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La centenaria institución del Casino, desde su atalaya de los Cuatro Cantones, se convierte testigo privilegiado del acontecer diario en la ciudad de Palencia. Toma el pulso de sus dos grandes arterias, Mayor y Don Sancho, y se llena de vida en cuantas celebraciones se ... desarrollan en la capital palentina. Por ello, su pregón de San Antolín, se convierte año tras año en una oficiosa apertura de las fiestas patronales, en un prólogo de asistencia obligada, que sirve como preludio de los actos programados ya de forma oficial por el Ayuntamiento de Palencia.
Y este miércoles, el Casino de Palencia volvió a abrir sus puertas para dar esa esperada bienvenida a San Antolín, a través de uno de los más ilustres hijos de la ciudad, al menos en el ámbito de las letras, el periodista Antonio Álamo González, que ha recorrido buena parte de las redacciones de la región, entre ellas la de El Norte de Castilla, durante su dilatada trayectoria profesional.
El pregonero, que no dudó en recurrir al manual más habitual en esta suerte de lides, profundizó en la historia de la Palencia que ha podido vivir durante más de 70 años, desgranando los nombres de sus protagonistas, sus empresas, espacios públicos, centros educativos, instituciones e incluso aquellos barrios de la zona sur de la ciudad que se convertían en adversarios casi mortales entre peleas a golpe de cantos rodados.
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Álamo, que bromeó incluso sobre su llegada con una lesión en un pie debido a un accidente doméstico, para el que recurrió al doctor Sánchez Nebreda, como él mismo atestiguó durante su pregón, planteó un recorrido por la historia de Palencia desde sus orígenes prerromanos que, según indicó, ya marcaron el carácter afectuoso y hospitalario que todavía hoy se percibe entre los palentinos. La «gente de buena masa», que se atribuye a Santa Teresa y que también salió a relucir, junto a las téseras de hospitalidad de los pueblos cántabros y vacceos que se conservan en el museo de la plaza del Cordón.
Pero no quiso enredarse en el pasado, sino acercar su discurso a sus propias vivencias, a las personas que muchos de los asistentes conocen y tratan a diario, y que, de algún modo, han ido conformando con su trayectoria vital el carácter, el espíritu actual de la capital palentina.
Antonio Álamo, hombre de letras hasta la médula, no pudo tampoco sustraerse a recordar sus lugares de estudio, de aprendizaje, como las escuelas de San Miguel, el colegio de La Salle o el instituto Jorge Manrique, recordando como un de sus muy queridos compañeros de pupitre al popular fotógrafo Javier Marín, el primero de la larga nómina de nombres de ilustres palentinos que poblaron el pregón pronunciado en el Casino, donde también inauguró una exposición de acuarelas.
Y a partir de él se fueron sucediendo los recuerdos de incontables paisanos de todos los ámbitos sociales y profesionales. Unos más conocidos, por su vinculación al deporte, como los corredores y entrenadores de atletismo Gerardo Cisneros, Mariano Díez y por supuesto los hermanos Haro, con el incombustible Mariano a la cabeza, Santiago de la Parte o Luis Ángel Caballero, entre otros muchos que se repartieron entre los clubes Educación y Descanso y la Peña Deportiva Palentina.
Tuvo también palabras de recuerdo, especialmente afectuosas, para los periodistas de la generación de su padre, Antonio Álamo Salazar, que da nombre a una de las calles del barrio de Santiago. Así, el pregonero citó a insignes de las letras palentinas como Pedro Miguel Barreda, Gonzalo Ortega, Buisán o Yaye, además de a compañeros de la redacción de El Norte de Castilla en Valladolid, como Nacho Foces o la también palentina María Eugenia Marcos, ambos subdirectores del periódico, entre otros.
Para después abrir al abanico a los más diferentes estamentos, en los que incluyó policías, pintores, músicos, dirigentes agrarios, religiosos, políticos e incluso mecánicos como Carmelo, o fotógrafos como Payá, Luis o Enrique. Pero si a un colectivo ensalzó especialmente el pregonero, fue al de los médicos, como Dacio Crespo y su hijo Pitu o Teodoro Sánchez Doncel y también su hijo Rafael 'Falo' Sánchez Nebreda. No se olvidó además de las calles y sus recorridos nocturnos, de locales como Pacus, Orfeo, Moravia o La Buhardilla que permitían conocer también a importantes nombres para la que después sería la Movida madrileña como los hermanos Pepo y Magín Fernández Perandones.
Porque algo quiso también dejar muy claro el pregonero del Casino, que la palencia actual Palencia, con toda su historia y su carga tradicional, está también formada por una generación que fue «callejera, inquieta, competente, trabajadora, muy discreta y bulliciosa», un término este último que deseó para estas fiestas de San Antolín.
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