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Sonia Martínez es la única médica de Centros Residenciales Palencia, un grupo que cuenta con cinco residencias geriátricas en tierras palentinas y que en cuestión de días detectó brotes de covid en tres de sus centros a principios de noviembre. «He tenido que tratar a 120 pacientes con covid en muy poco tiempo. Ha sido el mayor reto de mi carrera médica», reconoce la doctora, que no oculta su dolor por las vidas que se ha llevado la pandemia en sus lugares de trabajo -trece en la Residencia San Antonio y siete en Grijota, mientras que en el brote de la residencia San Antonio de Padua no hubo fallecidos-.
Gestionar tres brotes en tres lugares distintos es todo un reto para el que hacía falta el mayor número de profesionales posibles, pero los numerosos contagios entre el personal restaron efectivos. «En San Antonio lo cogieron todos los trabajadores menos la enfermera. Esos días estuvimos la enfermera, yo y dos auxiliares que ya habían pasado la enfermedad en abril y decidieron vivir en el propio centro. Luego vinieron refuerzos de auxiliares que hacían turnos, pero muchas de las nuevas incorporaciones veían el percal y se iban. Así de duro ha sido», afirma.
Y ante una situación tan compleja, determinar qué pacientes podían pasar la enfermedad en la residencia y cuáles tenían que ser trasladados al hospital se convirtió en la primera de las prioridades. «El triaje fue fundamental. Cuando estás en una guerra y tienes que atender a 120 heridos sabes que no todos van a poder superarlo. Tienes que enfocar tu atención en la gente que realmente vaya a superar la infección. Por eso hemos derivado a los que estaban peor al hospital, que cuenta con más medios», explica la doctora Martínez, quien reconoce que a los problemas que tuvo que solucionar como médico añadió los que se vio obligada a afrontar como persona. «Han sido días terribles. El factor emocional es demoledor dentro de una residencia con un brote», agrega.
Sonia Martínez se formó en Perú e hizo la residencia médica en el Hospital Río Carrión de Palencia, donde aún sigue realizando guardias, que compagina con su trabajo como doctora de las residencias y con su labor como médico de Urgencias en Baltanás. Ese amplio bagaje profesional le ha llevado a corroborar que los lazos entre médico y paciente en una residencia se multiplican. «Lo más duro ha sido manejar las emociones. Los pacientes para el médico de una residencia no son desconocidos. Trabajo en Urgencias y es duro hablar con los familiares cuando su ser querido se está muriendo o se ha muerto, pero es mucho más complicado cuando tienes una relación con el paciente», explica.
Y merced a ese clima de confianza con los residentes, Sonia Martínez vivió durante los brotes episodios que aún le hacen emocionarse. «Una paciente me cogió la mano y me dijo: '¿qué hace usted aquí, doctora? Váyase con su familia que nosotros ya hemos vivido lo que teníamos que vivir'», rememora la médica, que no oculta que a pesar de la dureza de lo que ha vivido, para ella ha sido todo un aprendizaje del que saca aspectos positivos. «Hay cosas en la vida que no se pagan con dinero. Que una mujer a la que estas tratando te coja la mano y te diga que va a rezar por ti y por tus hijos te sirve para sacar fuerzas de donde no las tienes, para seguir dando todo lo que puedes», sentencia.
Las palabras de apoyo de los residentes estuvieron muy presentes para Sonia Martínez en los momentos más duros. «Salía de mi casa a las 8 de la mañana y cuando regresaba no encontraba despiertos a mis hijos. Esto mismo que me pasaba a mí le sucedía a la enfermera y las auxiliares vivían allí durante el brote», explica Martínez, que no oculta su felicidad por el resultado de su trabajo y el de su equipo. «A día de hoy siento una satisfacción inmensa. La gratitud que me muestran cada día los residentes me da fortaleza para afrontar lo que pueda venir, aunque con la vacuna ya estamos viendo la luz», sentencia la doctora, que tiene claro lo que le ha permitido sacar una lectura positiva de lo vivido. «La motivación es la que nos ha ayudado. Yo vivía y soñaba con mis abuelos, al igual que todo el equipo. Todos íbamos a una y así, con trabajo en grupo, hemos salido adelante. Una sola persona no habría podido con esto. Yo soy la parte visible, pero tenía detrás un grupo humano muy capacitado para salir del hoyo en el que estábamos», añade.
A pesar de estar en contacto tan estrecho con el virus, Sonia Martínez es de las pocas trabajadoras que no ha contraído la covid. «Pese a todo lo que he vivido no me he llegado a contagiar. Todos mis compañeros me preguntan que cómo lo he conseguido y les digo que solo he hecho lo que todos sabemos: distanciamiento y mascarilla fuera de las instalaciones, y dentro he hecho lo mismo que los demás», apunta esta doctora, a la que la covid-19 le ha servido para corroborar que escogió la carrera profesional acertada. «Para eso hemos estudiado. Esta ha sido una oportunidad que me ha dado la vida de demostrar que yo estoy hecha para esto», sentencia esta doctora con pasión.
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