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Raúl Muelas, en una eucaristía en la Compañía. Antonio Quintero
«Me hubiera gustado seguir en la Compañía, pero me voy por razones familiares»

«Me hubiera gustado seguir en la Compañía, pero me voy por razones familiares»

El sacerdote Raúl Muelas se despide hoy con una eucaristía para regresar a Toledo tras 21 años en Palencia

Miércoles, 6 de septiembre 2017, 08:13

Toda su vida sacerdotal la ha vivido en Palencia. A esta Diócesis llegó el 3 de septiembre de 1996 como secretario del entonces nuevo obispo, Rafael Palmero. Aunque este dejó la prelatura diez años más tarde para ocuparse de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Raúl Muelas Jiménez (Talavera de la Reina, Toledo, 1972) decidió permanecer en Palencia adscrito a su diócesis. En unos días, la abandonará al quedar excluido de los nombramientos de nuevos párrocos dictado por el obispo, Manuel Herrero. Administrador parroquial de la Virgen de la Calle desde el año pasado –anteriormente, desde 2013, era el vicario–, todo apuntaba a que fuera nombrado párroco, pero su nombre ha quedado excluido del equipo que dirigirá la nueva parroquia surgida de la fusión de la Compañía y de San Miguel. Raúl Muelas será despedido hoy miércoles por sus feligreses en una misa, que comenzará a las 20:00 horas.

–¿Su marcha está relacionada con que le han apartado de cualquier responsabilidad en la Diócesis?

–No es así. Las razones de mi marcha están más relacionadas con temas familiares. Llevo muchos años ejerciendo el ministerio lejos de mis padres y ahora que son mayores y tienen algunas limitaciones de salud, he considerado que era el momento de acercarme un poco más a ellos. Me cuesta enormemente dejar Palencia, pero ellos me necesitan un poco más cerca. Esto es lo que me ha llevado a pedir permiso al señor obispo de Palencia para regresar a mi diócesis de origen. Este era el momento más oportuno para hacerlo, puesto que tenía que hacer mudanza al haberse dispuesto para la parroquia de la Virgen de la Calle un cambio de sacerdote.

–¿Esperaba que le confirmaran como párroco de la Compañía?

–Sí que me hubiera gustado continuar trabajando unos años más en la parroquia de Nuestra Señora de la Calle. Llevaba aquí pocos años y solo el último curso como responsable de la parroquia. Teníamos una bonita tarea por delante, con un grupo fantástico de colaboradores y mucha ilusión para llevarla a cabo. Pero como sacerdotes, tenemos que estar siempre preparados para los cambios. Nadie somos imprescindibles. Y lo bonito es que en la Iglesia no se abandonan los proyectos en los que trabaja un sacerdote, sino que siempre habrá otro compañero que le suceda y los lleve adelante.

–¿Cuando llegó el 3 de septiembre de 1996 como secretario del obispo Palmero, pensó que podía quedarse en la Diócesis?

–Llegué a Palencia con 24 años recién cumplidos y sin ninguna experiencia pastoral. Palencia y su provincia, que eran extrañas para mí entonces, se convirtieron pronto en mi casa. De manera que cuando nueve años después tuve la oportunidad de marchar a otro lugar, decidí quedarme aquí y seguir sirviendo como sacerdote en esta Iglesia particular. Todo mi sacerdocio lo he vivido aquí. Me he sentido acogido y querido por muchísimos palentinos. En esta tierra eché raíces pronto y en Palencia he aprendido a ser sacerdote de una manera concreta.

–¿Qué le motivó a quedarse en la Diócesis palentina?

–Cuando don Rafael Palmero fue trasladado a la diócesis de Orihuela-Alicante, me ofreció la posibilidad de acompañarle para seguir desempeñando la labor que junto a él hacía en Palencia. Pero decidí quedarme aquí por dos razones: primero, porque la diócesis tenía más necesidad de sacerdotes, ya que había pocas ordenaciones, y segundo, porque yo a Palencia le consideraba ya como mi diócesis y aquí quería seguir trabajando.

–¿Qué balance general hace de estos 21 años?

–Es difícil hacer un balance de la tarea que uno ha realizado en estos años. Más fácil me resulta hacer balance de lo que la Diócesis de Palencia ha supuesto para mí… Y el resultado es inmejorable. Palencia ha sido mi casa. Me han confiado grandes responsabilidades eclesiales. Aquí encontré a Dios, a quien he procurado ser servir, y a muchísimos amigos a los que quiero entrañablemente.

–La Semana Santa ha experimentado con usted un fuerte impulso. ¿Su marcha puede resentir lo logrado hasta ahora?

–Yo solo he aportado un pequeño granito de arena en este trabajo inmenso que han hecho tantos hombres y mujeres que viven su vida cristiana en el seno de las cofradías. También he tenido la dicha de trabajar en la Hermandad de Cofradías en una etapa muy ilusionante. Mis años en ella han coincidido con el mandato, como presidente, de Ángel Martínez, buen amigo y con el que es muy fácil trabajar e implicarse en tantos proyectos como siempre había encima de la mesa. Y en esta tarea nos hemos encontrado todos y hemos empujado en la dirección que la Iglesia nos indicaba. He tenido la gracia de ser muy bien recibido en todas las cofradías, a las que he procurado servir siempre que me han necesitado. Y no puedo olvidarme de ese grupo de jóvenes de diferentes cofradías que han contribuido como nadie al impulso del mundo cofrade y que tanto me han ayudado a vivir mi sacerdocio.

–¿Cómo ve la falta de vocaciones?

–Quizá como el problema más importante que padece nuestra Diócesis, al igual que otras diócesis españolas. Y no me refiero únicamente a la falta de vocaciones al seminario, sino también a la falta de vocaciones a la vida consagrada y al matrimonio cristiano.

–¿Por qué cree que no hay vocaciones en la actualidad?

–Dios, hoy, sigue llamando a las distintas vocaciones en el seno de la Iglesia. Por eso me gusta decir que la crisis vocacional no consiste en que Dios haya dejado de llamar, sino que está motivada por un déficit de respuestas afirmativas a la llamada de Dios. ¿Y por qué muchos jóvenes no eligen el sacerdocio, o la vida religiosa, o el matrimonio cristiano? Creo que las causas son múltiples: una sociedad descristianizada; una gran crisis de fe y de identidad cristiana y sacerdotal; la falta de vida espiritual; el que los agentes de la pastoral no hayamos sido capaces de crear ámbitos para el discernimiento vocacional; el miedo al compromiso de por vida…

–¿Volverán las vocaciones?

–Estoy convencido de que las vocaciones volverán. El periodo de carestía vocacional que estamos viviendo puede que sea más o menos largo, pero volveremos a ver muchos seminaristas preparándose con ilusión para ser sacerdotes. El Seminario Mayor de Palencia tiene una historia casi cinco veces centenaria y a lo largo de estos siglos hemos visto cómo a una etapa de pocos seminaristas le han sucedido otras de mayor florecimiento. Confío plenamente en que así seguirá siendo. Dios ama mucho a los hombres como para no seguir regalarles sacerdotes santos.

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