Roca Rey y Emilio de Justo agrandan su figura en Palencia

Roca Rey agrandó aún más su leyenda de triunfador allá por donde pase. Cortó tres orejas y su entrega fue la más valorada por los aficionados palentinos. Salió con ganas en el segundo toro de la tarde y se hincó de rodillas en los primeros compases de la faena. Había brindado al público y eso que las hechuras del de Zalduendo ni sus maneras iniciales invitaban al entusiasmo.

Pero ya desde el arranque, toreando de hijos, a media altura, se fue metiendo al público y también al toro, en el bolsillo y la faena fue creciendo de forma importante. Toreó muy largo, el animal tenía fijeza y las escasas fuerzas las fue dosificando para cerrar con una tanda sin la ayuda del acero, que entusiasmó al tendido. Mató bien y se le premió con dos orejas.

No tuvo tanta suerte en el quinto, porque se rajó pronto. El peruano seguía hambriento a pesar de tener ya garantizada la Puerta Grande. Citó de largo, de espaldas, confiado en la nobleza del toro, que parecía entrar bien de primeras, aunque no le duró mucho el animal. Comenzó a rajarse y buscar la salida a tablas, con lo que Roca Rey encimó en la parte final, que ya no tuvo apenas interés. Se le premió con una oreja.

Le acompañó al peruano en la salida a hombros el diestro cacereño Emilio de Justo, que se mostró señor y profesional. Muy por encima de los dos animales de su lote, realmente solo tuvo toro en el primero, que fue ganando fijeza a medida que avanzaba la faena. Curioso caso el de este ejemplar de Zalduendo, protestado con insistencia en la salida y aplaudido finalmente en el arrastre, ya que permitió cuajar una faena de poder e intensidad, muy ligada y con temple. Media estocada fue suficiente para la primera oreja.

Parecía que lo tendría mejor en el cuarto, que permitió un excelente tercio de banderillas. Muy torero por la derecha, las tandas de profundidad y largura se agotaron pronto. El animal se rajaba y el matador tenía que imponerse a cada pase. Porfió hasta el final y demostró ese pundonor que el público premia con los trofeos. Otra Puerta Grande que se suma a la larga retahíla de triunfos que atesora en esta última etapa.

No le fueron tan bien las cosas al sevillano Pablo Aguado. Tenían los palentinos ganas de disfrutar de su toreo tras su espectacular actuación también el día de San Antolín de hace dos años. Salió entonces por la Puerta Grande junto a Antonio Ferrera, pero los toros le impidieron ayer revalidar ese triunfo, a pesar de que se enfrentaba otra vez a los astados de Zalduendo.

Pero no tuvo suerte ayer el sevillano con su lote. De hecho, su primer toro, el que hacía de tercero, se malogró nada más pisar el ruedo, al resbalarse cuando trataba de arremeter contra uno de los burladeros. Resultó evidente que se rompió las patas delanteras, con lo que tuvo que ser apuntillado de forma inmediata. Pero el sobrero que salió después, aunque fuera de ese mismo hierro, no tuvo nada que ver con sus hermanos de camada. No permitió nada desde el primer momento. El sevillano lo intentó, tiró de profesionalidad y se remangó, pero ni por esas, el animal no transmitía, no quería pasar y solo con un esfuerzo más allá de lo realmente exigido Pablo Aguado logró arrebatarle algunos muletazos de bonita estampa.

En el sexto también lo intentó con ganas. Brindó al público y salió a por todas. Rompió el toro en las tandas iniciales, pero se le apagó muy pronto, se rajó por completo y se acabó la emoción. El público premió con una oreja.