Adolfo González posa en la farmacia de Cervatos con una clienta. Marta Moras

Cuando la farmacia baja la persiana en el medio rural

Cervatos de la Cueza (Palencia) ·

Adolfo González se jubila en diciembre, tras casi 17 años en el pueblo, y hasta el momento nadie se ha interesado por continuar con el servicio

Domingo, 11 de octubre 2020, 08:59

Comenzó en enero de 2004 y su tiempo como farmacéutico en Cervatos de la Cueza está a punto de llegar a su fin. Tiene que hacer cuentas mentales para saber cuándo se jubila. «Mi cumpleaños es en febrero y en la Seguridad Social me han ... dicho que me jubilo el 15 de diciembre, así que lo haré con 65 años y diez meses», afirma Adolfo González, farmacéutico de Cervatos desde hace casi diecisiete años. Así que desde el día siguiente, la persiana de la farmacia se bajará, a la espera de alguien que quiera hacerse cargo de la misma. Otra puerta que se cierra a los servicios del mundo rural.

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«En principio, la farmacia se pone a la venta, viene una persona, la compra y se queda con ella. Aquí no hay sucesores ni el Ayuntamiento pone a nadie. Esto es privado, las farmacias no son públicas ni del Estado», advierte Adolfo González, al preguntarle si ya hay sucesor para la farmacia. «Si nadie la coge, la vida del pueblo se quedaría reducida al bar porque las tiendas van cerrando, se van centralizando las compras y hay mucha gente que va directamente a los supermercados», afirma, con pesar.

«En Cervatos de la Cueza siempre ha habido farmacia, siempre», recalca la alcaldesa, Inmaculada Malanda. «No siempre ha estado en el mismo sitio que está ahora, pero en el pueblo siempre ha habido farmacia», añade. «Ojalá llegue alguien y la coja, porque como se cierre...», se lamentaba la edil, sin concluir la frase.

Cervatos ha conseguido fama internacional, gracias a la emisora argentina de radio, Cadena 3 Argentina, que donó en agosto una bandera del país a la casa museo de San Martín del municipio palentino, donde residió la familia de José San Martín, libertador de Argentina, Chile y Perú. Tras esta acción, Cervatos ha sido elegido como caso de éxito en el Foro Mundial de Protocolo y Comunicación, que reunió a más de noventa especialistas de distintos países por 'streaming'.

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Nieto y bisnieto de farmacéuticos en Paredes de Nava, disfruta yendo a la farmacia, observando el paisaje que le acompaña todos los días. «Cuando vas a trabajar, estás viendo los campos. Ahora mismo veo los campos y también el sol que les acompaña. Y algún día, hasta puedo ver pasar algún lobo», afirma. «Lo que más me gusta de estar en la farmacia de un pueblo es el tipo de vida que llevas. Sin duda, es mucho más agradable trabajar en el mundo rural que en una ciudad», reconoce.

Adolfo, antes de aterrizar en la localidad palentina, vivió –y trabajó– en Madrid, Mallorca y Logroño. «Fui farmacéutico militar. Estuve en farmacia y en el cuartel general de la dirección general de farmacia. También en el de aviación, que es donde empecé. He estado en limpieza química contra incendios, donde llevaba los laboratorios de control de radiación, los controles de espumantes, donde se hacen los análisis de los distintos productos químicos para apagar un incendio», explica. «Algunos son dispersantes, otros son polvo químico, sobre todo a base de bicarbonato, que reacciona con la base de las llamas y te corta el fuego», añade, explicando a qué se dedicaba antes de 2004. «Acabé en Cervatos porque pasé a la reserva en el ejército y algo tenía que hacer», agrega.

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Así, desde aquel lejano 2004, de lunes a viernes se monta en su coche, ya sea desde Palencia o desde la casa de su familia en Paredes, y conduce hasta la farmacia. «El horario se pone en función de los horarios de las consultas. Hay clientes que van desde allí a la farmacia y hay otros que suben de las consultas del hospital de Palencia y llegan sobre las tres y media, y ellos también pasan por la farmacia. Puse un horario continuado de once a cinco, que es el que tengo ahora», explica Adolfo, que abre la farmacia seis horas al día.

«El trato con la gente no es el mismo que en las farmacias de las ciudades», reconoce. «Aquí, prácticamente, conoces a todos los clientes. Y luego también tienes una labor social que no tienes en otros sitios. Aquí reside gente muy mayor a la que le gusta contarte sus cosas, que puede que antes lo hicieran con el cura del pueblo y ahora lo hacen contigo», añade.

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Esa cercanía, esa calma y ese paisaje, son imposibles en una farmacia de ciudad. «Y otra cosa, que lo bueno que tienen los pueblos es que si tú necesitas algo, siempre habrá alguien que te eche una mano. Siempre. Esa es una grandísima ventaja y esa no la tienes en las ciudades», afirma.

Una de cal y otra de arena para el mundo rural, según Adolfo. «La desventaja es que, a veces, quieres una cosa y no la puedes conseguir ni pagando. Y te tienes que desplazar a la capital de la provincia a por ella», añade con pesar.

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Cuando Adolfo baje definitivamente la persiana de la farmacia, echará de menos la cercanía de los vecinos, pero seguirá disfrutando de los paseos por los campos siempre que quiera. Eso sí, el pueblo esperará que esa persiana se vuelva a subir y no perder otro servicio del municipio.

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