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La Policía Local decía que había 800 personas, los convocantes aseguraban que llegaban a las 2.000, pero las cifras que menos importaban en la movilización eran las de manifestantes. Los números que realmente importan, por los que la hostelería ha salido hoy a la ... calle, son los que cada noche antes del toque de queda hacen los profesionales del sector al cerrar la caja. «No nos salen las cuentas». Esa fue la frase más repetida durante la manifestación y esa sentencia es completamente verosímil si se atiende a los datos ofrecidos por la Asociación de Empresarios de Hostelería de Palencia hace unos días, que señalaban que alrededor del 80% de los locales de hostelería que han abierto en la provincia de Palencia están facturando menos de un 50% de lo que facturaban el año pasado.
Por eso, porque no les salen las cuentas, se echaron a la calle los hosteleros –acompañados por trabajadores de la distribución, del turismo, del taxi o de los gimnasios, entre otros–, porque las medidas adoptadas para frenar el virus llevan meses frenando la economía de las familias que viven del sector servicios y la Junta anunció que decretaba el cierre durante dos semana de hostelería, gimnasios y centros comerciales desde la noche del jueves al viernes, lo que supone «pasar del frenazo a la marcha atrás», según los convocantes.
La manifestación llevaba días convocada por un grupo anónimo de hosteleros –ajeno a las dos asociaciones presentes en Palencia– y la Junta anunció el cierre de la hostelería solo una hora antes del inicio de la protesta, lo que auguraba una movilización más complicada para los efectivos de la Policía Local y Policía Nacional desplegados. No obstante, la movilización transcurrió sin incidentes y con una organización casi marcial. En tres largas filas, con los integrantes de cada fila separados entre sí por dos metros de distancia, la marcha inició su camino desde la Plaza España con destino a la Plaza Mayor y con dos paradas programadas. La primera de esas paradas fue en la delegación territorial de la Junta, donde la cabeza de la movilización se detuvo para dedicar un gesto al gobierno regional. Decenas de hosteleros sacaron una tarjeta roja y, emulando a un árbitro en un partido de fútbol, pidieron de manera metafórica la expulsión de aquellos que han decidido que la hostelería tiene que cerrar. «Queremos trabajar». Esas dos palabras retumbaban en el número 27 de Casado del Alisal y pronto se escucharon con fuerza también en el número 4, en la Subdelegación del Gobierno.
El gerente del grupo 'Y un cuerno', Guillermo Flores, empuñó un megáfono durante toda la protesta y lo dirigió a la Subdelegación del Gobierno para mostrar el gran problema al que se enfrenta todo el sector. «El viernes dejamos de tener ingresos y tenemos que seguir pagando a los empleados, la cuota de autónomos, los alquileres y a los proveedores. ¿Qué van hacer los que no puedan afrontar esos pagos? Necesitamos ayudas ya. Por favor», gritaba Flores mientras se desgañitaba ante un edificio custodiado por la Policía.
La movilización siguió su curso, llegó a Correos y se dirigió por la Calle Mayor hacia la Plaza Mayor, donde Isabel Monge, de la Cafetería Gran Sol, se encargó de la lectura de un manifiesto, pero antes se vivieron unos momentos de tensión. Un grupo de manifestantes comenzó a reclamar con cánticos la presencia del alcalde. Mario Simón cogió el guante y bajó a las escaleras de la Casa Consistorial, donde fue recibido con abucheos. En ese instante, Guillermo Flores encendió el megáfono y tranquilizó los ánimos con un breve discurso en el que afirmó que «esto no va de política, esto va de gobernantes. Tienen que hacerlo bien, tienen que hacerlo mejor. Da igual el Ayuntamiento que la Junta que el Gobierno. Necesitamos que nos ayuden. Antes de tomar las medidas, tienen que adoptarse las soluciones», sentenció Flores en una aplaudida intervención.
Tras esos momentos de incertidumbre, Monge recalcó en su intervención que los hosteleros se han adaptado a todas las medidas y solicitó empatía a los gobernantes y a la sociedad con un sector que no es «el enemigo, sino parte de la solución», apuntó la portavoz mientras Mario Simón asentía con la cabeza y un manifestante le increpaba por no tomar la palabra. «Qué lo lea el alcalde para que haga algo útil», gritó el manifestante, pero el regidor se mantuvo impertérrito, con gesto serio, y posteriormente aseguró que no intervino porque «era un acto bien organizado por ellos donde no debía haber injerencia política, pero como representante de la ciudad y de los vecinos he querido estar junto a ellos», explicó el alcalde al finalizar la manifestación, que acabó, como parecía obligado, con la frase «nos vemos en los bares». Ahora falta por saber si tardaremos solo dos semanas en vernos allí de nuevo y si los hosteleros tendrán alguna ayuda en el tiempo que no se pueda acudir a sus negocios.
«¿Qué es lo queremos? Trabajar. Una vez que se ha decidido que no se puede nos parece perfecto, pero queremos administraciones locales, regionales y nacionales profesionales, como todos los hosteleros que se han manifestado. Queremos que esas administraciones estén unidas, como todos los que hemos estado en la manifestación, predispuestos a buscar una solución y no culpables a los que señalar con el dedo como han hecho. También necesitamos que esas administraciones nos den seguridad, como nosotros se la hemos dado a nuestros clientes. En definitiva, queremos una administración que empatice y no se ande con medias tintas, en ayudas y parches para mantenernos callados y sumisos».
«Como todo el mundo, veo peligrar mi negocio por culpa de todo esto. Tal vez no nos quede otra alternativa que reinventarnos y me parece un pena que se pueda acabar con un sector que es tan importante para el PIB cuando se ha demostrado que el porcentaje total de los contagios que se dan en los negocios hosteleros es muy bajo. Además, esto es una cadena. Si cierran los bares, afecta a muchos sectores. Lógicamente, a los distribuidores esto nos daña de lleno, pero hay otros negocios que se van a ver muy afectados. Por ejemplo, las bodegas están intentando aguantar como pueden porque ya estamos viendo todos que de momento las ayudas no llegan y no sé el tiempo que podremos aguantar así».
«No somos ningún cáncer. No somos los demonios de esta pandemia. Venimos a constatar la inutilidad de los que dirigen nuestros destinos. Toda la empresa privada está llevando a cabo todas las medidas que nos han indicado y mientras tanto la administración no ha hecho absolutamente nada, no ha tomado medidas. Seguimos, después de ocho meses, sin tener unas directrices claras de cómo tenemos que afrontar la pandemia. Nos obligan a cerrar pero no aportan ayudas ni subvenciones y esto nos hace estar decepcionados con los mandamases, que con sus decisiones nos han llevado a una situación crítica, deplorable y angustiosa para muchísimas familias».
«La hostelería no solo representa a los que están destrás de una barra. Sabemos que la salud está por encima de todo, pero hay que tomar unas medidas, como se ha hecho en Francia o Italia. Para que el sector no muera hay que aprobar ayudas ya. Si el pico de contagios no desciende, nadie se va a negar a cerrar porque todos tenemos familias, pero evidentemente tenemos que seguir los ejemplos de los países en los que se ha abonado a los afectados por los cierres el 75% de la facturaciçon del tiempo que haya tenido que estar el negocio cerrado. De esta forma se puede garantizar la supervivencia de los profesionales».
«Las agencias de viajes somos unas de las grandes afectadas por la pandemia y teníamos que acudir a la manifestación. La gente tiene miedo a viajar, pero es tan seguro ir a un hotel que estar en casa porque hay gente velando por la seguridad. Es importante dejar que la gente se mueva porque así también se mueve la economía. Las medidas que se han tomado desde marzo no nos han servido de nada y las que han anunciado ahora me parecen surrealistas. Es como si para rebajar la siniestralidad en las carreteras nos obligaran a todos a quedarnos en casa, seguro que se lograría el objetivo, pero el precio sería muy alto».
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