El fuego y el humo dejan paso a una gran preocupación
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El pueblo trata de asimilar el incendio que devastó la fábrica de Cascajares la madrugada del jueves en el polígono del municipio, donde trabajan unos cuarenta vecinosSin olor a quemado, pero con la misma sensación de tristeza y pesar amanece Dueñas cada mañana desde que un incendio destruyese las instalaciones de la fábrica Cascajares la madrugada del jueves, situada en el polígono industrial de la localidad palentina, a escasos seis kilómetros en coche. La rutina no permite que se detenga el día a día, ya que los recados, la jornada o la reunión no espera. Pero, en la cola de la farmacia a la intemperie, en los bares, en la calle, en los salones de los hogares, en todos los sitios se comenta, se habla, se opina. En definitiva, el desastre del incendio que ha calcinado la fábrica agroalimentaria está en boca de todos.
«Se veía el humo desde el puente de aquí y también desde Tariego. No te esperas que algo así pueda pasar aquí mismo», relata Raquel Naranjo, empleada del bar Mecha en la localidad eldanense, que se enteró del fuego a primera hora de la mañana, cuando estaba detrás de la barra y entraron unos clientes comentándolo. «Es que es muy fuerte, sobre todo para la plantilla de allí», añade con pesar. En el mismo establecimiento señalan que más de 40 personas de Dueñas trabajan en la empresa, que supera los setenta empleados y que «la mayoría son mujeres».
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El alcalde de la localidad, Miguel Ángel Blanco, estaba tomándose un café en este bar sobre las siete de la mañana cuando tuvo conocimiento de la noticia. Una llamada telefónica le alertó de lo peor, de que una de las empresas del polígono era pasto de las llamas. Horas después, en el pleno ordinario de la Diputación de Palencia, el también diputado socialista se mostró muy crítico con el protocolo que se había seguido para extinguir el fuego, por qué se había tardado tanto en avisar a los bomberos profesionales de Palencia y pidió un expediente y responsabilidades.
«Es una auténtica pena porque de ahí comen muchas familias», señala Magdalena Inclán, una vecina de Dueñas, que se enteró también sobre las siete de la mañana, cuando le avisó por mensaje una amiga que trabaja allí cerca. «Es una fábrica con sus clientes, su gente y con mucho nombre, que le costará menos volver a empezar», agrega con esperanza.
La planta del polígono de Dueñas iba a cumplir el próximo mes 17 años y, además, estaba en proyecto de ampliación y ya habían comenzado las obras. La actividad y el trajín diarios, hasta el jueves que se paró todo en seco por las llamas, contrasta con el silencio actual que rodea y envuelve a la fábrica, un silencio roto por el viento que golpea las chapas metálicas quemadas. «La gente del pueblo está muy inquieta porque son puestos de trabajo», señala la vecina Purificación Cosgaya, quien se enteró cuando le avisó su hermano, que vive en Madrid y que estaba viendo la noticia por la televisión. «Al mediodía del jueves, olía mucho a quemado, estaba en el ambiente», recuerda.
Según las primeras hipótesis de los bomberos, el fuego se originó en un motor cercano a la zona de cartón del empaquetado. Ahí, en ese punto, el incendio cogió mucha carga, salió por la cubierta y se fue propagando de nave a nave. «No conozco a nadie que trabaje en la fábrica, pero qué pena», agrega Cosgaya.
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A través de los periódicos digitales, de las radios, de las televisiones, las redes sociales, los whatsapp o el boca a boca, todo el pueblo se iba enterando, más pronto o más tarde. «Yo lo vi por la televisión, y al rato subí a la plaza y todos estaban comentándolo», afirma Laura Gutiérrez.
«Que estas desgracias no vengan», pide Juan Andrés Palenzuela en la cola de la farmacia, donde el tema es el mismo: el incendio. Y no solo el desastre que ha ocurrido, sino las consecuencias del mismo: «Nosotros lo vimos en la televisión. Lo he sentido mucho porque hay mucha gente trabajando y, de momento, se queda sin trabajo», explica. «Cuando me enteré, me acordé de la frase que decía siempre mi abuela: 'Siempre hay alguien al que echar la culpa'... He oído que fue por un motor», agrega, al instante.
Los dueños de Cascajares, Alfonso Jiménez y Francisco Iglesias, enviaron un mensaje de tranquilidad el mismo jueves por la mañana a sus empleados, clientes, proveedores y consumidores. «Desde hoy mismo empezamos a trabajar para poder recuperar nuestra capacidad productiva lo antes posible. Vamos a volver. Estamos viviendo una catástrofe, pero tenemos la fuerza para salir adelante y levantarnos con más fuerza».
Los que vieron el humo a lo lejos aquella madrugada y buena parte de la mañana aún lo recuerdan. «Dando un paseo por el camino, se divisaba perfectamente», narra una vecina, que pasea un perro y arrastra un carro de la compra. Las rutinas y los recados no se detienen. «Recuerdo que venía un olor raro», rememora, por su parte, la camarera Raquel Naranjo. «Se sigue hablando mucho del tema, cómo no, es que vaya susto», concluye, a la vez que sirve a Luis, un cliente habitual, un café.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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