Sor Rosario, una cordobesa de 75 años que lleva 35 de ellos en Ampudia, fue quien recibió en la noche del jueves la llamada de alarma. «Habíamos cenado en torno a las 20:00 horas y estábamos en una salita para el recreo, cuando ... me avisó una vecina muy nerviosa, diciendo que estaba ardiendo el tejado del monasterio. Pensamos a ver por qué puerta salíamos y lo hicimos por la del santuario, ahí vimos las llamas y el humo», recuerda Sor Rosario. «Era un fuego muy fuerte, con mucha llama», agrega Sor Anunciación, viguesa de 88 años que fue 40 años abadesa en Aranda de Duero y Ampudia. Las dos religiosas, junto con la priora, Sor Mónica, palentina de 42 años, son las tres únicas habitantes del monasterio de Alconada, si bien esta última se encontraba de viaje cuando se declaró el incendio y regresó a toda prisa al conocer la noticia.
Publicidad
«Pensé en que el Señor me daba fuerza y me tranquilicé. Me dije: que sea lo que él quiera», comentaba ayer Sor Rosario, que incidía en que el nerviosismo fue mucho cuando el primer tanque de agua de los bomberos se acabó a los veinte minutos y tuvieron que volver a Ampudia a llenar. «Otro tanque de un vecino que vino ayudó mucho», agregaba Sor Rosario. «Yo pensaba: Señor, si se está quemando, que por lo menos no entre en el santuario, porque entonces nos hubiéramos quedado en la calle», añadía Sor Rosario, mientras, a su lado, Sor Mónica incidía en que, quienes piensen que con este incendio está más próxima la partida de las religiosas del monasterio, está muy equivocado. «Vamos a seguir luchando con gozo por nuestra casa», añadía vehemente Sor Mónica, que recordaba cómo el jueves, cuando regresó a toda prisa a Ampudia al conocer la noticia, llegó al monasterio «en pleno apogeo». El fuego le dejó el susto metido en el cuerpo y el temor de que los daños fueran más graves de lo que finalmente parecen. Por eso ayer solo tenía palabras de agradecimiento.
«A Dios, porque no hubo daños personales; a los bomberos, que se metían por todos los sitios y lograron que el fuego no se propagara al monasterio, y a toda la gente del pueblo, que se volcó con nosotras y nos demostró su cariño y nos arropó», recalcaba.
Entre unos y otros pudieron convencer a las hermanas Anunciación y Rosario, que no querían abandonar el lugar, para que finalmente fueran a descansar a casa de unos amigos en Ampudia. Pero Sor Mónica apenas pudo conciliar el sueño y a primera hora de la mañana ya estaba en la pradera, junto al santuario, dispuesta a ayudar, por si alguien necesitaba algo: «un café o un simple vaso de agua», preparada para afrontar un día muy distinto a los anteriores y sin dejar de dar gracias porque «todo se haya quedado en un susto».
Publicidad
Mientras, recordaba los muchos sentimientos encontrados que habían pasado por su cabeza durante la noche. «De temor, por lo que estaba pasando; de rabia, porque era una obra que estaba a punto de terminar, y de un agradecimiento inmenso a toda la gente que se acercó hasta aquí», relató. Pero sobre todo dispuesta a «relativizar», sabiendo que lo más importante es que las tres religiosas estuvieran bien y que el fuego no haya ocasionado daños en el interior de la iglesia. «Nos da mucha rabia, pero son bienes materiales y eso se puede reconstruir», insistió Sor Mónica.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.