Los músicos Gonzalo Rubalcaba y Aymée Nuviola. el norte

Gonzalo Rubalcaba, que actúa hoy en Palencia: «Interpretaré la realidad para brindarle esa ilusión a la gente»

Considerado una de las principales figuras del jazz afrocubano y de los mejores pianistas del siglo XX, tocará en el teatro Ortega

pilar gimeno

Sábado, 13 de noviembre 2021, 17:13

Gonzalo Rubalcaba (La Habana, 1963) está considerado una de las principales figuras del jazz afrocubano y uno de los mejores pianistas del siglo XX. Con la VIII edición del Jazz Palencia Festival, se subirá esta tarde al teatro Ortega (20:30 horas), en la que ... será su única actuación en Castilla y León, para presentar con Aymée Nuviola su último disco 'Viento y Tiempo'.

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–Su vínculo con la música le viene de familia. Su padre, Guillermo Rubalcaba, de hecho, era pianista y compositor. ¿Cómo vivía de niño esta pasión familiar?

–Vengo de una familia de músicos y artistas. Por los dos lados, madre y padre, venía esta sangre. Soy el tercero de tres hermanos, todos dedicados a la música, como mi papá y mi abuelo Jacobo. De pequeño veía ensayos, prácticas, conversaciones o discusiones acerca del panorama de la música en ese momento. Por allá pasaba mucha gente. De muchacho me parecía lo más natural ver a esas personalidades que aparecían en la televisión, que eran responsables de la evolución de la música cubana. Tuve una bendición tremenda porque crecí viéndolos en su estado más natural sin ningún tipo de caretas. Y se aprendía mucho de ellos. Pero eso también te trae un problema, que es la responsabilidad que vas teniendo de pequeñito, porque si ellos descubren en ti un talento te empiezan a crear una conciencia de disciplina, de compromiso, de conciencia... y quieren ver en algún momento un resultado. Ese es otro tipo de escuela.

–Fue considerado un niño prodigio que tocaba la batería a los seis años en la orquesta de su padre, ¿Cómo le influyó esta etiqueta?

–Papá creó un grupo familiar. Uno de mis hermanos era pianista, el otro bajista. Ahí había también un primo que tocaba el saxofón y estaba mi papá, que era multifacético. Con este grupo hicimos televisión, presentaciones en fiestas privadas... Fue mi primer contacto con el público y comencé a tocar la batería, la herramienta primera que tuve en mis manos para entrar en el mundo de la música. A los 6 años me preguntaron qué regalo quería y yo dije una batería... Eso trajo un gran problema porque conseguir una batería en Cuba en esos tiempos, en los años 69 o 70... Yo creo que se arrepintieron. Y ahí empecé a tocar de oído, fue mi primera experiencia activa, real. Fue una confirmación para mí y para los que estaban al lado mío.

–Ha reconocido, en alguna ocasión, que se considera un «desprejuiciado musical» y que no le importa acercarse a códigos o estilos musicales muy heterogéneos... ¿Qué le falta aún por explorar?

–Me falta todo, eso espero. Porque la vida, en sí misma, es bella y quiero tener mucho tiempo para realizar lo que me gusta. Mi intención es interpretar de manera muy personal la realidad e intentar transformarla, al menos por un ratito, para brindarle esa ilusión a la gente. Hay algunas experiencias que no busca uno, que llegan, que te las ofrecen... El punto está no solo en buscar, sino también en escoger.

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–¿Por qué cree que para un gran público el jazz sigue siendo sinónimo de una música «críptica» o «difícil», hecha solo para melómanos?

–Esta es una pregunta que fácilmente nos pudiera llevar a responder buscando a un culpable. Yo me imagino que la palabra culpable puede tomarse densa, fuerte... Más que culpable me gusta decir que hay responsables. De alguna manera todos tenemos un poco de responsabilidad en esa percepción que se ha creado en torno a este lenguaje musical. Pero es una percepción que se ha ido creado en un marco de tiempo determinado, no siempre fue así. Si miramos los años 20 o 30, por ejemplo, la música norteamericana, donde el jazz era una música bailable, esa era la música con la que la gente disfrutaba en el sentido más festivo. Los tiempos fueron cambiando y hubo quienes quisieron hacerle creer a una gran cantidad de gente que había una complejidad que no la hacía accesible a muchos. Me pregunto, ¿era compleja o difícil la música de Queen? ¿Era sincera? ¿Tenía objetivos claros? ¿Te hacía pensar o provocaba una reacción intelectual? Yo pienso que sí. Por poner un ejemplo, y así podemos mencionar multitud de agrupaciones en los años 60, 70 y 80. Esas eran generaciones que entendían que la belleza que tú puedes depositar en una expresión artística tiene que estar vinculada también con cierta razón o espiritualidad.

–Con la publicación del disco 'Viento y tiempo', en colaboración con su compatriota Aymée Regla Nuviola, ¿siente tal vez que salda una deuda con la tradición musical popular de su país?

–Yo vengo de ahí, me crie haciendo ese tipo de música que yo oía en mi casa. Eso era lo que se tocaba ahí; no era a través de una televisión, un disco o una radio. Se tocaba y se compartía. Supe de muy temprano que había una cosa que llamaban bolero, otra chachachá, el son... Aquello era lo más normal. Hay que cosas que no se pueden forzar, porque al final el resultado no es honesto. Y eso me ha hecho irme a géneros que tienen que ver con la música clásica, con el jazz y con otras formas. Y no me arrepiento en absoluto; ha sido la clave de mi crecimiento personal.

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–Aunque toda una nueva generación de jóvenes cubanos tiene claro que la censura y la falta de libertades no son el camino, no parece que se vean signos de apertura en el régimen cubano, ¿qué es necesario para que esto ocurra?

–Es necesario seguir creyendo en la libertad y que eso que está ausente y ha estado ausente durante décadas hay que conseguirlo. Si cambiamos de idea ahora y nos cansamos es un poco como apoyar o dar credibilidad a todo este trastorno que se ha vivido más de 60 años en Cuba. Las cosas no son blancos o negras. Incluso hasta en los peores escenarios sociales o familiares hay matices. Pero es tan grave el momento y son tantas las crisis que se han ido acumulando que pareciera que cualquier de nuestros comentarios van hacia un extremo. Lo que pasa es que hay una urgencia tremenda en tratar de solucionar el problema. Como decían nuestros abuelos, no podemos estar con paños tibios. Tiene que quedar claro que eso quema, que eso mata...

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–Ganador de cuatro Grammys, dos de ellos latinos, ha recibido 18 nominaciones, la última de ellas por el álbum que presentará junto con Aymée Nuviola en Palencia. ¿Cómo se vive un premio cuando uno ha sumado ya tantos reconocimientos?

–A mí no me gustan mucho los números en los premios. Los premios forman parte de eso que conocemos como el reconocimiento. El ser humano necesita de alguna manera que se le reconozca su labor, su personalidad profesional, su intención, su resultado, lo que aporta y lo que no. Es importante que existan estructuras que se dediquen a amplificar la labor de los profesionales y si esto culmina en lo que se llama premio, es tremendo. Pero no debemos dejarlo de entenderlo como un estímulo y nada más. Un estímulo te lleva cada vez a un compromiso más profundo con lo que haces y lo que se supone que toca por hacer…

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–Dicen que la música, como otras artes, puede curar hasta el alma… ¿Qué es para usted la música?

–Yo he vivido a través de la música, he crecido a través de ella… Y la música ha vivido en mí. Doy testimonio del desvelo constante de ver cómo hacer algo musicalmente que creo que contiene una evolución y un anhelo de perfección, me ha ayudado a crecer como persona espiritualmente, intelectualmente, físicamente -esto conlleva un esfuerzo, una disciplina, una planificación, organización… no es levantarme todos los días y creer que es un cuento de hadas y qué linda la música… y, entonces, me siento y las cosas salen-. No, hay un trabajo diario. Salir al escenario es el último eslabón. Para lograr una hora de concierto y tener ciertos resultados necesitas años y años de preparación, búsqueda, confusión, nervios, inseguridades, contrastes, altos y bajos… Y esa parte es la que no se ve, no se divulga. Con la frase yo he crecido con la música intento poder explicarlo… Es imposible que lo que yo haga, no esté yo, de lo que yo decido, de lo que soy como persona con mis pensamientos, mis errores, mis defectos y mis lados más iluminados… Es la combinación de todo.

–¿Cómo vivió los meses más duros de la pandemia? La música tiene sentido en el encuentro en vivo con el público...

–La pandemia en lo que es mi vida privada -cómo estamos acostumbrados a vivir- no cambió nada porque no es por la pandemia que aprendimos a vivir juntos. La pandemia no vino a cambiarnos la vida. Lo más complicado fue estar demasiado tiempo sin contacto con el exterior. Trajo temor al no saber, no saber si está cerca el peligro… Y suscita una especie de paranoia y a veces no es no contigo, sino con tu gente y que no desees que vaya a pasar algo. Nos sirvió, al mismo tiempo, para preparar este disco y concentrarnos… Vas descubriendo, otra vez más, que las crisis son las que dejan ver la verdadera naturaleza de los seres humanos, sus capacidades.

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