur de Palencia hay picos cada dos o tres años y en el resto de Castilla y León, la media está en cinco años. Esto sucede porque en Tierra de Campos hay una combinación de usos agrarios y de paisaje que es óptima para el desarrollo del topillo. Hay mucha alfalfa de secano, mucho cultivo de invierno que es muy favorable para ellos, como las leguminosas forrajeras o la colza –esta última va en incremento– y además se usa mucho la siembra directa, lo que hace que el suelo apenas se toque», explica.
Otro de los factores que favorece la superpoblación del topillo campesino es la falta de un hábitat propicio para los depredadores terrestres. «El paisaje de Tierra de Campos está muy deforestado y cuenta con muy pocos linderos. El resultado de esto es que los topillos apenas tienen depredadores, pero viven en un hábitat óptimo para desarrollarse. Ni las cajas nido que se están poniendo en colaboración con Grefa están sirviendo para controlar la abundancia. Sospechamos que faltan otros depredadores, en concreto la comadreja, que podría ser muy buena para controlar la abundancia de topillo, pero le falta un hábitat en el que poder vivir», comenta el científico del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos.
Con un lenguaje directo y sin paños calientes, Viñuela asegura que el agricultor debe cambiar su forma de trabajo si se quiere frenar el avance del topillo en Tierra de Campos. «Hay que meterse en la cabeza que hay que actuar con los usos agrarios, que se ha dicho dentro del Comité Científico de Roedores, pero no se acaba de actuar al respecto», asevera poco antes de poner un ejemplo en el que un cambio de cultivo permitió acabar con este problema. «En la República Checa, que es donde estaban las peores plagas de estos roedores, redujeron entre un 20% y un 30% la superficie de alfalfa y no tuvieron problemas de plagas nunca más. Aquí la tendencia es al revés, cada vez tenemos más acuerdos comerciales para vender alfalfa a China, Arabia Saudí y otros países y la superficie de alfalfa lejos de bajar, sube», asevera con rotundidad.
No es necesario que ese cambio sea radical, pero es de vital importancia llevarlo a cabo para frenar el problema, tal y como indica este investigador del CSIC. «No se trata de que desaparezca la alfalfa. Solo hay que controlar ese hábitat óptimo para estos animales y, además, como recomienda la Junta, realizar labores en invierno que permitan remover el suelo de forma superficial», incide Viñuela.
Adaptar el trabajo del agricultor al problema puede ser la solución, así como promover linderos más amplios y añadir manchas de vegetación en el paisaje que permitan acoger a depredadores terrestres, esos a los que se sigue demonizando, pese a que son la mejor forma de control de plagas. «En el campo español, culebra que asoma la cabeza, perdida está y ese es el mejor amigo que tienen los agricultores para controlar la plaga de topillos», sostiene.
Asaja ha solicitado a la Junta medidas de control tras detectar grandes cantidades de topillo ahogados en el río Valdeginate. No obstante, Javier Viñuela cree que este sindicato agrario está reclamando unas soluciones contraproducentes. «Son los primeros que levantan la voz cuando se ve un topillo por Tierra de Campos. Este año han reclamado que se quemen linderos, arroyos y riberas porque, según ellos, es lo más eficaz que hay, pero no existe ninguna evidencia de que eso sea cierto, más bien al contrario. Donde hay linderos amplios y cursos de agua es donde menos problemas de topillos hay, justo al revés de lo que dicen ellos», sentencia.
Los diez años de investigación sobre la explosiones demográficas de topillo campesino en Tierra de Campos han permitido mejorar el conocimiento sobre esta especie, que colonizó las zonas agrícolas hace poco más de veinte años. Primero se estudió ese proceso de colonización con la meta de predecir las futuras plagas, luego se trató de encontrar posibles métodos de control que sean respetuosos con el medio ambiente y, finalmente, se estudió la tularemia.
En cuanto a los métodos de control, se prohibió el uso de rodenticida desde Europa porque afectaba a toda la cadena trófica y dañaba el ecosistema, algo que también sucede con las también prohibidas quemas de linderos. Es difícil dar con una solución una vez que la plaga se ha extendido, pero se puede actuar para prevenirla. El laboreo con volteo o el uso de sistemas que compactan el suelo y destruyen las madrigueras ha dado buenos resultados en países como Francia, pero una vez que el problema se convierte en plaga, poco se puede hacer. Al menos, la sequía está mermando las poblaciones, que están resistiendo mejor en cultivos de regadío, en los que cuentan con agua, un elemento que, como señalaba François Robert Mougeot, en muchas ocasiones está contaminado con las bacterias que portaban sus congéneres que murieron en esas trampas que son los canales de riego de hormigón.
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