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Perera se estira al natural con 'Catedrático'.
Perera indulta a su segundo toro en Palencia diez años después

Perera indulta a su segundo toro en Palencia diez años después

El diestro pacense cuajó un a soberbia faena a 'Catedrático', un toro de Montalvo de 527 kilos

José María díaz

Domingo, 4 de septiembre 2016, 12:44

Fin de fiesta espectacular. El mejor de los posibles para un ciclo de San Antolín, que se ha caracterizado por el buen espectáculo, en general, el calor sofocante y una entrada muy por debajo de las expectativas que levantaba el cartel confeccionado por la Casa Chopera.

Pitito se llamaba el toro de Valdefresno que hace diez años, el 30 de agosto de 2006, Miguel Ángel Perera indultó en el coso de Campos Góticos. Hoy ha vuelto a repetir la historia, con Catedrático, un astado de 527 kilos de la ganadería salmantina de Montalvo, que ayer desembarcó en Palencia una corrida de esas para estar orgullosos, porque con sus más y su menos, todos valieron. Prueba de ello es la imagen que ofreció la Puerta Grande al finalizar el festejo, con los tres matadores a hombros y el mayoral del hierro charro acompañando a la terna.

Pero si un toro destacó entre todos, este fue Catedrático, lidiado en quinto lugar por un Miguel Ángel Perera que estuvo ayer tocado por la fortuna y que se hizo cargo del mejor lote de la tarde. El quinto de marras, pero también el segundo, que no era precisamente el toro titular, sino un sobrero del mismo hierro, que se despidió con un vuelta al ruedo y una sonora ovación en el arrastre.

A este segundo, Perera le recibió muy vistoso con el capote y le toreó con mimo y gusto por las dos manos hasta cansarse. El público se iba calentando y rememorando tiempos pasados alguno ya gritaba pidiendo el indulto, pero el toro fue acabándose y el pacense lo avió con un espadazo, algo caído, pero muy efectivo, que le permitieron cortar dos orejas.

Pero la apoteosis llegó en el quinto, Catedrático, noble y colaborador hasta la extenuación. Soberbio con el capote, variado, colorista, se llevó el toro al caballo entre el delirio del público.

No lo dudó ni un momento, se echó a los medios para brindar al público y allí desarrolló la faena con una intensidad absoluta, conduciendo al animal hasta donde quería, una, dos, tres, cuatro, cinco..., las que fueran necesarias. Tandas de diez capotazos, de pureza, de hondura, de verdad. El público en pie pidiendo que no matara y obligándole por dos veces a bajar el estoque de matar antes de que el presidente sacara el pañuelo naranja y concediera el indulto al toro de Montalvo, entre el delirio de los tendidos y las felicitaciones al ganadero Juan Ignacio Pérez Tabernero, que acompaña al matador vallisoletano Roberto Domínguez.

Pero Perera no fue el único que pudo presumir de toreo y buen momento en Campos Góticos. El salmantino Juan del Álamo ofreció también una lección magistral ante un difícil y encastado sexto, que destacó por su bravura y por poner en serios aprietos a los banderilleros. Había cortado una oreja de ley ante el tercero y si quería acompañar a sus rivales por la Puerta Grande tenía que salir a por todas, y lo hizo. No tardó demasiado en ver las complicaciones de su oponente y sobreponerse para presentar un toreo sobrio y de peso, de mucha hondura, con el que poco a poco fue sometiendo a un toro de embestida complicada y mucha raza. El público le concedió las dos orejas, después de un espadazo recibiendo, que fue un casi visto y no visto.

Ante el tercero tampoco lo tuvo fácil y tuvo que desarrollar un toreo poderoso, porque era un animal noble, pero muy parado al que había que sacárselo todo, porque no ponía nada de su parte. Del Álamo lo entendió y logró tocar pelo.

Por su parte, Sebastian Castella volvió a demostrar que tiene un feeling especial con los aficionados palentinos. Casi con disimulo, parece siempre que sin esfuerzo, logró enhebrar dos faenas de valor y verdadero poso. Castella le colocó al primero un ayudado con la zurda digno de un cartel y fue sobreponiéndose a una embestida un tanto brusca, para conseguir meter el animal en la muleta.

Al cuarto, lo probó por ambas manos sentado en el estribo y salió después al tercio para ir cuajando una de esas faenas serias, muy al natural, profunda y pelín larga, que fue muy bien recibida por el tendido.

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