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Paneles explicativos en el Museo de las Abejas de Castrejón. Marta Moras

La historia de las abejas, al detalle en Castrejón de la Peña

Abierto en 2021 en las antiguas escuelas de la localidad, muestra la tradición, la historia y la biología de estos insectos

Lunes, 18 de noviembre 2024, 07:11

'Anoche cuando dormía/soñé, ¡bendita ilusión!,/que una colmena tenía dentro de mi corazón'. Por este conocidísimo verso, con la presencia de la miel en la obra de Antonio Machado y su amor a la apicultura, no podía faltar el poeta de la Generación del 98 en el Museo de las Abejas de Castrejón de la Peña, que abrió sus puertas el 2 de octubre de 2021 en las antiguas escuelas.

Antonio Gaudí y su arquitectura modernista también forma parte de esta extensa exposición, con los arcos catenarios y las figuras hexagonales que adoptó de las colmenas, al igual que Wright, Mies van der Rohe o Le Corbusier. Y, como no podía ser de otra forma, Maya también es protagonista en este amplio centro, ya que mucha gente evoca a este simpático dibujo cuando se habla de las abejas.

Doscientos metros cuadrados en los que exponer la historia de la apicultura de la zona y explicar también la historia de las abejas a pequeños y mayores. Y la posibilidad de que esté abierto los 365 días del año, gracias a Museos Vivos, donde, a través de la tecnología, se puede acceder al interior del recinto y disfrutarlo sin necesidad de un taquillero o guía.

Todo el material que se muestra en las instalaciones a los pies de la Montaña Palentina es una donación del sacerdote y profesor Félix Herrero, de Barriosuso (pedanía de Buenavista de Valdavia), quien llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de la localidad para cederle las escuelas y exponer allí parte de todo lo que ha reunido a lo largo de los años.

En este centro, que tiene una media de once visitantes al mes, se explica que los colmenares tradicionales de la zona eran casetas, que se construían con hornillos y era la forma de que las familias sobrevivieran, ya que antiguamente, allá por 1900, en muchas casas existía un colmenar o más de uno y con la miel hacían trueque con comerciantes para intercambiarla por aceite u otros productos que no había en la zona. «Lo característico de estos colmenares es que eran casetas, mirando al sur para protegerlos de los vientos del norte y de los osos u otras alimañas. Y en ellas se podía economizar espacio porque podía haber perfectamente entre ochenta o cien hornillos de abejas. Ahora se necesitaría mucha más amplitud para tener todas esas abejas porque ahora son movilísticas, son independientes en el suelo», afirma Inés Calvo, apicultora de Fresno del Río y miembro de la directiva de Apinorpa (Asociación de Apicultores del Norte de Palencia), con sede en el pueblo, muy vinculada al Museo de las Abejas y que cuenta con 260 socios.

Dentro de las casetas no se podían controlar las enfermedades. Así, la llegada de la varroa sobre 1982 dio pie a una gran mortandad a nivel nacional. «Eso derivó en que se dejasen de usar estas construcciones, aún queda alguna por la zona de la Valdavia, pero ya casi son como mero recuerdo. Y en el museo sí que tenemos fotos, pero físicas las hay en los pueblos del entorno», añadió.

Al entrar en el edificio de ladrillo del museo, una abeja gigante y una imagen de Maya reciben a los visitantes, además de una familia de apicultores compuesta por cuatro maniquíes vestidos con los trajes típicos para faenar. Tampoco podía faltar la imagen con la anatomía de este insecto en su museo.

Ya en la primera sala, una exposición compuesta por 40.000 sellos de todo el mundo muestra la repercusión y la importancia en todas las culturas de la abeja. También se puede ver monedas, pines o incluso libros, algunos del siglo XVIII, además de escritores como Machado o artistas como Gaudí que quedaron prendados por sus características o construcciones y las aplicaron en sus propias obras.

El material expuesto es una donación del sacerdote y profesor Félix Herrero, de Barriosuso, pedanía de Buenavista

Félix Herrero hizo además un homenaje a Gregor Mendel, un monje austríaco del siglo XIX (de la orden de los Agustinos), que describió las leyes básicas de la herencia a través de experimentos con plantas de guisantes. Pero, más allá de eso, investigó el mundo de las abejas y participó en el debate sobre el origen de los zánganos en huevos no fecundados.

La segunda sala se compone de diferentes elementos apícolas (rasquetas, cepillos, levantacuadros...) y una colección de coleópteros y mariposas de todo el mundo. Además, en una vitrina vertical reposan tarros de distintas variedades de miel, jalea real y propóleos.

Un cuadro evoca una tradición que poca gente sabe, que consistía en hablar a las abejas. «Siempre que había alguna boda, se llevaba algo de miel o de dulces para que ellas fueran partícipes. Esto se hacía a nivel europeo, ya que las abejas no eran consideradas animales sino alguien más de la familia. Las colmenas siempre estaban cerca de las casas y eso hacía que, cada vez que había una celebración, fueran partícipes», explica Inés Calvo.

«Cuando había un fallecimiento, sobre todo si era del apicultor, había dos maneras de guardar luto. O se las ponía un velo negro encima de la colmena para que supiesen que su amo había muerto, o se giraba la piquera. Así, ellas eran cómplices. En aquella época se pensaba que, si no se las trataba como a una persona, las abejas se morían», añade la apicultora del Fresno del Río.

Una sala infantil, con mesas negras y sillas amarillas, completa el interior de las instalaciones, donde los más pequeños juegan, pintan y se divierten acercándose a la cultura de la miel. Además, cada 20 de mayo es una fecha para celebrar en el Museo de las Abejas, ya que es el día mundial de estos insectos y se organizan distintas actividades para los niños.

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