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Diego Ventura coloca una espectacular banderilla. Manuel Brágimo
Palencia

Diego Ventura, triunfal y apoteósico, corta cuatro orejas y un rabo

Sergio Galán, en maestro, obtuvo un apéndice, el mismo premio que una discreta Lea Vicens, ante un buen encierro de Guiomar Cortés de Moura

César Mata

Palencia

Domingo, 1 de septiembre 2024, 23:02

Con Diego Ventura se instaló la apoteosis en los tendidos del coso palentino. Que rebosaban de público abigarrado, alegre y colorista. Más de tres cuartos de entrada gracias al reclamo de rejoneador lisboeta, afincado en Sevilla. Y, también, gracias al espléndido tiempo que se pudo ... disfrutar toda la tarde.

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La maestría en la monta y la lidia de Diego Ventura ante sus dos ejemplares, del hierro portugués de Guiomar Cortés de Moura, excepcional el lidiado en segundo lugar del festejo, primero de su lote, evidenció, una tarde más, el legítimo lugar que Ventura ocupa como líder del escalafón del toreo a caballo. Más allá de vetos y preferencias de empresas, ejerce una supremacía moral y cualitativa. Que nadie puede poder en duda. Un CEO del toreo originario, desde la montura. Una combinación tan personal como explosiva de técnica e intuición, pasión y riesgo.

En ambas faenas puso en más de una ocasión puso a los tendidos de pie, entregados, enfervorizados ante una entrega sin límite, dejando venir al toro con un galope brioso y desafiante, librando ajustado el embroque, ora a pitón contrario, ora en quiebros de excelente, y arriesgada, ejecución.

Con su primero, al que cortó dos apéndices, permitió que el astado, de nobilísima movilidad, mostrará sus enrazados movimientos, con una prontitud cadenciosa que aprovechó Ventura para clavar, casi siempre, con precisión, en lo alto, sin rehuir embroques ajustados. Jalonados los hierros con maniobras de precisión por los adentros, en permutas de terrenos reservadas solo para los verdaderos conocedores de la lidia.

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Un quiebro con el astado a escasa distancia, casi encimado, hizo que rugieran los tendidos, entregados más y más en cada suerte. Pasión y fe en cada lance del lusitano, que supo convencer y contagiar a los miles de aficionados al toreo a la jineta que poblaban los tendidos en un lleno casi aparente.

Y, ante el quinto, un pavo de 622 kilos, redondeó la tarde con la asombrosa facilidad de los superdotados. Con los rejones de castigo se mostró preciso y valeroso, para, con Lío, llevar al paroxismo a los aficionados, en una combinación de suertes variadas, siempre al límite y permitiendo al astado aportar sus dosis de embestidas entregadas. Mató de un colosal rejonazo y, para completar su quehacer, él mismo apuntilló, en los medios, a su oponente. Los tendidos fueron un agitado oleaje de pañuelos (y abanicos de cartón) y las dos orejas y rabo constataron un tan legítimo como contundente triunfo del actual líder del escalafón.

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No le pudo acompañar a Ventura en su salida a hombros el hispano Sergio Galán. Que es un rejoneador Premium, de lidia honesta y pura. Menos espectacular que sus compañeros del ático del escalafón, pero no exento de una calidad y conocimientos propios de una figura. Justo, merecido, fue el trofeo que obtuvo del toro que abrió plaza, en el que la mala suerte hizo que en dos embroques con las banderillas el astado perdiera las manos y se emborronara la brillantez de la suerte.

Mantuvo, en todo caso, una lidia bien argumentada, precisa y de embroques ajustados. Mató en el primer intento con el rejón letal y paseó una oreja. Romper plaza, además, siempre paga el tributo de una mayor frialdad en los tendidos.

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No fue fácil el cuarto de la tarde, que se le ponía por delante en el tramo inicial de la faena, una vez que Galán logró desperezar su salida parada. Con los rehiletes, a lomos de Capote, realizó un tercio de mérito, clavando en todo lo alto, de modo preciso. Un pinchazo en buen sitio, y un rejón caído devaluaron una labor que, con otra ejecución en la suerte suprema, bien hubiera merecido un apéndice. Fue silenciado.

Le costó a la gala Lea Vicens encontrar la distancia con su lote, el ajuste en la lidia, el tiempo de cada suerte. Algo más vistosa su actuación ante el tercero, sin lograr conectar con los tendidos, quizá por la falta de ritmo, quizá por la búsqueda incompleta del temple (pese a clavar tres rejones de castigo), le permitió tocar pelo. Un apéndice.

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En el que cerraba plaza, y aún con los tendidos extasiados por la faena anterior de Diego Ventura, no pasó discreta y su labor fue silenciada tras un rejón caído y cuatro descabellos.

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