José María Díaz Díaz
Sábado, 30 de agosto 2014, 22:37
Venía con ganas la terna y lo demostró porque todos acabaron tocando pelo. Una oreja para cada uno, que puede justificarse porque esfuerzo y voluntad no faltaron en ningún momento. Lástima que no se hubieran encontrado con un ganado de mejor juego que el que ayer dieron las reses de José Luis Pereda.
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Porque ahí estuvo el problema, la falta de raza que evidenciaron algunos de los astados o la escasez de fuerzas que ofrecieron otros. Una pena, porque muy diferente hubiera sido el resultado de la corrida, si, por ejemplo, el último de la tarde no hubiera doblado las manos continuamente, lo que impidió a Jiménez Fortes revalidar los triunfos de sus dos últimas comparecencias en Palencia.
El malagueño lo había intentado con el primero, pero el toro no terminó de someterse en ningún momento. Tenía un peligroso pitón derecho, por el que ya le hizo incluso algún extraño al subalterno José Antonio Carretero. Salía con la cara alta y cabeceaba continuamente, con lo que no permitía el aseo en los pases. Por el izquierdo parecía que pasaba mejor, pero el matador no se encontró nunca a su gusto. Mató bien y la petición de oreja fue sonada, aunque el presidente no lo consideró y se conformó con una justa ovación.
En el sexto, la historia cambió por completo, porque el toro derrochó nobleza en la embestida, aunque desde el principio avisó de que iba a durar muy poco. Dobló las manos continuamente y rodó por el suelo cada dos pases. Una pena, porque el matador lo intentaba con gusto y temple, estirándose bien con la zurda. Pero esa falta de fuerzas le generó ya en la parte final algún susto al torero, que llegó a perder una de las zapatillas. Envalentonado, Jiménez Fortes se arrimó entonces y le fue arrancando muletazos intensos, vibrantes, en la misma cara, muy cerca del pitón, lo que embriagó a los tendidos. Había toreado además con elegancia a la verónica a sus dos enemigos, por lo que aunque el toro tardó en doblar, el público no dudó en pedir la oreja, que, esta vez, el presidente sí concedió. Homenajeó además a los novilleros colombianos en huelga paseando una bandera de este país durante la vuelta al ruedo.
Juan Bautista pisó con fuerza la arena de Campos Góticos desde el primer momento y supo sacarle partido a un toro deslucido, de extraña embestida. Tiró de oficio para mantenerse en la cara e ir desgranando los muletazos, que la gente recibió con agrado. Mató certeramente y cortó una oreja.
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En el cuarto, tuvo que aclimatar su toreo a la querencia del toro, un manso irremediable que huía continuamente y buscaba los corrales. Tuvo que tirar de un toreo apresurado para evitar la fuga del animal y se conformó con saludar tras escuchar un aviso.
Por su parte, Daniel Luque tuvo que abreviar con el segundo de la tarde, lo que le granjeó el enfado del público. Pero era un toro hosco y peligroso que avisaba continuamente. Cambiaron las tornas en el quinto, y el sevillano salió a agradar, luciéndose con el capote, alternado verónicas y chicuelinas. Toreó de lejos, dando distancia al toro y logrando muletazos de calidad, a pesar de que el toro no llegaba a humillar.
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Se desmonteró Curro Robles por sus dos pares al cuarto de la tarde.
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